La Unión Europea intenta recuperar la iniciativa y prepara un documento titulado “Elementos para la paz en Ucrania”. El texto circula por las capitales europeas y lo divulgó Radio Free Europe el 28 de octubre. Redactado por una coalición occidental de más de veinte países, aún no ha sido aprobado oficialmente, pero marca un cambio claro: Occidente reconoce el fracaso de su estrategia de guerra con Rusia.
El plan tiene 12 puntos y admite la necesidad de negociar con Rusia, para lo cual propone un alto el fuego, la congelación de las posiciones, el levantamiento de las sanciones y negociaciones sobre los territorios liberados por los rusos.
El documento describe dos fases. La primera comienza con un alto el fuego inmediato, que se activaría 24 horas después de que ambas partes acepten el plan. La línea del frente actual se congelaría y permanecería “en la posición en la que se encontraba al inicio del alto el fuego”. En otras palabras, los territorios liberados (Crimea, Donbás, Jersón y Zaporiyia) permanecerían bajo control ruso.
El texto prohíbe a Ucrania cualquier intento de retomar militarmente esas regiones. Se firmaría un pacto de no agresión, comprometiendo a Kiev a abstenerse del uso de la fuerza. Occidente insta a Moscú a cesar los ataques aéreos, pero sobre todo, a Ucrania a reconocer la situación sobre el terreno.
Estados Unidos supervisaría el alto el fuego utilizando sus recursos tecnológicos (satélites, drones). Esta fase iría acompañada de medidas de fomento de la confianza, con un levantamiento parcial de las sanciones contra Rusia tan pronto como se restablezca la calma.
En cuanto a la central nuclear de Zaporiya, controlada por Rusia desde 2022, el texto propone su transferencia temporal a un tercero neutral, sin ninguna garantía de su devolución a Ucrania.
La segunda fase del plan prevé negociaciones políticas bajo supervisión occidental. Se establecerían zonas desmilitarizadas alrededor de la línea de contacto y se desplegaría una misión civil internacional para supervisar la situación.
Las negociaciones se centrarían en la administración permanente de los territorios liberados, lo que confirma un punto clave: Occidente acepta que Crimea, Donbas, Zaporiyia y Jerson ya no están bajo la autoridad ucraniana. Este punto, impensable para la Unión Europea hace apenas un año, ahora está encima de la mesa.
Haciéndose eco de las demandas rusas, el documento enfatiza el respeto por las lenguas, las culturas y las religiones. Desde el Golpe de Estado de 2014 los rusos han denunciado la discriminación contra los rusoparlantes en Ucrania. Este aspecto, por lo tanto, valida la necesidad de diálogo para garantizar los derechos de la población rusófona.
El texto también prevé la creación de un fondo de reconstrucción, que utilizaría una parte de los activos rusos congelados por Bruselas (más de 200.000 millones de euros). Los fondos se devolverían a Rusia tras un acuerdo con Ucrania sobre la compensación.
La implementación del plan estaría supervisada por un “Consejo de Paz” presidido por Trump. El organismo se encargaría de vigilar el alto el fuego y el progreso de las negociaciones. El papel confiado al presidente estadounidense confirma que Washington sigue siendo el actor principal en el bloque occidental para la resolución de la guerra, mientras Europa intenta salvar las apariencias.
Las conversaciones también buscan reintegrar a Rusia en ciertas instituciones internacionales, particularmente en el ámbito deportivo y diplomático, lo que constituye un reconocimiento implícito del fracaso del aislamiento que Bruselas y Washington pretendieron lograr en 2022.
El plan demuestra que Occidente ya no cree en una victoria militar ucraniana. Reconoce la nueva situación impuesta por Rusia, tanto sobre el terreno como en el equilibrio de fuerzas. Para Moscú, esto representa una victoria estratégica: el enemigo de ayer ahora propone un diálogo basado en la congelación de las posiciones, el respeto a la situación creada y el levantamiento gradual de las sanciones.