La multinacional despide periódicamente a cientos de trabajadores ─normalmente a personas de más de 45 años, con salario consolidado─ y vuelve a contratar a nuevo personal más joven y barato. ERE tras ERE la plantilla del monopolio no ha variado mucho del entorno de los 3.000 trabajadores. Tampoco es extraño que muchos de los despedidos terminen volviendo a trabajar para la multinacional a través de otras empresas subcontratadas.
Desde 1998 la empresa ha llevado a cabo siete procesos de despido colectivo. Los dos primeros acabaron con unos 1.200 puestos de trabajo, pero desde 2008 la estrategia de la empresa ha cambiado: menos despidos pero muchos más ERE. Así las cosas, los trabajadores han estado en la cuerda floja en 2008, 2010, 2013, 2015, 2016 y nuevamente ahora. “Siempre alegan causas organizativas, productivas y económicas, pero al menos en las económicas no nos salen las cuentas. La empresa siempre está dando beneficios”, explica un miembro del comité de empresa.
El argumento que utiliza la empresa para justificar las causas económicas es que tiene que inyectar millones de euros cada año para que otras empresas del grupo empresarial que va adquiriendo puedan desarrollarse y no estén en números rojos. El problema, abunda el sindicalista, es que ninguna de las empresas que Ericsson adquiere funcionan. En medio de ERE, el grupo compra empresas que o bien acaba matando o acaba vendiendo a precio de costo sin apenas invertir en ellas. Pone como ejemplo la adquisición de Abentel, filial de telecomunicaciones de Abengoa, una operación que cerró el año pasado, en plena crisis de Abengoa y que supuso la absorción de 500 trabajadores.
El año pasado el ERE en Ericsson se saldó con 280 despidos. En 2015 fueron 250 y en 2013 despidieron a 213. “Llevamos infinidad de despidos colectivos y eso genera un estrés y un terror inhumano en la platilla, además de malestar y desmotivación. A la gente se le quitan las ganas de ir cada día a la empresa con este clima”, añade el delegado sindical. La estrategia de la multinacional es purgar a la plantilla y modificarla según sus intereses de negocio. Los sindicatos exigen que, al menos, los despidos no sean forzosos y se propongan salidas incentivadas, además de medidas adicionales de reducción de costes y alternativas para la adaptación de competencias.
La empresa está utilizando mecanismos para “maquillar” sus cuentas, guiados por el bufete de abogados Sagardoy, que es el que diseñó la reforma laboral del PP en 2012 y sabe perfectamente cómo mover dinero entre empresas para poder alegar motivos económicos en el ERE. Los sindicatos critican que, mientras año tras año hay despidos, los accionistas de la empresa se reparten dividendos anuales y, además “no vemos que los costes laborales disminuyan. La brecha salarial entre la plantilla y los directivos es cada vez mayor. Por ejemplo, el año pasado repartieron bonos récord porque las ventas fueron satisfactorias. En resumen, lo que ahorramos despidiendo trabajadores se va a beneficios empresariales y a salarios de ejecutivos”.
Los sindicatos lamentan el escaso interés de la empresa por la formación de sus trabajadores, que permitiría la rotación en lugar de la sustitución en un sector que cada año avanza a pasos agigantados. Eso sin contar la cantidad de trabajo que se acaba subcontratando. Sólo con 20 por ciento del trabajo que Ericsson pide a empresas subcontratadas se podrían generar más de 300 empleos. Ni las horas extra que se hacen por sistema en una empresa donde no se ficha al llegar.
ERE tras ERE la empresa acabará con el plan social, que protege a los trabajadores de más edad en caso de despido colectivo. “Queremos menos subcontratación, menos horas extra, más teletrabajo y, sobre todo, que se nos garantice que el año que viene no tengamos que enfrentarnos a otro ERE”, concluyen.
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