La fijación del salario mínimo es siempre una decisión política, y depende de lo que la clase gobernante quiera para remunerar el trabajo. En tiempos del primer gobierno de Perón en Argentina, se decidió que la renta nacional se iba a dividir en dos, y que el capital se llevaría el 50 por ciento y el trabajo se iba a llevar el otro 50.
Sin duda era una decisión política de gran calado. En este momento la renta nacional de los países de la Unión Europea está en aproximadamente el 30 por ciento en manos del trabajo y en el 70 en manos del capital.
Todo esto viene a cuento del último aumento del salario mínimo fijado por el gobierno español que se negoció con los sindicatos amarillos UGT y CCOO y que fue de la enorme suma del 8 por ciento y que en la práctica significa unos 50 euros más por mes. Se trata de una nueva burla a los trabajadores.
El poder de la clase dominante surge tal como lo explicaba Mao Zedong de la boca de los fusiles y agrego yo que a ello hay que sumar de la posesión del dinero, que también sale de quien maneja los fusiles.
Quien tiene el dinero, tiene el poder. Si el dinero está repartido entre muchos el poder está repartido entre muchos; y si el dinero está en pocas manos, que siempre son las manos de los burgueses, el poder está en manos de unos pocos burgueses, que como sabemos son una clase minoritaria.
Si admitimos que el dinero circulante está muy repartido el poder está muy repartido, y daremos en la diana del por qué siempre los salarios se suben en forma tan miserable. Con una subida salarial del ocho por ciento que se anunció a bombo y platillo se nos dijo que era la subida salarial más importante de los últimos años quizá para crear culpa entre los trabajadores.
Pero ¿que pasaría si el aumento salarial fuera del cien por ciento? Se me dirá que eso es imposible; que estoy loco; que eso significaría la ruina del país y otras catástrofes. Mi respuesta es que no pasaría absolutamente nada. Meter dinero en el bolsillo de las clases más desfavorecidas, implica entre otras cosas que esas clases ya no son tan desfavorecidas; que pueden gastar más; que pueden comprar más, y que en su conjunto pueden decidir sobre la economía del país y su política.
Y eso es lo que la clase dominante precisamente no quiere. Si pasara lo que acabo de exponer se habría producido una pérdida de poder por parte de la clase dominante, y eso es «casus belli» (causa de guerra). Esto demuestra a las claras que la decisión política de subir los salarios es una decisión que tiene mucho que ver con la lucha de clases, y que la clase gobernante siempre se niega y se negará a subir los salarios en forma significativa, porque en ello le va la vida. Nunca permitirán que un atajo de desarrapados les quite lo que consideran suyo por derecho divino. Y vaya si es divino tener el poder.
Y como segunda conclusión; habrá que recordar que el poder habrá que arrancarlo de las manos de los que lo tienen para conquistar mejores salarios y hacer que el poder lo tengan los que crean la riqueza y no los que se apoderan de la misma en forma engañosa y fraudulenta.