La recolonización de Africa

Darío Herchhoren

En 1885 se celebró en Berlín una conferencia a la cual concurrieron las potencias europeas que mantenían colonias en África. Esa conferencia, la cual es conocida como Conferencia de Berlín de 1885, significó en la práctica el reconocimiento entre las potencias europeas de su carácter colonizador que dio carta de naturaleza a la conquista del continente africano por parte de los europeos.

Uno de los mayores beneficiarios de ese «reparto», fue sin duda el rey belga Leopoldo I, que era a todos los efectos el «dueño» del llamado Congo Belga, actual República Democrática del Congo. En su carácter de «dueño» de ese vasto territorio Leopoldo I, sometió a sus desdichados habitantes a la más dura represión y esclavización jamás conocida. Era «costumbre» del ejército colonial belga amputar la mano derecha y el pie izquierdo a aquellos congoleños de mala conducta, que se resistían a ser explotados y rechazaban la «civilización» belga.

Como consecuencia de ese reparto, la República Francesa, la de la Libertad, Igualdad y Fraternidad de la Revolución de 1789, resultó agraciada con la mayor porción de territorio africano de aquella fiesta. Desde hacía ya muchos años, Francia era una potencia colonial en África, y ya se había anexionado Argelia, Marruecos y Túnez; y en el Congreso de Berlín, amplió sus posesiones a Senegal, Guinea Conakry, Costa de Marfil, Madagascar, el Congo Francés conocido ahora como República del Congo, Camerún, Alto Volta, Mali, Chad y Centroáfrica. A todo ese inmenso territorio, se le llamó África Occidental Francesa.

A partir de 1945, año de finalización de la guerra mundial, comenzó una política de descolonización, que en realidad fue una falacia. Las antiguas colonias francesas eran formalmente países independientes, pero en la práctica esas antiguas colonias seguían atadas a la antigua metrópoli mediante una economía dependiente de sus anteriores amos.

Uno de los capítulos más negros de esta recolonización fue sin duda la creación del Mercado Común de África del Sudoeste, constituido por 16 países que formaron parte de la antigua África Occidental Francesa, y que incluye a Guinea Bissau que es la antigua Guinea Portuguesa.

La República Francesa, «madre prolífica y desinteresada», cuida a «sus» antiguos hijos, y con el cuento de la francofonía (países francófonos, o sea que hablan francés) les ha impuesto en ese Mercado Común una moneda que es el llamado Franco CFA, o franco africano, que es la moneda de ese mercado común, que está ligado al Euro, y que se cotiza en un cambio fijo de 655 francos CFA por un Euro. En la vorágine de la nueva moneda, metieron también a Guinea Bissau, que es lusófono (hablan portugués), y que nunca tuvo nada que ver con Francia en ese mercado común y su miserable divisa.

Pero el democrático imperio francés, que mantiene un Ministerio de Ultramar para sus antiguas colonias, no contento con la creación maldita del franco CFA, impuso sobre sus desgraciadas criaturas que habían integrado el África Occidental Francesa la obligación de depositar en el Banco Nacional de Francia el 85 por ciento del valor de sus exportaciones, con lo cual sigue controlando sus economías, y su dinero.

Formalmente el dinero de las exportaciones (todo el comercio exterior) de los países africanos del Mercado Común pertenece a esos países y pueden disponer de él libremente; pero en la práctica, ese dinero no está siempre disponible, y los gobiernos africanos deben pedirlo con tiempo para que el Banco Nacional de Francia pueda girarlo lo que significa en buen romance que Francia maneja a su antojo las pobres economías africanas, luego de siglos de esclavitud y saqueo. Así actúa la democrática República Francesa, cuna de las libertades.

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