Algunos ya piensan en el retorno de los Acuerdos de Minsk-2 para acabar con la guerra del Donbas, una perspectiva favorecida por otra sorpresa aún más sorprendente: Macron se ha vuelto prorruso (o casi).
El Presidente francés ha tomado el relevo a Merkel, harta ya del Donbas, que no le acarrea más que disgustos con Rusia. Da la impresión de que si Macron llega a donde ella no ha sido capaz, como garante de los Acuerdos de Minsk-2 Merkel firmará lo que sea.
Macron invitó a Putin a Fort Brégançon, una negociación detallada por el periódico ruso Vzglyad que todo el mundo ha pasado por alto. Algo normal cuando el curso esperado de los acontecimientos se tuerce para el imperialismo.
Para Macron la prueba de fuego fue el intercambio de presos y, como salió bien, se ha animado a tirar del carro.
El Presidente francés está encantado porque da la impresión de que aún tienen algún peso sobre la situación internacional. Los focos le iluminan aprovechando que Trump naufraga. París tiene un as en la manga: los llamados Acuerdos de Normandía, a los que, además de Moscú y Kiev, también está vinculado Berlín.
Al firmar los acuerdos de Minsk, que eran extremadamente desagradables para Kiev, Poroshenko simplemente intentó ganar tiempo. Pero no tenía ninguna intención de cumplirlos. Por lo tanto, el formato normando (Ucrania, Francia, Alemania y Rusia) para su implementación no tenía sentido.
Kiev se ha mostrado favorable al cuarteto para transformarlo en una plataforma para acusar a Rusia de todos sus problemas, reales o imaginarios. Moscú, por su parte, le ha impuesto una única condición, que sigue en pie: una reunión del cuarteto no tiene sentido si está “insuficientemente elaborada”, es decir, si no hay puntos previamente acordados en los que sea teóricamente posible llegar a un acuerdo.
Con Poroshenko no hay tal posibilidad y, sorprendente, con Zelenski las cosas van de otra manera. En la campaña electoral no habló de paz de la manera acostumbrada sino que ha demoestrado que está dispuesto a llegar a un compromiso con las Repúblicas del Donbas.
Ahora el gobierno de Kiev demuestra que está preparado para discutir sobre Minsk-2 y se cumple la única condición impuesta por Moscú: para negociar las partes tienen que demostrar que están dipuestas a llegar a acuerdos y cumplirlos.
Los problemas involucrados son dos, según Putin: la retirada de fuerzas y equipos de la línea de contacto en el Donbass y la consolidación por escrito de la “fórmula Steinmeier”.
En cuanto al primero, el gobierno de Kiev debe garantizar que el ejército ucraniano respete los compromisos, deje de bombardear a las poblaciones de las Repúblicas del Donbas y mantenga la zona neutral.
La “fórmula Steinmeier” es un poco más complicado e importante. Lleva el nombre del ministro de Asuntos Exteriores alemán que firmó los Acuerdos de Minsk y describe el procedimiento que se debe seguir para cumplir una de las cláusulas más importantes y dolorosas del acuerdo: introducir una enmienda a la Constitución ucraniana para garantizar la autonomía política del Donbas.
Para Kiev, es como admitir la derrota. Comenzaron a atacar el Donbass precisamente cuando los milicianos exigieron su autonomía. Por lo tanto, el retorno a Minsk supone la victoria de los “separatistas”. Peor aún, la autonomía será mucho más amplia que en 2014, más de lo que se atrevieron a imaginar.
Ahora Zelenski ya está en condiciones de introducir la enmienda constitucional porque tiene la mayoría parlamentaria. Rusia ha pedido formalmente que antes de reanudar las negociaciones de “normandía”, la “fórmula Steinmeier” se ponga por escrito. Eso significa que Ucrania tiene que demostrar que realmente está dispuesta a negociar. En caso contrario, los Acuerdos del Donbass seguirán en punto muerto.