La guerra de las máquinas contra los seres humanos ya no es ninguna película, según afirma la ONU en un informe de 500 páginas sobre la situación en Libia que publicó en marzo.
Los drones de combate Kargu-2, fabricados por la empresa turca STM, persiguieron a la población sin seguir instrucciones procedentes de seres humanos.
“Los convoyes logísticos en retirada y las unidades de las fuerzas afiliadas a Haftar fueron perseguidos y tiroteados a distancia por drones de combate o sistemas de armas letales autónomas”, dice el informe.
Los sistemas automáticos de armas “habían sido programados para atacar objetivos, sin necesidad de una conexión de datos entre el operador y la munición y, por lo tanto, estaban realmente en modo de búsqueda automática», añade la ONU.
El documento no dice si hubo víctimas o heridos como resultado de los ataques, pero los expertos de la ONU dicen que “el acoso constante de drones de combate, combinados con sistemas de armas letales autónomas” ha ocasionado la “derrota de las fuerzas afiliadas a Haftar en el oeste de Libia”.
“Kargu puede utilizarse eficazmente contra objetivos tanto estáticos como móviles gracias a su capacidad de procesamiento de imágenes en tiempo real y a sus algoritmos de aprendizaje automático integrados en la plataforma”, asegura la empresa fabricante de drones.
Las armas de guerra autónomas llevan años preocupando a la ONU. En 2017 se inició un debate sobre su prohibición y en 2013 Human Rights Watch lanzó una campaña “Stop Killer Robots” para expresar su preocupación por estos avances tecnológicos del material bélico.
En 2018 el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, calificó estas armas como “políticamente inaceptables y moralmente repugnantes” y pidió a los Estados miembros que las prohibieran.
En agosto del año pasado Human Rights Watch publicó un informe en el que afirmaba que la mayoría de los países del mundo reconoce la necesidad de que sean los seres humanos quienes manejen este tipo de armas.
Sin embargo, Estados Unidos, Rusia, Corea del Sur, Israel y Australia se oponen a su prohibición internacional. En cuanto a China, desea prohibir su uso, pero no su desarrollo y producción. Todos estos países siguen desarrollando o invirtiendo masivamente en en sistemas de inteligencia artificial y armas autónomas.
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