En Toronto no podrán escuchar en directo a Lisitsa interpretar el Concierto para piano número 2 de Rachmaninov o su impresionante versión de “Claro de Luna” de Beethoven. Se tendrán que conformar con pinchar el enlace correspondiente de Youtube. Además de una mujer con las ideas políticas muy claras, la pianista ucraniana es una estrella en internet, alguna de cuyas interpretaciones ha sido vista y oída por 9 millones de personas.
Pero no sólo su música atrae la atención en internet. Su cuenta de Tweeter no le va a la zaga, lo cual le ha atraído las iras de los fascistas ucranianos, que la han amenazado de muerte varias veces. El presidente de la Orquesta Sinfónica de Toronto, Jeff Malenson, ha calificado el lenguaje de la pianista ucraniana en su perfil de Tweeter como “provocador” y “ofensivo”, añadiendo que sus comentarios podrían ensombrecer sus interpretaciones musicales.
La censura nunca se viste a sí misma, y la doble censura es aún peor. Para evitar que tan feo asunto trascendiera, la Orquesta Sinfónica de Toronto trató de llegar a un acuerdo con Lisitsa, o mejor dicho, trató de sobornarla para que mantuviera la boca -o el ordenador- cerrado. Pero se han topado con una mujer absolutamente digna que ha denunciado públicamente ambas cosas, la censura y el soborno, dejando a la Orquesta en muy mal lugar.
“No se puede acallar la música”, escribió el lunes Lisitsa en su cuenta de Facebook, pidiendo a sus seguidores que se lo hicieran saber a la Orquesta. Naturalmente ha continuado denunciando valientemente la guerra en su país e insertando traducciones de artículos periodísticos sobre el sufrimiento de las masas ucranianas. La pianista ha declarado que su objetivo es desenmascarar las mentiras de los medios de propaganda. “Lo peor que le puede ocurrir a un país es una guerra fratricida”, escribe. “Un año tras otro vemos a las mismas personas acaudaladas en el poder y la miseria y la pobreza por todas partes, decenas de miles de personas asesinadas y más de un millón de refugiados”, denuncia.
En los últimos días la cuenta de Tweeter #LetValentinaPlay@ ha subido como la espuma. Sus mensajes se han multiplicado exponencialmente, llegando a alcanzar la solidaridad de numerosos artistas de renombre, como la violinista Hannah Woolmer. A sus 72 años, Hana Ustohal ha escrito: “¿Qué clase de monstruos están en el poder en este país para tomar esta decisión loca y sádica de no permitirte tocar? He devuelto mi entrada para el concierto del miércoles”.
Aunque sus padres eran de origen ruso-polaco, Valentina Lisitsa nació en Kiev, de donde se trasladó a Odessa con su familia y luego a Estados Unidos, donde es objeto de una feroz campaña por parte de los fascistas ucranianos, que la acusan de ser una portavoz del Kremlin. Tanto en Estados Unidos como en Canadá, los grupos de presión ucranianos son extraordinariamente fanáticos y tienen una gran influencia política. La cuenta de Lisitsa en Tweeter es “NedoUkrainka” que significa “sub-ucraniana” en referencia a las declaraciones del primer ministro ucraniano Arseni Yatseniuk en las que, siguiendo a Hitler, calificó a los habitantes del Donbas de “sub-seres humanos”.
La pianista ucraniana es un ejemplo para todos de muchas virtudes, además de las musicales: de coraje personal, de criterio propio frente a la avalancha desinformadora, de decisión, de sensibilidad humana y de compromiso social. Como Beethoven hace 200 años, Lisitsa también se niega a ponerse pelucas y postizos. Además interpreta “Para Elisa” de esta manera tan emocionante: