Mali y Argelia, que comparten una larga frontera de 1.400 kilómetros, afirman que son países hermanos en la lucha contra los colonizadores franceses. Sus poblaciones fronterizas están unidas por fuertes lazos culturales y económicos. Desde los noventa, Argelia ha encabezado varias negociaciones entre el Estado maliense y las rebeliones tuaregs en el norte de Mali. La más reciente desembocó en la firma del Acuerdo de Paz de Argel en 2015. Los grupos yihadistas que operan en Mali desde el cambio de siglo tienen un origen argelino y mantienen, a día de hoy, vínculos con Al Qaeda en el Magreb Islámico, cuya dirección tiene su base en Argelia.
Pero en los últimos dos años, las relaciones entre ambos vecinos se han deteriorado a causa de la aplicación del Acuerdo de 2015.
Mali considera que los argelinos y demás mediadores internacionales (Nigeria, Chad, la Unión Africana y la Unión Europea) les impusieron el contenido del acuerdo, sin dejarles ningún margen real de negociación.
Por su parte, el gobierno de Argel consideró que el Acuerdo había sido debidamente negociado y firmado tanto por el gobierno como por varios grupos político-militares malienses, bajo la supervisión de los mediadores internacionales.
Los argelinos critican a Bamako porque no cumple el Acuerdo, en particular las disposiciones sobre el autogobierno y la integración de las milicias tuaregs en el ejército regular.
Ya en 2019 el gobierno del anterior presidente maliense, Ibrahim Boubacar Keita, quiso revisar el Acuerdo mediante la apertura de nuevas negociaciones, porque consideraba que beneficiaba a los grupos tuaregs más que al Estado central.
Las diferencias se acentuaron con la llegada de los militares al poder en 2021 tras un doble golpe de Estado, y más aún después de noviembre de 2023, cuando el ejército maliense y los rusos recuperaron la ciudad de Kidal, bastión de las milicias tuaregs.
Tras la caída de Kidal, en enero del año pasado Mali se retiró del Acuerdo, poniendo de manifiesto las divergencias de fondo para resolver la guerra. La principal es que el Estado central considera que la solución es interna y no internacional. El gobierno de Bamako pretende liberarse de la influencia de países extranjeros.
Además, a finales de 2023 dio un giro al calificar de “terroristas” a los grupos armados que se oponen al Estado central, ya sean independentistas o yihadistas. Por lo tanto, no tenía sentido seguir manteniendo ningún tipo de negociaciones con ellos.
De ahí se desprende que la solución es militar. No puede haber soluciones políticas, ni tampoco negociaciones, como quieren los argelinos, que diferencian entre los movimientos tuaregs que han firmaron el Acuerdo de 2015 y los grupos yihadistas.
Como consecuencia de su política, Argelia acoge en su territorio a varias personalidades malienses que considera esenciales para la reanudación del diálogo y el establecimiento de una solución política a la guerra. Entre ellos se encuentran Alghabass Ag Intalla, un dirigente tuareg (1), y el imán Mahmud Dicko, un dirigente yihadista (2).
La presencia de estas personalidades políticas en Argelia constituye una fuente de tensiones. El gobierno central considera que se trata de una muestra de hostilidad y de colaboración con el terrorismo. En Bamako son muchos los que acusan públicamente a Argelia de promover la desestabilización de Mali. Dicen que a finales de los noventa Argel se libró del yhadismo al hacer retroceder a los grupos terroristas hacia el norte de Mali y el Sahel. También denuncian que Argelia se aprovecha de los vínculos que mantiene con los yihadistas para ejercer de mediador y mantener su condición de potencia regional. En definitiva, comparan el papel de Argelia con el colonialisimo francés. La concusión es que las negociaciones de paz han fracasado por la interferencia externa del país vecino.
Argelia no ha sabido o no ha podido aprovechar el final de la Operación Barjan en 2022, ni la retirada francesa del Sahel, para desempeñar un papel regional central. El 6 de abril, Malí, Níger y Burkina Faso retiraron a sus embajadores en Argel. Al día siguiente, el gobierno argelino respondió retirando a sus embajadores en Mali y Níger, y posponiendo la entrada en funciones del que debía instalarse en Burkina Faso. Argel y Bamako, además, han cerrado sus respectivos espacios aéreos.
Mali ha buscado amigos en la AES (Níger, Burkina Faso) y Rusia. Por el contrario, al gobierno argelino no le gusta la presencia de tropas rusas cerca de la frontera. Reduce el papel mediador en los asuntos internos de Mali y, además, la reanudación de las hostilidades entre el ejército maliense y los grupos tuaregs puede provocar una afluencia importante de refugiados hacia Argelia.
Argelia se aleja y Marruecos se acerca, lo que multiplica la tensión. En Argel dicen que la influencia de Rabat sobre la junta militar de Mali es creciente y que la cooperación en materia de seguridad entre ambos países se ha intensificado, como lo demuestra la celebración, en febrero en Bamako, de la primera reunión de la comisión militar mixta entre Mali y Marruecos.
Mientras Argelia pierde su influencia en el Sahel, aumenta la de otros, particularmente en algunos sectores económico. Turquía, por ejemplo, se ha convertido en el principal proveedor de drones del ejército maliense.
(1) Alghabass Ag Intalla es un dirigente tuareg que se unió a Ansar Dine, un grupo yihadista que trata de imponer la “sharia” en el norte de Mali. Cuando los tuaregs gobernaron la región de Kidal, impusieron las leyes islámicas y personalmente Alghabass firmó un decreto implementando a los “qadis” (jueces islámicos).
(2) Mahmud Dicko es un imán yihadista maliense de la zona de Tomboctú que presidió el Consejo Islámico de Malí desde 2008 hasta 2019. Está considerado como una de los políticos más influyentes de Mali. Actuó como mediador entre el gobierno central y los grupos yihadistas en el norte del país. Después de apoyar a Ibrahim Boubacar Keita en las elecciones de 2013, se pasó a la oposición en 2017.
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