Este año, marcado por la pandemia, parecería que se ha hecho énfasis en atemorizar a la población informándole continuamente cifras de muertes, en detrimento de las campañas de prevención (esenciales para comprender la importancia de adoptar nuevas conductas para reducir el riesgo de contagio).
Abruptamente, debido a la propagación de un nuevo virus en el mundo, todos comenzamos a ser vistos como contagiosos. La población general, sana y fuerte, hoy es tratada como vulnerable e indefensa. Si bien lo más frecuente y abundante es la falta de infección, se gobierna bajo la creencia de que todo ser humano está infectado. Los casos activos no superan los 140/150 mil (habría un total de 0,3% de infectados a escala de Argentina) pero se actúa como si el 100% estuviera enfermo.
Los mensajes que atemorizan generan una exagerada inestabilidad en la sociedad. Sería más efectivo, en cambio, centralizar la comunicación en mensajes que fomenten intensificar las medidas de prevención. Desde la epidemiología, es necesario derribar mitos.
Se ha duplicado el aumento de la mortalidad intra-hospitalara del infarto agudo de miocardio, debido a que los pacientes con síntomas retrasan las consultas por el temor al contagio del Covid-19
Una pandemia no necesariamente conduce a mayor mortalidad. Para evaluar el grado de gravedad que tiene, se suelen comparar las cifras totales de muertes de un mismo país respecto de períodos anteriores equivalentes, para establecer si la variación interanual está dentro de lo esperable o no. Las estadísticas vitales de Francia, por ejemplo, han dejado en evidencia que en 2019 y 2020 la mortalidad no sufrió variaciones significativas, es decir la pandemia Covid-19 no había producido un aumento de la mortalidad global con respecto a años anteriores. Esto se explica por el concepto de Sustitución Mórbida, la población que falleció era la que tenía mayor riesgo de morir por otros virus o bacterias que producían también patologías respiratorias.
Para comprender este fenómeno, es necesario tener en cuenta el significado de tríada epidemiológica. La Organización Panamericana de la Salud la define como “el modelo tradicional de causalidad de las enfermedades transmisibles; en este, la enfermedad es el resultado de la interacción entre el agente (virus), el huésped susceptible y el ambiente”. Es decir, un patógeno es necesario pero no suficiente para el desarrollo de un síndrome; tanto el estado del huésped (persona) como el ambiente van a influir en aumentar o no el riesgo de enfermar. Que circule un virus nuevo en una población no es una causa suficiente para concluir que todos corren riesgo de enfermar a no ser que los habitantes de esa región estén pasando una hambruna, una guerra o una situación particular en la cual su sistema inmune esté debilitado.
Gracias al concepto de “resistencia”, definido por la OPS [Organización Panamericana de Salud], como “el conjunto de mecanismos corporales que sirven de defensa contra la invasión o multiplicación de agentes infecciosos, o contra los efectos nocivos de sus productos tóxicos”, se puede comprender por qué, a pesar de la presencia de epidemias anuales, siempre es un pequeño porcentaje de la población el que se enferma.
Tanto la Sociedad Argentina de Cardiología como la organización Stent Save a Life Argentina advirtieron que se ha duplicado el aumento de la mortalidad intra-hospitalara del infarto agudo de miocardio, debido a que los pacientes con síntomas retrasan las consultas por el temor al contagio del Covid-19. Esto implicó que llegaban con mayor compromiso miocárdico e insuficiencia cardíaca.
Cuando sean analizadas las estadísticas de mortalidad anual de las enfermedades no transmisibles más prevalentes como la cardiovascular y las oncológicas, el hallazgo probable será un exceso de mortalidad en estas patologías.
La revista especializada The Lancet argumenta que “el exceso de mortalidad es la forma más objetiva y comparable de evaluar la escala de la pandemia”.
