Desde los primeros momentos de la independencia de los países africanos, los imperialistas organizaron todo tipo de maniobras de desestabilización y golpes de Estado. Entonces la CIA aún no había asumido las riendas de ese tipo de operaciones, que quedaron a cargo de las antiguas potencias coloniales europeas.
Justo después de la independencia, en 1959, los servicios secretos franceses orquestaron la Operación Persil para deshacerse del Presidente guineano Sekou Touré. El nombre de la operación respondía a una marca de detergente muy conocida en aquella época: “lava más blanco”. Tenía un contenido racista muy poco disimulado: los blancos debían limpiar la mierda que dejaban los negros en África (y no al revés).
Guinea era el único país africano francófono que se negaba a asociarse con Francia. Los viejos colonialistas consideraban que Touré había impuesto un régimen socialista prosoviético en Guinea. Un año antes había desairado al general de Gaulle durante una visita. La multitud le abucheó.
En París encargaron lavar la ropa sucia africana al servicio de espionaje exterior, el SDECE y, más en concreto, a la unidad de choque 11, responsable de las tareas más comprometidas.
En febrero de 1959 media docena de esbirros de la unidad 11 llegaron a Dakar, la capital de Senegal, se vistieron de paisano y se instalaron en un chalet. Al frente estaba el capitán Freddy Bauer, recién llegado de Argelia.
La operación se planeó en el despacho en París de Jacques Foccart, hombre de confianza del general de Gaulle. Maurice Robert, jefe del espionaje francés en África, lo reconocería muchos años después en sus memorias: “Había que desestabilizar a Sekou Touré, hacerle vulnerable e impopular, y facilitar la toma del poder por la oposición. Así pues, decidimos armar y entrenar a los opositores guineanos para crear un clima de inseguridad en Guinea y, si era posible, derrocar a Sekou Touré. Esta era la misión de los hombres de la unidad 11 de choque”.
Como siempre, los colonialistas encontraron lacayos sobre el terreno, alguien dispuesto a venderse al mejor postor y hacer el trabajo sucio. Los esbirros del espionaje francés se apoyaron en “Solidaridad Guineana”, una organización de opositores en el exilio. Establecieron varios canales para enviar armas a las redes de oposición guineanas, e incluso planear el asesinato de Sekou Touré, que había sido democráticamente elegido en las urnas.
Armaron demasiado ruido y los ecos de la comunidad guineana en Senegal llegaron a oídos del propio Sekou Touré, que protestó ante Pierre Messmer, Alto Comisario francés en Dakar.
En la primavera de 1960 los planes golpistas salieron a la luz. El 10 de mayo la policía senegalesa incautó un cargamento de armas en la frontera con Guinea. La investigación condujo hasta un paracaidista francés, el capitán Garuz, cerebro de la Operación Persil. El asunto era lo suficientemente grave como para remontarse a la presidencia de la República de Senegal, país que acababa de obtener la independencia el mes anterior.
El presidente senegalés, Mamadou Dia, informó directamente al general De Gaulle del Golpe de Estado que sus espías tramaban en Guinea: “Hemos sido informados de actividades muy sospechosas en la frontera senegalesa-guineana”, comenzó, antes de desgranar los detalles del Golpe de Estado y denunciar el papel de los espías del SDECE.
“Es una pena que no hayas tenido éxito”, le comentó De Gaulle a Foccart, el cerebro del golpe en París. Habían sorprendido a Francia con las manos en la masa. El golpe había fracasado. Los colonialistas tuvieron que pasar al plan B.
Paralelamente a las operaciones armadas, los espías de la Operación Persil habían diseñado otra forma de desestabilizar a Sekou Touré: hundir económicamente a su gobierno.
Guinea se había tomado en serio la palabra “independencia”. Los soviéticos modernizaron el puerto de Conakry y renovaron el aeropuerto. Los chinos construyeron fábricas. Sekou Touré se opuso a entrar en el franco CFA y comenzó a emitir su propia moneda. Checoslovaquia se encargó de la fabricación de los billetes autóctonos.
El plan B del SDECE consistía en inundar el país con moneda falsa y que la inflación reventara, creando una situación insostenible para la población. Los esbirros de la Operación Persil se encargaron del contrabando de toneladas de dinero falso fabricado en las imprentas clandestinas de París, entregado en el aeropuerto de Dakar y transportado después a Guinea en camiones.
El coronel Maurice Leroy-Finville, responsable del trabajo sucio del espionaje, lo contó luego en sus memorias. Los billetes falsos eran mejores que los auténticos porque resistían la humedad de Conakry y acabaron sustituyéndolos. La masa monetaria se mantuvo constante y el plan de los colonialistas franceses volvió a fracasar.
Fue el fin de la Operación Persil. Sekou Touré permaneció al frente del gobierno de Conakry hasta su muerte en 1984. La CIA calculó que entre 1959 y 1983 la URSS suministró a Guinea material militar por valor de 188,5 millones de dólares y formó a 920 oficiales del ejército.
comentario
Los comentarios están desactivados.