La farmacéutica AstraZeneca había prometido vender su vacuna “a precio de coste” mientras durara la pandemia, pero parece que la pandemia no se va a acabar nunca. La Organización Mundial de la Salud no tiene en perspectiva decretar el final de esta pesadilla. ¿Para qué?
Eso le impide seguir vendiendo vacunas “a precio de coste” porque, a diferencia de la competencia, no ganaría dinero con ello y el capitalismo impone las condiciones del mercado. Por lo tanto, AstraZeneca va a subir los precios de su vacuna.
Oxfam ya acusa a la empresa británica de incumplir su promesa y abandonar las filas de la caridad y el altruismo.
La explicación de la farmacéutica es pintoresca: la pandemia está entrando en una fase endémica. Acabará formando parte de la vida cotidiana en el futuro, de eso que llaman la “nueva normalidad”.
Salimos del confinamiento, pero luego volvemos a entrar por decreto gubernativo y porque la “incidencia acumulada” se ha disparado.
Nos ponemos mascarilla para entrar y nos la quitamos al salir, porque en un sitio hay virus y en el otro no.
No podemos salir de casa sin el móvil, que es como la vieja cartera de piel donde guardamos nuestro salvoconducto más preciado: un pasaporte de salud que nos permite conservar nuestro puesto de trabajo.
El mundo nunca imaginó que el miedo se podía digitalizar e introducir en un código de barras para que empresas como AstraZeneca ganaran dinero.
Después de tantas vueltas, el mundo solo resultó ser, finalmente, un agujero tenebroso, lleno de mierda y corrupción.
Unos pocos lo supimos a partir del 2020. Otros todavía no se han enterado. Y otros murieron (y morirán) sin siquiera sospecharlo.
Ayer me pasó algo curioso. Vi la película alemana «El hundimiento», sobre los últimos días de Hitler. Y cuando éste, enfermo y enloquecido, hablaba de exterminar a los judíos por considerarlos «impuros», vi una analogía con la actualidad y los no «vacunados», a los que se les considera apestados y se plantea reprimirlos, aislarlos y encerrarlos. La locura nazi y la locura covidiana. Pero ahora mucho peor, sin ninguna «URSS» que aniquile a estos desquiciados.