No es ninguna sorpresa decir que el Banco Nacional Suizo (BNS) opera como un fondo buitre. Es un peso pesado en las bolsas estadounidenses, se ha convertido en uno de los mayores inversores en acciones tecnológicas estadounidenses y posee participaciones en empresas estadounidenses por valor de 167.000 millones de dólares.
Sus inversiones se concentran especialmente en el sector tecnológico. Ha invertido 42.000 millones de dólares en cinco empresas (Amazon, Apple, Meta, Microsoft y Nvidia). Su participación en Nvidia, por ejemplo, asciende a 11.000 millones de dólares.
Es una práctica inusual para un banco central. Sus homólogos europeos o estadounidenses poseen muy pocas acciones. La política del BNS se asemeja más al de los fondos soberanos de los países de Golfo Pérsico. Sin embargo, sus operaciones tienen poco que ver con la búsqueda de rentabilidad de las petromonarquías.
Suiza no necesita un fondo soberano. El BNS no quiere participar en las empresas en las que invierte. Es simplemente una herramienta de manipulación política de la cotización de las divisas. Con sus inversiones, el banco central suizo intenta resistir la apreciación del franco suizo frente al dólar, que ha llegado al 15 por cien desde principios de este año.
Trump está depreciaciando el dólar y fortaleciendo al franco, uno de los refugios por excelencia del dinero acumulado, incluido el dinero negro. Además, Suiza se enfrenta a aranceles del 39 por cien. La competitividad de su industria se está viendo socavada. Las exportaciones a Estados Unidos cayeron un 22 por cien en agosto y las exportaciones de relojes cayeron un 16,5 por cien el mes pasado.
Es una paradoja. ¿Por qué un banco público invierte en un país que está perjudicando su economía? Las guerras económicas tienen estas cosas. Suiza está al borde de la deflación y el Banco Nacional Suizo intenta frenar la apreciación del franco. Compra divisas y las invierte en acciones y bonos extranjeros.
Como no puede operar de la misma manera que la Reserva Federal o el Bando Central Europeo, emitiendo moneda para comprar los bonos de su propio gobierno, emite dinero en el extranjero.
Esta política se ha disparado en los últimos meses. Por ejemplo, el valor de las acciones del BNS en Nvidia ha aumentado un 175 por cien en dos años, más que el aumento del precio de las acciones.
El banco suizo está, pues, expuesto a una caída del precio de las acciones, especialmente porque ha invertido en un número muy reducido de acciones relacionadas con la inteligencia artificial, como Nvidia. Pero corre un enorme un riesgo porque hay una burbuja en torno a las acciones relacionadas con la inteligencia artificial, como ya hemos expuesto en entradas anteriores.
La burbuja podría estallar si las expectativas de los especuladores se esfuman, lastrando las cuentas del banco central suizo.
Al mismo tiempo, el BNS utiliza otras herramientas para contener la apreciación del franco. Podría volver a bajar sus tipos de interés, mientras la inflación se mantiene muy baja. Es complicado porque los tipos ya se encuentran en el cero por cien, el nivel más bajo de los principales bancos centrales. El dinero es gratis, pero no genera beneficios.
El BNS pretende disuadir a los inversores extranjeros para que no compren francos suizos.
No se trata sólo de Suiza; el mundo entero busca soluciones a la devaluación del dólar. Son la consecuencia de la guerra económica en curso que, como es evidente, no afecta sólo al “eje del mal”.
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