La Primavera de 1987 tuvo consecuencias inmediatas. La primera fue irreversible: el fallecimiento de un obrero campurriano, Gonzalo Ruiz, que fue víctima de un ataque de la Guardia Civil, que tomó militarmente y por la fuerza una ciudad como Reinosa, donde se produjeron decenas de detenciones, agresiones, destrozos, heridos y que cambió para siempre la mentalidad de los campurrianos.
A comienzos de 1987 Reinosa vivía un enorme clima de tensión social y laboral a causa de las carencias de servicios públicos y del declive constante de sus industrias. Los datos son más que significativos: se habían perdido 2.000 puestos de trabajo en dos años a causa de la reconversión industrial. A principios de marzo, Cenemesa presentó un expediente de rescisión de 178 contratos, mientras Forjas y Aceros aprobó un expediente “de excedentes” que afectaba a 463 trabajadores.
La sangría de empleos parecía no tener fin. Y en ese contexto se hizo público solo unos días después que el hasta entonces presidente de Forjas, Enrique Antolín, dejaba su puesto para ocupar el cargo de consejero de Obras Públicas en el Gobierno Vasco. Cuando llegó a la fábrica de Reinosa a recoger sus pertenencias, fue retenido por los trabajadores para forzar una negociación.
Esa fue la espita que desencadenó el conflicto posterior. Tras su liberación por la Guardia Civil y el posterior desarme y expulsión de los miembros de la Guardia Civil por parte de los obreros, el Gobierno de Felipe González, con José Barrionuevo como ministro del Interior y con Luis Roldán como máximo responsable de la Guardia Civil, respondió a las demandas obreras con cada vez mayores contingentes de guardias civiles, tanquetas y helicópteros.
Los días se sucedieron con enfrentamientos continuos, que culminaron el Jueves Santo con cargas de la Guardia Civil sobre la población y un saldo de más de 60 detenciones, casi 100 heridos y, días después, un muerto, Gonzalo Ruiz.
Aquella experiencia muestra que la concienciación, organización y lucha son el único camino para defender los puestos de trabajo y el futuro de Cantabria, a la vez que evidencia hasta dónde pueden llegar los poderosos para imponer sus intereses económicos a todo un pueblo.