Cada vez hay más refugiados en el mundo porque cada vez hay más guerras y guerras más destructivas. Pero a medida que las guerras siguen, nadie se interesa por los refugiados. Dejan de aparecer en los medios de comunicación, las lágrimas se secan y las ONG ya no pueden conseguir donativos.
Después de Palestina, la guerra con mayor proporción de población relativa desplazada es la de Siria, donde los campamentos se han convertido en ciudades improvisadas, especialmente en Líbano.
Las precarias condiciones higiénicas de esos campamentos provocan epidemias porque este tipo de enfermedades no las causan los virus ni las bacterias, sino las malas condiciones de vida, la falta de higiene, la mala alimentación, el hacinamiento, la ingesta de agua no potable…
No nos referimos sólo a las malas condiciones de vida dentro de los campamentos, sino también a las malas condiciones de vida de los propios libaneses, cuyo país lleva varios años en quiebra, viviendo de la caridad internacional.
Líbano es el país del mundo con mayor número proporcional de refugiados. Más de una tercera parte de la población lo son. Sólo en los alrededores de la ciudad de Arsal hay 160 campamentos de refugiados. Si un país en quiebra como Líbano no puede sostener a su propia población, ¿cómo puede acoger a un millón y medio de refugiados sirios y medio millón más de palestinos?
A la OMS estas epidemias le importan un bledo porque son reales. Se trata ictericia, hepatitis A, sarna y diversas formas de erupciones cutáneas. Como siempre, las epidemias ficticias suplantan a las reales.
La mayoría de los refugiados sirios residen en las zonas más desfavorecidas de Líbano, en particular en la Bekaa y el norte, donde gran parte de la propia comunidad de acogida sobrevive en condiciones precarias.
El 2 de mayo el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) anunció que la financiación para las intervenciones médicas consideradas “no urgentes”, es decir, aquellas en las que “no existe ningún riesgo inmediato para la vida”, se reducirá a partir del próximo mes de junio.
Los fondos asignados a Unicef para servicios de agua, saneamiento e higiene en los campos también han caído drásticamente. No hay sanidad. Las fosas sépticas no se vacían. El sistema libanés de salud no puede afrontar ninguna epidemia, especialmente si se produce en zonas rurales, donde los recursos médicos son muy limitados.
Líbano ha experimentado varias epidemias relacionadas con la afluencia masiva de refugiados sirios. La aparición de ictericia en los campos de refugiados sirios “es tanto más preocupante cuanto que esta enfermedad es contagiosa y las condiciones precarias que prevalecen en los campos podrían favorecer su propagación, así como la aparición de otras epidemias”, afirmó el 10 de mayo en un comunicado el Ministerio de Sanidad libanés.
La llegada de refugiados sirios a Líbano se ha asociado a una mayor prevalencia de la tuberculosis, que estaba en declive antes de 2011. Al año siguiente el número de casos de tuberculosis aumentó un 27 por cien, con un total de 630 notificados, y las cifras continuaron aumentando hasta 2014.
En 2013 se declaró un brote de leishmaniasis cutánea, una enfermedad de la piel. En 2013 se registraron 1.033 casos, de los cuales el 96,6 por cien se dieron entre los refugiados sirios. En 2010 el número máximo de casos notificados por año fue de seis.
La tasa de incidencia de la hepatitis A en Líbano también ha aumentado considerablemente en 2013 hasta alcanzar 33 casos por cada 100.000 personas. Solo fluctuó entre 5 y 18 casos por cada 100.000 personas antes de 2011. El número medio anual de casos notificados de hepatitis A fue de alrededor de 300 entre 2001 y 2012. Por el contrario, en 2014 el Ministerio de Sanidad informó que se registraron casi 2.600 nuevos casos entre los propios libaneses. El aumento se observó principalmente en las provincias de Bekaa y el norte de Líbano, que son las más cercanas a las fronteras sirias y que registran la mayor densidad de refugiados. Además, en 2013 solo se notificaron a las autoridades libanesas 220 casos de sirios con síntomas de hepatitis A. Esta cifra ascendió a 859 casos en 2014.
En 2022 se registró un resurgimiento de la hepatitis A en Líbano, con 609 casos registrados, según un informe publicado por el Ministerio de Salud en junio de 2022. La mayoría de los casos afectaron a los residentes de Arsal y la Bekaa. Se observó un fuerte aumento, especialmente en verano, atribuido a la contaminación del agua por las heces.
El 5 de octubre de 2022 también se declaró una epidemia de cólera en la región rural de Akkar, en el norte de Líbano, una enfermedad diarreica aguda, que también está causada por la ingestión de agua o alimentos contaminados por heces.
El ministro saliente de Sanidad, Firas Abiad, declaró que la ola epidémica estaba relacionada con la que azota a Siria. Se trata del primer resurgimiento de la enfermedad en Líbano desde 1993. El último caso de cólera se registró el 5 de enero del año pasado. El saldo final fue elevado: 671 casos confirmados, 23 muertes y más de 8.000 casos sospechosos.
Líbano también ha experimentado varias epidemias de sarampión en los últimos veinte años. Se han notificado diez casos cada año en Líbano entre 2010 y 2012. Sin embargo, en 2013 se informó de un brote de sarampión con 1.760 casos registrados, de los cuales el 13,2 por cien se produjeron entre refugiados sirios. Coincidió con una afluencia masiva de estos últimos.
Cinco años después se informó de una segunda ola epidémica con 952 y 1.070 casos en 2018 y 2019, respectivamente. Las provincias más afectadas fueron también las de Bekaa (44,5 por cien) y el norte de Líbano (34,4 por cien).
El año pasado se produjo una tercera ola.
En lugar de hablar de los refugiados de verdad y sus sangrantes problemas, los medios han recurrido a la ficción de los “refugiados climáticos”, una de las cortinas de humo más absurdas que han inventado los organismos internacionales para ocultar el verdadero drama de los refugiados de carne y hueso.