¿Compromete el Golpe de Estado de Wagner la intervención militar de Rusia en África?

En Estados Unidos hay quien cree que el Golpe de Estado del viernes en Rusia ha sido una “maskirovka” (mascarada), orquestada por el propio ejército ruso para acercar las tropas a la frontera con Ucrania. Con el pretexto de Wagner, han acumulado fuerzas de reserva en la frontera occidental.

Si no ha sido una “maskirovka” y si Wagner fuera realmente una empresa privada de seguridad, lo de la semana pasada sería la ruptura de un contrato civil, como la empresa de la limpieza que aparca el camión de la basura a la puerta del ayuntamiento para quejarse de un concejal.

Si Wagner fuera realmente una empresa privada de seguridad, los países africanos que han contratado sus servicios deben estar temblando. Es posible que quieran hacer lo mismo en sus países respectivos.

¿Son fiables los servicios de Wagner?, ¿de quién deben fiarse exactamente?, ¿de una empresa privada o del ejército ruso? Si Wagner no cumple su contrato con los países africanos, ¿a quién deben reclamar?

El Golpe de Estado vuelve a replantear la verdadera naturaleza de esta unidad militar que, desde luego, no es como la pintan los medios occidentales, aunque tampoco es lo que parece a simple vista.

Desde luego es muy posible que el detonante de la intentona haya estado en la decisión del Ministerio de Defensa ruso de integrar plenamente a la unidad dentro del ejército ruso, es decir, acabar con su autonomía operativa, que es lo que -hasta ahora- había permitido mantener la ficción de una empresa privada de seguridad.

En la actualidad se mantiene la tendencia iniciada en los años cincuenta con la descolonización del Tercer Mundo. Los países sometidos se esfuerzan por escapar de los tentáculos de las grandes potencias y, para lograrlo, se acercan a países como Rusia y China, que les prestan una cobertura militar y económica.

Pero ya no basta con vender fusiles. El armamento moderno es complejo y con las armas van los instructores que adiestran a los ejércitos locales en su manejo y en las tácticas modernas de combate, que son como correr en bicicleta: no hay otra manera de aprender que subirse en ella. Wagner no sustituye ni complementa a los ejércitos africanos: los acompaña.

Rusia exporta seguridad y los países africanos han comprado un paquete completo al que llaman Wagner, que tiene un precio y, muy probablemente, hasta un libro de reclamaciones.

Si sólo fuera un contrato de seguridad, los países africanos podrían encontrar otra empresa parecida, o incluso mejor que Wagner, por ejemplo en Estados Unidos. Pero esa empresa tendría la misma naturaleza política que Wagner y sería más de lo mismo: un tentáculo del Pentágono. Es lo que en África están tratando de evitar.

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