Hace años que el banco es un gigante con los pies de barro. Se ha quedado obsoleto y quiere reajustar el negocio a un estado de crisis permanente y el desarrollo de las fuerzas productivas.
La bajada de los tipos de interés, que están en negativo, ha puesto en jaque su negocio tradicional: prestar dinero cobrando un interés. Con los tipos tan bajos, el capital financiero incluso pierden dinero al prestarlo, lo que condiciona totalmente su actividad y su desarrollo, ya que se están comiendo el margen de intereses de la banca.
El banco puso la carne en el asador con un negocio importado del Reino Unido: la cuenta 1,2,3 que lleva aparejada la contratación de otros productos. Trata de convertir las sucursales en un mercadillo para vender un poco de todo, además de préstamos.
La banca tradicional está en declive. El 80 por ciento de la generación que nació a finales del siglo pasado no pisará nunca una oficina bancaria, ya que gestionan sus finanzas desde el móvil.
En el futuro las cuentas bancarias se gestionarán desde las terminales, lo que no solo ahorra tiempo a los clientes sino, sobre todo, las sustanciosas comisiones. La burocracia bancaria, pues, se aligerará y se tendrá que adaptar al mundo digital… además de la crisis capitalista.
Las nuevas empresas digitales hacen la competencia a los viejos bancos de toda la vida, como el Santander. Actualmente ya acaparan una tercera parte de los depósitos bancarios.
El año pasado el BBVA ya se reestructuró para convertirse en el primer banco digital del mundo.