Armenia: todo por un plato de lentejas

En Armenia las manifestaciones populares que exigen la dimisión del primer ministro Nikol Pashinian no remiten y son violentamente reprimidas por la policía. Pero los medios de comunicación guardan silencio porque Pashinian se ha convertido en un peón del imperialismo en los Balcanes.

Pashinian es un Zelensky aún más grotesco, si cabe. Entró en guerra con Azerbaiyán para defender el Alto Karabaj, un territorio simbólico para los armenios, porque creyó que la OTAN le apoyaría. No fue así. Fue aplastado por los azeríes, el ejército ruso, que ejercía como fuerza de paz, ha tenido que abandonar la región y Erevan la ha entregado a su peor adversario.

Las manifestaciones comenzaron primero en el Alto Karabaj, con la población bloqueando las carreteras. Ahora las protestas están en las calles de la capital.

Pashinian ha sacado a su país del Tratado de Seguridad Colectiva (Rusia, Bielorrusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán) para firmar un acuerdo de cooperación con Estados Unidos. La Guardia Nacional de Kansas adiestará al ejército y la policía armenias.

Rusia, que desde los tiempos soviéticos había defendido la supervivencia del pueblo armenio, deberá desmantelar la base militar que tiene en el país y prepararse para una escalada de provocaciones en el Cáucaso.

Pashinian le da la vuelta a la historia por completo y le asegura a un parlamentario que Bielorrusia (e indirectamente Rusia) había apoyado la guerra desatada por Azerbaiyán en el Alto Karabaj. Por eso no recurrió a los mecanismos de ayuda del Tratado de Seguridad Colectiva, cuyos miembros, añadió, planeaban una guerra contra Armenia, de mutuo acuerdo con Azerbaiyán.

Naturalmente, la única salida era sacar al ejército ruso del Alto Karabaj, abandonar el Tratado y arrojarse en brazos de Estados Unidos.

Pashinian llegó al gobierno en 2018 después de una de esas “revoluciones de colores”, enfundándose en el manto de un “pacifismo” que luego no ha aparecido por ninguna parte.

Ahora las calles de Erevan le devuelven un poco de aquel malestar que le auparon a los despachos oficiales. Esperamos que esta vez le devuelvan a la misma cárcel de la que salió.

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