Ewen Cameron |
Fue reclutado por la CIA y enviado a Canadá para trabajar en el Allan Memorial Institute de la Universidad de McGill, sitio que le permitió mantenerse alejado de los cuestionamientos que los medios norteamericanos y los profesionales de la salud pudiesen llegar a realizar. La financiación de la CIA se descubrió a finales de los años setenta gracias a una solicitud amparada por la Freedom of Information Act, que dio lugar a varias sesiones en el Senado de los Estados Unidos. El instituto parecía más una macabra cárcel que a un hospital. El dinero de la CIA llegaba a través de un organismo pantalla, la Sociedad para la Investigación de la Ecología Humana.
Desde allí, recibiendo importantes sumas de dinero y con acceso a pacientes con problemas mentales, desarrolló el sistema de torturas que posteriormente se transformaría en el manual Kubark de la CIA, publicado secretamente en 1963.
Cameron creía firmemente en la regresión como método de cura: borrarle la mente al paciente le permitiría volver a un estado casi fetal. La alteración del espacio-tiempo era esencial en sus experimentos. Para lograr sus objetivos aplicó toda clase de tortura imaginada: drogas (estuvo directamente involucrado en el desarrollo del LSD), electricidad, sonidos, confinamiento, etc.
Tras haberse encargado del proyecto MK-Ultra, inicialmente llamado Bluebird y posteriormente Proyecto Alcachofa hasta 1953, surge el trabajo que la CIA le había encomendado: el manual Kubark, una guía con métodos de torturas que los agentes debían aprender.
El manual fue enseñado a los militares de muchos de los países que sufrieron dictaduras, como Chile y Argentina, entre otras.
Pacientes mentales, prisioneros de guerra, soldados norteamericanos y hasta varios científicos sufrieron y hasta murieron en manos de Cameron. El caso del investigador Frank Olson y su dudosa muerte forma parte de los misterios de la CIA por aquel entonces.
El proyecto MK-Ultra permitió llevar a cabo varias decenas de sub-proyectos, como las pruebas de nuevas drogas, equipos electrónicos y la creación de cárceles de máxima seguridad, basadas en las celdas de aislamiento.
Ewen Cameron finalmente murió en 1967 mientras continuaba con sus intentos de poner la ciencia a disposición del crimen más organizado: el crimen de Estado.