La cumbre de jefes de estado de la OCS, la Organización de Cooperación de Shanghai, acaba de finalizar con la aprobación de las resoluciones finales, incluida la estrategia para el desarrollo económico de los países miembros hasta 2030. Este organismo, que cumple 23 años de existencia, fue fundado por el “grupo de los cinco” y se ha basado desde el principio en una fuerte cooperación entre China y Rusia.
Representa más del 40 por cien de la población mundial, más del 20 por cien del PIB y alrededor del 20 por cien de las reservas mundiales de petróleo.
El evento ayuda a mirar las cosas desde otro punto de vista y romper con la concepción binaria del mundo, reforzada en ciertos círculos políticos occidentales por el estallido de la Guerra de Ucrania.
La reivindicación de un mundo centrado exclusivamente en los intereses de occidente se derrumba. La pretensión de las grandes potencias anglosajonas y sus socios de presentarse como los únicos o prnicipales protagonistas de los asuntos internacionales está condenada al fracaso.
Desde la cumbre de Samarcanda del año pasado, la OCS se ha expandido considerablemente. Se sumó Irán como Estado miembro, se puso en marcha el procedimiento para la adhesión de Bielorrusia y se otorgó el estatus de candidatos a Egipto, Arabia Saudita y Qatar, y se decidió la futura admisión de Bahrein, Maldivas, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait y Myanmar.
La cumbre ha estado organizada por India. El país más grande del mundo por población y la sexta economía más grande del planeta sigue resistiendo las presiones estadounidenses para involucrarlo en un enfrentamiento con Moscú (y otros países que no son seguidores del consenso de Washington) y sigue manteniendo su postura independiente.
Como suele ocurrir, hay quien equipara a la OCS con la OTAN. Aunque periódicamente se llevan a cabo ejercicios militares dentro de la OCS, las mismas diferencias dentro de ella la convierten en candidata para un papel cada vez más importante en la resolución de disputas por medios diplomáticos, en contraste con el unilateralismo militar que caracteriza el modus operandi de la OTAN.
La OCS involucra a países con diferentes sistemas políticos y, a veces, diferentes principios, brindándoles una plataforma para el diálogo y la cooperación concreta en la resolución de problemas concretos. Es precisamente el fortalecimiento de este camino diferente y distinto al de la OTAN lo que reduce la centralidad estratégica de occidente.
En su discurso Xi Jinping instó a los Estados miembros a utilizar el mecanismo de coordinación y cooperación de vecinos de Afganistán y alentar al país a emprender el camino de la paz y la reconstrucción, después de más de 20 años de guerra y una ruinosa salida en 2021.
El Presidente chino glosó la contribución de China a la OCS en cinco puntos. Por un lado, recordó que el objetivo primordial de la organización es velar por la seguridad, luchar contra el terrorismo, el separatismo y el extremismo. Por el otro, hizo un llamamiento a los miembros a permanecer unidos frente a las amenazas externas. “Debemos estar extremadamente atentos a los intentos externos de fomentar una nueva guerra fría o una confrontación entre los campos de nuestra región. Debemos rechazar firmemente cualquier interferencia en nuestros asuntos internos y la instigación de ‘revoluciones de color’ por parte de cualquier país bajo cualquier pretexto”, dijo Xi Jinping.
Además, el presidente chino pidió a los países miembros que se concentren en la cooperación para acelerar la recuperación económica. La propuesta china es fortalecer la regulación de la moneda local entre los miembros, expandir las monedas digitales soberanas y promover el establecimiento de un banco de desarrollo dentro de la organización.
Es todo lo contrario de la división en bloques que patrocina occidente y que le condena a perder su influencia en el mundo. Por ejemplo, la Indian Oil Corporation, una empresa de propiedad pública de India, ha estado comprando petróleo ruso en yuanes desde junio, y al menos dos de las tres empresas privadas están haciendo lo mismo.
Hoy, alrededor de 60 países comercian utilizando su propia moneda en lugar del dólar y, como cosecuencia de ello, las reservas de dólares estadounidenses están disminuyendo constantemente, del 73 por cien en 2001 al 58 por cien este año.
Las acciones unilaterales de Estados Unidos exacerban la crisis de su moneda, como lo demuestra el aumento continuo de las tasas de interés (y las tasas de cambio correspondientes) que socava la función de la moneda estadounidense como dinero fiduciario.