Hace años que Israel y Estados Unidos quieren acabar con la UNRWA porque es la manera de acabar con el núcleo central del problema palestino: los cinco millones de refugiados. Durante décadas, en las negociaciones entre Israel y Palestina nunca ha faltado una reivindicación esencial: el regreso de los refugiados palestinos, aunque fuera en una cantidad simbólica.
En enero Netanyahu dijo que la UNRWA pretendía perpetuar “la narrativa del llamado derecho de retorno, cuyo objetivo real es la destrucción del Estado de Israel”. Por lo tanto, la UNRWA debe “desaparecer de este mundo”. El objetivo estratégico es “relegar al olvido” la cuestión del derecho palestino al retorno. Los refugiados nunca podrán volver a su tierra y la limpieza étnica iniciada en 1948 se habrá consumado.
El plan israelí consiste en que la UNWRA transfiera su cometido al ACNUR, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
Hace cuatro años los palestinos revivieron la cuestión de su derecho a, retorno organizando marchas simbólicas a sus antiguas aldeas. Era un asunto de un día: el Día de la Tierra.
Aquel primer día, miles de personas se reunieron en Arraba, en el norte de Israel, en Sawawil, una aldea beduina en el Neguev, así como unas pocas decenas en Jabaliya, en Gaza. Sólo había 70 manifestantes frente a la Puerta de Damasco en Jerusalén Este, y al anochecer todo había terminado.
Las protestas que han tenido lugar en lo que va de año, en cambio, han movilizado a decenas de miles de palestinos. 33 de ellos murieron y cientos más resultaron heridos por francotiradores estacionados en la frontera con Gaza para imponer la zona de exclusión. Han surgido campamentos de protesta a 700 metros de la valla fronteriza. No hay señales de que la protesta esté disminuyendo y todavía faltan varias semanas para el aniversario de la Nakba en mayo.
Inicialmente, el ejército israelí quedó desconcertado al ver a 30.000 manifestantes desarmados marchando hacia la valla fronteriza el primer día de la manifestación. 773 palestinos recibieron disparos con munición real.
Todo es ETA, todo es Hamas
La historia de la limpieza étnica en Palestina está plagada de crímenes de guerra. Hoy, además de pensar que no tienen nada por qué disculparse, los israelíes se regocijan por los asesinatos de palestinos.
El ministro de Defensa israelí, Avigdor Lieberman, se inspiró en la doctrina de la Audiencia Nacional (“Todo es ETA”) cuando dijo: “No hay gente inocente en Gaza. Todo el mundo está conectado con Hamas. Todo el mundo recibe un salario de Hamas y todos los militantes que intentan desafiarnos y cruzar la frontera son militantes del brazo armado de Hamas”.
Un vídeo tomado el 22 de diciembre por un francotirador israelí fue transmitido en el Canal 10 con el mismo comentario. En el vídeo uno de los soldados grita emocionado mientras un palestino recibe un disparo en la cabeza: “¡Vaya, qué vídeo! ¡Sí! Toma eso, hijo de puta”.
El ministro de Educación, Naftalí Bennett, dijo a Ynet: “¿Desde cuándo juzgamos a un soldado por la elegancia de su lenguaje? Prefiero un soldado feliz a un padre afligido”.
El ministro de Seguridad Pública, Gilad Erdan, del partido Likud de Netanyahu, dijo a Ynet: “Creo en la pureza de las armas de los soldados y en la ética del combate. Por tanto, mi principio es siempre defender, de hecho, a los soldados que están en el campo de batalla”.
Las protestas violentas no valen, las pacíficas tampoco
Del lado palestino se están añadiendo nuevos elementos a esta forma de protesta. A diferencia de la Segunda Intifada o incluso de la Primera, hasta ahora ha sido completamente pacífica. Ningún soldado israelí recibió disparos ni resultó herido. El arsenal de armas caseras de Gaza permaneció en casa.
Asimismo, esta protesta no tiene dirección. Al principio Hamas se mostró reacio a involucrarse, aunque la organización reconoció que algunos de sus miembros habían sido asesinados. Lejos de apoyar las protestas en Gaza, Mahmoud Abbas, el presidente palestino aislado de Washington por su oposición al reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, sigue negándose a pagar los salarios de los funcionarios de Gaza.
En otras palabras, mientras decenas de miles de palestinos en Gaza intentan -simbólicamente- romper el asedio, Abbas continúa reforzándolo. Ni Hamas ni Fatah tienen influencia alguna sobre lo que sucede después. La protesta es verdaderamente popular.
El tercer elemento de la táctica de protesta es que es contagiosa. Si esto continúa, habrá una reacción en Cisjordania. En la diáspora palestina en Jordania también se habla de organizar manifestaciones en la frontera del país con Israel.
Cuando llegue mayo, Israel podría encontrarse ante protestas a través de sus fronteras. Por eso Israel literalmente quiere acabar con esta forma de protesta ahora mismo.
Esta acción es una bofetada a los aliados árabes de Israel. Dos meses antes de la ofensiva de Israel, Abbas fue informado en Riad por el príncipe heredero Mohammed Bin Salman de que los palestinos no obtendrían Jerusalén Oriental como su capital y que no habría derecho de retorno para los refugiados palestinos ni para sus descendientes.
La consecuencia no deseada de esta estratagema para “relegar a los refugiados al olvido” es que la cuestión de los refugiados ha recuperado su lugar central en el conflicto.
Cuanto más intenten Arabia saudí, Emiratos Árabes Unidos y Egipto reforzar los planes de Israel y Estados Unidos para lo que Trump llamó el “acuerdo del siglo”, más dañarán la causa palestina y más se distanciarán de los sentimientos de los pueblos árabes.
La UNWRA es un testigo internacional de los crímenes cometidos contra el pueblo palestino durante décadas. Por eso quieren acabar con el testigo y enseñar a la próxima generación de palestinos que Jerusalén no es la capital de Palestina y que la Palestina ocupada no es su país.
Los campos de refugiados seguirán siendo símbolos de la cuestión palestina, del mantenimiento de su identidad nacional y de su regreso al retorno.