Esta noticia es histórica porque es la primera vez que China instala una base militar fuera de sus fronteras. Pero no se entendería sin la ayuda del mapa y sin acompañarla de otros datos importantes a tener en cuenta, como la Operación Atalanta aprobada en 2008 por la Unión Europea para reprimir lo que en Bruselas (y en Madrid) califican como “piratería” en Somalia, un país que tiene fronteras comunes con Djibuti.
Al mirar el mapa verán que en Djibuti se acaba África y empieza Asia, que de ahí a Yemen no hay más que cruzar un estrecho charco de agua y que ambos países abren (o cierran) las compuertas del Mar Rojo y el estrecho de Suez, y que la situación en Yemen es… la que ya saben. En cuanto a Somalia… es como la Costa de los Piratas, pero ¿quiénes son los piratas y quiénes los corsarios?
La OTAN, que no podía permanecer pasiva ante tanto interés, también acaba de abrir una oficina en Djibuti. La operación se ha llamado Combined Task Force 151 y está comanda por la V Flota estadounidense, creada en enero de 2009.
China es el mayor acreedor de aquel país del Cuerno de África: casi la totalidad de la deuda exterior de Djibuti son préstamos chinos y están garantizados por importantes concesiones, que se han adjudicado en los últimos cinco años.
Sólo en Etiopía hay ya 350.000 chinos. La mayor parte de los ataques terroristas en África están dirigidos contra técnicos y especialistas chinos que, hasta la fecha eran objeto de una discreta protección por parte del Ejército Popular de Liberación, vestidos de civiles.
Pero China ya ha desplazado a Gran Bretaña en el elenco de los países del mundo que más armas exportan. En febrero del año pasado el ministro chino de Defensa, el general Chang Wanquan, visitó el país africano, donde permaneció un día y medio. En mayo fue el turno de Obama, que recibió al presidente del país africano Ismail Omar Guelleh en la Casa Blanca y le impuso una línea roja que en ningún caso podía franquear: en Djibuti no pueden instalarse bases militares rusas.
Los chinos han demostrado que tenían mucha prisa y ningún portaviones. La guerra en Yemen ha acelerado sus planes. Mientras construían su base aérea y naval en la región de Obock, la Marina china se instaló en el puerto de la capital. El objetivo es garantizar los suministros de petróleo y gas hacia China, así como las exportaciones hacia terceros países.
China está construyendo un oleoducto para llevar el petróleo sudanés hasta el puerto de Djibuti, un proyecto presupuestado en 3.000 millones de dólares para llevar hasta el Extremo Oriente dos millones diarios de barriles de petróleo. Necesita dos aeropuertos, cuatro puertos de aguas profundas y al menos dos líneas ferroviarias.
Ahora mismo China vive la angustia de que su único portaviones, el Lioaning, antes se llamaba Varyag porque se lo compraron a Ucrania en 1998 y se puede decir que no está operativo porque las obras de reparación no acaban nunca. No se puede ser una gran potencia mundial sin portaviones y China está demostrando los límites actuales de su fuerza, no sólo estratégico-militar sino tecnológica. Quizá eso explique algunas debilidades evidentes de su política exterior.
Al primer portaviones “made in China” le quedan cinco años y sin él no puede mover su fuerza aérea. La base de Djibuti colma en parte esa laguna. Antes de que acabe este año el Presidente Guelleh visitará a Xi Jinping en Pekín. Pero todo no iba a ser un inagotable maná para Djibuti. Las presiones del FMI y del Banco Mundial arrecian. Advierten que Djibuti no podrá devolver los préstamos a China, pero parece que les olvida sumar: si todo marcha como hasta el momento, Djibuti será el Singapur de África.
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