La presencia de un virus en el cuerpo no siempre es sinónimo de enfermedad. Ya en 2017, en un paper publicado por Kristine M. Wylie (*), se detectó que encontrar virus en las vías respiratorias de personas asintomáticas es frecuente. “Los métodos moleculares sensibles utilizados actualmente para el diagnóstico y muchas investigaciones demuestran que los virus pueden detectarse en individuos asintomáticos. En un Estudio de Utah, se detectó en niños y adultos asintomáticos la presencia de virus. El estudio explica que la detección de ácido nucleico viral con métodos moleculares no indica necesariamente que el virus haya infectado la célula y / o haya sido replicado exitosamente o que los síntomas son necesariamente el resultado del virus en particular que se detectó”, advirtiendo que la detección de patógenos no es suficiente para realizar un diagnóstico claro.
La infección respiratoria se confirma a través de síntomas, imágenes diagnósticas y análisis de laboratorio que confirmen la infección (la replicación viral en el cuerpo).
La administración masiva de tests, si bien da una idea de cómo está circulando el virus en la población, es insuficiente para realizar un diagnóstico preciso, ya que la técnica PCR, en ausencia de síntomas, es insuficiente para diagnosticar la presencia de una enfermedad. En el Boletín epidemiológico de Buenos Aires se han consignado 48.679 casos sin síntomas.
Ser positivo de Covid-19 no siempre es sinónimo de tener un síndrome respiratorio agudo. Las infecciones de las vías aéreas altas no revisten tanta gravedad como las infecciones de los órganos vitales (pulmones), por tal motivo, es tan importante poder realizar un diagnóstico y seguimiento adecuado en forma presencial.
En las epidemias anteriores, se consideraba “caso confirmado” a pacientes con evidencia clínica o radiológica de neumonía o con dificultad respiratoria. Hoy, se considera “caso confirmado” a cualquier persona con un test positivo, independientemente de la levedad o gravedad del cuadro clínico.
Las infecciones respiratorias pueden afectar a las vías altas (nariz, garganta) o a las vías respiratorias bajas. Las primeras son las más frecuentes. El SarsCov 2 (severe acute respiratory syndrome coronavirus, sindrome respiratorio agudo) -si bien su nombre lleva el adjetivo agudo-, incluye también a los casos leves, es decir, a personas que transcurren infecciones respiratorias de las vías aéreas superiores. Esto puede conducir a confusión.
La apertura de escuelas no pondría en peligro a la población de 0 a 60 años. Según el Boletín epidemiológico de CABA, en menores de 60 años, la tasa de letalidad de Covid es 0.44% y en la población de 0 a 19 años, es cero. Si la tasa de letalidad en ese rango etario es correcta, ¿tiene sentido continuar evitando a tan alto costo, contagios en todas las franjas etarias? Reforzar los cuidados y controles en mayores de 60 años y en pacientes con comorbilidades pareciera ser la medida más necesaria.
Conservar la salud no es solo evitar contagios. La salud de la población es un concepto mucho más amplio que evitar una enfermedad transmisible responsable de la pandemia. La misma OMS define a la salud como “un estado de perfecto (completo) bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad”.
El déficit de atención médica de patologías no transmisibles prevalentes que originan la mayor mortalidad anual en el país, el deterioro de la salud mental, la falta de escolaridad, generarán inevitablemente un gran malestar en la población (la falta de escolaridad dejará grandes secuelas e inequidades en el futuro, profundizando la bien definida por Guillermo Jaim Etcheverry “tragedia educativa“).
Otras pandemias vendrán y la humanidad sabrá combatirlas. Pero el desafío más difícil para los argentinos es adelantarnos y construir políticas de Estado que nos permitan defendernos, basándonos en el conocimiento, la ciencia y la multidisciplina, transfiriendo el saber a la sociedad y recuperando la responsabilidad individual.
(*) El viroma del aparato respiratorio, https://sci-hub.tw/10.1016/j.ccm.2016.11.001
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