A mediados de agosto el canciller alemán, Olaf Scholz, declaró que “dramáticamente” faltaba una interconexión entre la Península Ibérica y Europa central, pasando por Francia, para “aliviar” el suministro de gas.
El martes volvió a insistir. “Quiero subrayar de nuevo que apoyo mucho esa conexión”, dijo en una rueda de prensa con Pedro Sánchez. El gasoducto permitiría “mejorar las interconexiones de la red europea de gas en la actualidad y, a largo plazo, también se trata de utilizar el hidrógeno verde” en Europa de forma conjunta, insistió.
El proyecto no es nuevo. Con el nombre de Midcat -abreviatura de Midi (sur de Francia) y Catalunya- se puso en marcha en 2013 para que España y Portugal pudieran transportar gas licuado procedente de Estados Unidos o Qatar, a Europa central a través de Francia. Se abandonó en 2019 por la falta de apoyo de Francia.
“Estoy muy agradecido de que el canciller alemán comparta la visión de la necesidad de reforzar estas interconexiones”, dijo Pedro Sánchez, que asistió como invitado del gobierno alemán.
El proyecto “es algo que el gobierno español lleva pidiendo a Europa desde hace mucho tiempo”, dijo Pedro Sánchez. La infraestructura podría incluso estar operativa en un plazo de “ocho o nueve meses” en el lado español, según Enagás.
No es la primera vez que los gobiernos español, alemán e incluso portugués se pronuncian sobre el tema de las interconexiones europeas. Tanto Portugal como España disponen de numerosas infraestructuras portuarias para recibir el gas licuado transportado por barco desde todo el mundo, que podrían redistribuir por Europa.
Francia tiene otro plan
El problema es que a Francia no le interesa que Portugal y España le hagan la competencia. Francia ya tiene dos interconexiones de gas con la Península Ibérica en Biriatou y Larrau, aunque son oleoductos pequeños, de sólo 8.000 millones de metros cúbicos al año, frente a los 55.000 millones del Nord Stream 2, el oleoducto del Mar Báltico que une Rusia con Alemania.
Hay una tercera terminal de regasificación en Bouches-du-Rhone, puesta en marcha en 2010, que permite a Francia importar grandes cantidades de gas licuado sin necesidad de un nuevo gasoducto. Además, el gobierno francés tiene previsto construir una cuarta terminal de gas licuado en el Havre.
Madrid y Lisboa quieren convertirse en un importante centro de exportación de gas licuado a Europa gracias al Midcat, pero una parte de la infraestructura tiene que pasar por Francia. Cuando se construye un oleoducto, el país por el que pasa lo paga, y los franceses no querían asumir el coste, estimado en 3.000 millones de euros, para dejar que los portugueses y españoles compitan con ellos en Europa.
Francia quiere invertir el dinero en la construcción de terminales de gas licuado en Europa, en lugar de construir enormes tuberías para comprar gas español y portugués. Su objetivo es convertirse en la puerta de entrada del gas licuado en el continente. Si construye a tiempo la cuarta terminal de gas licuado en el Havre, el gas licuado importado irá a parar a Alemania.
En consecuencia, la Unión Europea está muy poco unida en este punto porque la competencia capitalista está por encima.
Pero el gasoducto ibérico tampoco es una solución, ya que no podría abastecer el elevado consumo de gas de Europa central, y en particular de Alemania. Tampoco hay gas licuado en el mundo capaz de saciar las necesidades europeas de gas. Este año la demanda mundial de gas licuado alcanzará los 436 millones de toneladas, mientras que la oferta disponible no superará los 410 millones.
Teniendo en cuenta los nuevos proyectos existentes, la capacidad aumentaría sólo un 2 por cien este año y un 3 por cien el año que viene. En 2026 el mundo sólo dispondrá de unos 100 millones de toneladas adicionales de gas licuado. De ahí los planes europeos de reducción del consumo.