Como consecuencia de ello, las familias pasan frío en invierno y calor en verano; las viviendas presentan moho y humedades; los pobres disponen de menos dinero para satisfacer otras necesidades básicas y, lo que es más grave, se producen muertes prematuras en invierno. Hasta 7.200 fallecimientos podrían evitarse si se erradicara el problema, según el sistema de medición de la Organización Mundial de la Salud.
La cifra procede del último estudio bienal sobre pobreza y “desigualdad energética” de la Asociación de Ciencias Ambientales publicado en abril de este año.
Los incendios por uso de velas o enfermedades cardiorespiratorias son los efectos, casi siempre mortales de quienes carecen de ingresos para mantener el suministro de luz y, por lo tanto, carecen de servicios básicos del hogar, como la calefacción, nevera, agua caliente, televisión o el ordenador.
Según la Encuesta Europea de Ingresos y Condiciones de Vida de Eurostat, 54 millones de ciudadanos de la Unión Europea, es decir, más del 10 por ciento de la población, vivía en 2012 en hogares cuyos moradores no pueden mantenerlos a una temperatura adecuada durante el invierno o, por decirlo como se ha dicho toda la vida: que pasan mucho frío.
La “pobreza energética” es una expresión con la que hoy tratan de ocultar la pobreza, la miseria y la explotación. Es la misma situación a la que el capitalismo ha sometido a las masas a lo largo de toda su historia.
Se trata de hacer creer que esta situación es consecuencia de “la crisis” y no es así: es consecuencia del capitalismo que siempre conduce a millones de personas en todo el mundo al hambre, a la humillación y a la desesperación.