El acceso al espacio ha sufrido una profunda transformación en los últimos años, a medida que se han desarrollado las fuerzas productivas y la técnica aerospacial. Ha aparecido una nueva industria, con nuevas empresas y nuevos mercados. Se trata de un sector económico emergente, estrechamente ligado a los ejércitos porque la posibilidad de desplegar infraestructura en el espacio es una cuestión estratégica para muchos países y empresas.
La nueva carrera espacial es dual, tanto militar como civil, con un intercambio de tecnologías y recursos entre ambas esferas. Junto a la militarización forzada del espacio se está desarrollando una intensa competencia económica, tanto en la puesta en órbita de los satélites como en su lanzamiento. Se necesitan muchos más satélites y, en consecuencia, más lanzaderas.
Con el cambio de siglo, el espacio se ha convertido en un mercado en el que compiten Estados y empresas. El peso del sector aerospacial en la economía mundial se ha decuplicado. Sectores estratégicos como las telecomunicaciones, la cartografía y las ayudas a la navegación, así como la observación meteorológica y el seguimiento de desastres naturales, dependen de los satélites. Estos últimos desempeñan cada vez más funciones y de forma cada vez más precisa.
Los satélites son cada vez más necesarios. Un número cada vez mayor de Estados buscan adquirir sus propios satélites, mientras que los que ya los tienen continúan poniendo en órbita otros nuevos y mejores. Detrás de esta carrera, Estados y empresas privadas libran una feroz competencia para obtener pedidos de lanzamiento y puesta en órbita de satélites.
Los lanzamientos de satélites han dejado de ser ocasionales. Las empresas tratan de mantener en el espacio constelaciones de satélites, lo que exige, a su vez, lanzamientos a ritmos acelerados y cada vez más baratos porque una de las funciones que cumplen es la conexión a internet. La pretensión es interconectarlo todo y, por lo tanto, que internet alcance a los lugares más remotos del planeta.
El mercado espacial creció de 423.800 millones de dólares en 2019 a 447.000 millones en 2023 y alcanzará el billón en 2030.
Las nuevas potencias espaciales
Los estadounidenses, rusos y europeos son los dominadores tradicionales de la carrera espacial, que los dos primeros se iniciaron en la posguerra. Pero hoy están surgiendo nuevas potencias espaciales, entre las que destaca China, para no depender de los satélites de terceros países.
El programa espacial chino recibió un nuevo impulso en la década de los noventa. El intento de enviar astronautas al espacio, se llamó Shenzhou y en 2003 logró su objetivo. Desde entonces han enviado un total de 17 y el programa Shenzhou ha evolucionado con el tiempo, incluyendo misiones que han realizado caminatas espaciales y han contribuido a la construcción de la estación espacial Tiangong.
Sólo tres naciones han logrado hasta ahora esta hazaña. China también fue la primera en aterrizar una sonda de exploración en el otro lado de la Luna y ha lanzado su propio competidor del GPS americano: el sistema Beidou.
Es el país que más satélites pone en órbita. En 2023 realizó 67 lanzamientos, por delante de cualquier otro. Por ejemplo, en su conjunto los países europeos sólo lanzan 6 satélites y Rusia 19. Gracias a ello, China está alcanzando rápidamente la paridad con Estados Unidos en el mercado de las telecomunicaciones, en particular el 5G.
Detrás de China avanza el programa espacial indio. Con ayuda de la URSS, en 1975 lanzó su primer satélite y luego desarrolló sus propias lanzaderas, que le permiten colocar numerosos satélites de comunicaciones en órbita. Eso le ha permitido crear el equivalente local del GPS.
Pero la India mira más allá, con un primer vuelo tripulado al espacio el año que viene.
‘New Space’ está cambiando las reglas del juego
“New Space” es el nombre que recibe el complejo formado por empresas privadas estadounidenses que diseñan y utilizan sus propias lanzaderas y pueden operar flotas de satélites. La empresa más conocida es SpaceX, creada en 2002 por Elon Musk.
Esta empresa controla toda la cadena de valor: fabrica sus satélites y luego los pone en órbita utilizando sus propias lanzaderas. Actualmente se encuentra desplegando la red de satélites Starlink, siendo la primera del mundo por el número de lanzamientos con 134 el año pasado y 180 previstos para éste.
Para ello SpaceX tiene cohetes parcialmente reutilizables, que reducen los costes, lo que le ha convertido en un socio de la NASA. Los cohetes transportan carga a la estación internacional así como pasajeros. El ejército estadounidense también confía en él, ya que pone en órbita algunos satélites militares.
Por eso tanto Musk como su empresa tienen un importante apoyo público, ya que muchos de los lanzamientos se realizan para el Estado. Al cobrar más a estas instituciones, SpaceX ofrece precios competitivos en el mercado internacional, lo que atrae a algunas empresas, incluidas las europeas, como Hispasat. El satélite Amazonas Nexus, del que ya hemos hablado, lo llevó a cabo SpaceX en 2023.
En el sector de las lanzaderas, SpaceX compite con Virgin Orbit, que se dedica a los lanzamiento aéreos: en lugar de lanzar cohetes desde el suelo, Virgin Orbit utiliza un avión modificado llamado “Cosmic Girl” para llevar su cohete LauncherOne a altitudes más elevadas. Una vez en el aire, el cohete se libera y se enciende para llevar a los satélites a la órbita prevista.
Virgin Orbit se fundó en 2017. Es una filial del holding Virgin, conocido por la línea aérea del mismo nombre, propiedad de Richard Branson.
En 2000 Jeff Bezos creó Blue Origin, que empezó a realizar sus primeros lanzamientos en 2015 con la pretensión de pasear turistas por el espacio.
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