Desde que Hersh explicó que el gobierno estadounidense estaba detrás de la voladura de los gasoductos Nord Stream en el mar Báltico el pasado mes de septiembre, confirmando la hipótesis más probable de este acto de sabotaje, las redes sociales han bullido.
La decisión se tomó ya a finales de 2021, antes de la invasión de Ucrania. En junio del año siguiente, buzos de la Armada estadounidense habrían colocado explosivos en los oleoductos en el marco de las maniobras de la OTAN Baltops 2022, que fueron detonados a distancia en septiembre.
La operación fue ordenada por Biden y llevada a cabo bajo la dirección de la CIA. En ella se utilizaron específicamente buzos de la Armada -no personal de las Fuerzas Especiales-, ya que las operaciones encubiertas de las Fuerzas Especiales no son responsabilidad exclusiva del mando militar, sino que deben ser notificadas al Congreso y comunicadas con antelación a sus dirigentes.
El reportaje de Hersh no ha sido una sorpresa para nadie y, como involucra directamente a la Casa Blanca en un atentado terrorista, las cadenas de intoxicación se han callado como perros.
No ha sido una sopresa porque en enero del año pasado la subsecretaria de Estado, Victoria Nuland, ya había amenazado con destruir el gasoducto: “Quiero dejarles muy claro hoy que si Rusia invade Ucrania, Nord Stream 2 quedará bloqueado de una forma u otra”.
A partir de ahí la CIA elevó el nivel de confidencialidad de la operación, evitando así la supervisión parlamentaria. Así pues, la responsabilidad de la decisión recayó exclusivamente en Biden.
Ayer el Parlamento alemán debatió el ataque, ya que son los máximos perjudicados por el mismo.
Por su parte, la Casa Blanca ha respondido al reportaje como cabía esperar. La portavoz del Consejo de Seguridad Nacional ha asegurado que “es totalmente falso y una invención total”.
La CIA ha dicho lo mismo: “Esta afirmación [de Hersh] es completa y totalmente falsa”.
El Ministro de Asuntos Exteriores noruego repite que el reportaje de Hersh es “falso”.
Pero en el mundo nadie cree ni a la CIA, ni a la Casa Blanca, ni al Departamento de Estado, ni a Noruega. Todos sabían de antemano quién es el autor del atentado, salvo en el caso de Noruega. Lo que Hersh ha aportado no es quién sino cómo se llevó a cabo.
Quedan varios flecos en el relato de Hersh, que el tiempo irá matizando. El más importante de ellos es el papel de los británicos en el sabotaje. Es dificil creer que no tuvieron ninguna participación.