Los laboratorios de todo el mundo, que no son otra cosa que empresas capitalistas, compiten por ser los primeros en encontrar una vacuna contra el coronavirus, que se ha convertido en la piedra filosofal de la pandemia. En biomedicina, la competencia capitalista significa la entrada de fondos buitre en las empresas, cuyas acciones se multiplican con las subvenciones públicas.
Es obvio: el dinero anunciado a bombo y platillo con motivo de la pandemia no llega a ningún enfermo, sino única y exclusivamente a empresas, en este caso a los laboratorios que trabajan en descubrir una vacuna.
En Estados Unidos los 6.000 millones de dólares de dinero público que se han entregado a los laboratorios han adoptado una forma militar: la Operación Velocidad Punta.
El dinero público forma vasos comunicantes con el capital riesgo. Vaxart, una pequeña empresa con sede en San Francisco que ha sido seleccionada para formar parte de la Operación Velocidad Punta, ha disparado la cotización de sus acciones. Gracias a ello, el fondo buitre que controla la empresa obtuvo 200 millones de dólares de beneficios de un día para otro.
Es un dinero puramente especulativo en el que la vacuna sirve de “gancho”. Bastan las buenas noticias para que el dinero corra a comprar acciones. Por eso desde el inicio de la pandemia proliferan las ruedas de prensa y los comunicados de seudocientíficos vendiendo humo y falsas esperanzas.
En un comunicado de prensa, Vaxart anunció que iniciaba un ensayo clínico de la vacuna con primates y que el maná público podía llegar en cualquier momento. Fue más que suficiente para que los accionistas ganaran cientos de millones de dólares.
Algunas empresas que van a recibir dinero de la Operación Velocidad Punta jamás han sido capaces de fabricar ninguna vacuna. Es el caso de Novavax, una empresa que ha recibido 1.600 millones de dólares de los presupuestos del Estado gracias a la pandemia. En sus 30 años de “investigación científica” no hay más que fracasos, pero la cotización de sus acciones en bolsa se ha multiplicado por cinco: ha pasado de 20 millones de dólares a 100 millones tras su entrada en la Operación Velocidad Punta.
En la carrera por la vacuna milagrosa hay al menos 11 empresas que desde marzo han vendido acciones por un valor muy superior a los 1.000 millones de dólares. Es el milagro del humo y las constantes noticias de proyectos “científicos” que están siempre a punto de dar sus frutos.
Otras empresas de la Operación Velocidad Punta, como Pfizer son bien conocidas. El monopolio se ha embolsado casi 2.000 millones de dólares de dinero público vendiendo promesas. y grandes esperanzas
La institución que gestiona el dinero de los presupuestos públicos se llama Barda (Agencia de Investigación y Desarrollo Biomédico Avanzado), aunque en la trastienda se mueven los grupos de presión farmacéuticos.
El capo de las vacunas de la Casa Blanca se llama Moncef Slaoui, procede de la multinacional GlaxoSmithKline y fue cabecilla de la empresa Moderna.
Alex Azar, Secretario de Salud y Servicios Sociales desde enero de 2018, fue cabildero de la multinacional farmacéutica Eli Lilly y se hizo famosos cuaando subió el precio de la insulina para diabéticos.
Otro personaje de este mundillo es Joe Grogan, director del Consejo de Política Interior de febrero de 2018 a mayo de este año. Fue miembros del grupo de presión de la multinacional Gilead y en enero Trump le designó para dirigir el equipo de “expertos” que “luchan contra la pandemia” desde la Casa Blanca.
No descubrimos nada nuevo diciendo que son “científicos” con un pie en el gobierno y el otro en las empresas privadas.