Tras la victoria de Bashar Al-Assad en las elecciones presidenciales sirias, Xi Jinping le ha enviado un mensaje de apoyo “pleno” que expresa un refuerzo de las posiciones exteriores de China para acometer el bloqueo de Estados Unidos.
Siria es un tablero en el que hace años que todas las piezas están presentes simultáneamente, con sus propios postulados, que no siempre coinciden, ni se mantienen en el tiempo.
El gobierno sirio está muy presionado, no sólo por la guerra desatada hace más de diez años y que aún no ha terminado, sino también por la ocupación militar de buena parte de su suelo, tanto por Israel y Estados Unidos, como por milicias armadas, como las kurdas o las yihadistas.
Otras tropas han llegado para apoyar al ejército regular: Hezbollah, Irán y Rusia. Pero estos aliados desempeñan papeles muy diferentes y no siempre defienden los mismos intereses. En especial, la presencia militar iraní se ha convertido en un punto de controversia y de pretexto para los bombardeos israelíes. Los países que, como Israel o Estados Unidos, no protestan por la intervención yihadista, sí lo hacen en cambio por la de Irán.
Rusia presiona al gobierno de Damasco para que alcance un compromiso con ciertos grupos de la oposición, en especial con los kurdos, y también acepta que las tropas iraníes salgan de Siria. Pero para Moscú la salida iraní es una condición previa para unos posibles acuerdos de paz y no una consecuencia de su firma.
Las sanciones de Estados Unidos a Irán se prolongan con sanciones a Siria y en tales condiciones la reconstrucción de posguerra va a resultar muy complicada, salvo que sea China quien intervenga, que es lo que va a ocurrir. El mensaje de Xi a Bashar Al-Assad promete proporcionar “toda la ayuda posible” para revitalizar la economía del país.
La situación de Estados Unidos y, en consecuencia, de Israel, se complicará si Pakistán cierra las bases militares, como ha anunciado. En tal caso, se reforzaría el acercamiento de China a Irán a través de Pakistán siguiendo la nueva Ruta de la Seda. Recientemente ambos países han firmado un acuerdo de cooperación estratégica de 25 años de duración. Siria sería la estación terminal de ese corredor económico.
Normalmente China no se compromete con países, como Siria, que están envueltos en guerras. Ahora la situación ha cambiado y, sobre todo, los mismos que sostienen la agresión contra Siria son los que bloquean a China. Ambos países están condenados entenderse.
La nueva situación amplía las posibilidades de Bashar Al-Assad, que no tendría ninguna razón para aceptar los compromisos que le pide Moscú, incluida la retirada de las tropas iraníes de Siria.
Ahora le toca a Rusia mover ficha. Lo más probable es que se deje de contemplaciones con Israel y Turquía, acabe con los bombardeos israelíes contra Siria y con maniobras turcas, como la guerra la guerra del año pasado en el Alto Karabaj.
Para que todo esto dejen de ser cábalas hay que comprobar que, en efecto, China empieza a tomar cartas en el asunto y que tras las próximas elecciones iraníes, que se celebrarán en junio, el gobierno de Teherán no llega a un acuerdo con Estados Unidos en materia nuclear, del que la retirada de tropas en Siria es una parte.