Azerbaiyán se sube a lomos de gigantes

La semana pasada Putin llegó a Bakú, la capital de Azerbaiyán, para una visita de dos días que vuelve a demostrar, por si cabían dudas, que el presidente ruso no está tan aislado como le gustaría a los intoxicadores occidentales.

La visita es significativa porque Azerbaiyán fue uno de los primeros países que prometieron ayuda a Ucrania al comenzar la guerra contra Rusia en febrero de 2022.

La situación, pues, sigue cambiando en el Cáucaso. Azerbaiyán es un país estrechamente ligado a Turquía, pero también tiene sus propios intereses. Como ya explicamos en mayo, el gobierno francés denunció la intervención del gobierno de Bakú en Nueva Caledonia en apoyo al levantamiento independentista.

Francia desempeña un cierto papel protagonista en el Cáucaso, en países como Georgia, donde Saakashvili, el presidente pelele, tiene doble nacionalidad franco-georgiana y en sus tiempos fue el más fiel escudero de Estados Unidos.

Ahora Georgia bascula hacia un lado y Armenia, derrotada en una guerra reciente con Azerbaiyán, hacia el opuesto. En septiembre del año pasado Azerbaiyán recuperó por la fuerza el Alto Karrabaj, una región montañosa azerbaiyana poblada por armenios, que habían cultivado sus vínculos con Estados Unidos creyendo que así garantizaban su supervivencia.

Los países del Cáucaso y Asia central pudieron comprobar lo que pueden esperar de la tutela occidental.

Azerbayán es un importante proveedor de energía para los países occidentales. La Unión Europea ha recurrido a Bakú para sustituir el gas ruso y en noviembre acogerá la conferencia climática COP29.

También en este caso la visita de Putin se produce en el contexto de la expedición ucraniana contra Kursk, una ofensiva que parece atacar principalmente el centro de distribución de gas ruso de Souja, lo mismo que el sabotaje del North Stream.

En Bakú se tienen que sentir amenazados por la desestabilización occidental del mercado mundial de hidrocarburos.

Mientras Armenia se aleja de la OCS, Azerbaiyán pide el ingreso en los Brics, que es una manera de jugar a dos barajas, exactamente igual que su padrino turco: liberarse de sus lazos con occidente y acercarse a Rusia, China e Irán, su vecinos.

En Bakú quieren posicionarse como un puente entre Oriente y Occidente. El país aspira a convertirse en un vínculo comercial esencial, en particular perfilándose como una ruta preferida para el transporte ferroviario entre China y Europa. Esta pretensión va acompañada de un deseo de diversificar sus asociaciones, como lo demuestra su creciente papel como proveedor de gas para Europa.

India, que mantiene estrechas relaciones con Armenia, está por medio. La incorporación de Azerbaiyán a los Brics puede proporcionar a Bakú una plataforma para defender su caso ante el gobierno Nueva Delhi e influir en la posición de la India en la guerra permanente de Nagorno-Karabaj.

El atractivo de los Brics es evidente para muchos países del mundo, como Azerbaiyán. Los Brics les dan mucho sin privarles de nada.

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