El holding automovilístico alemán Volkswagen planea recortar 35.000 empleos en Alemania para 2030, sin cerrar fábricas ni realizar despidos forzosos. Alrededor de 20.000 trabajadores ya han decidido abandonar la empresa.
De momento, el plan de rescate es negociado y por eso la empresa habla de que “vamos por buen camino” con un tercio menos de la plantilla y un aplazamiento de la puesta en marcha de la Agenda 2030.
Es un síntoma de la bancarrota de la industria automotriz europea. No está en condiciones de fabricar vehículos eléctricos porque no puede competir con las marcas chinas.
El plan incluye el aplazamiento de ciertas bonificaciones y la congelación salarial en 2025 y 2026. En su lugar, se abonará un aumento salarial del 5 por cien en dos etapas a un fondo destinado, entre otras cosas, a financiar modelos de trabajo flexibles.
Finalmente, los trabajadores han tenido que aceptar el fin de la producción del Golf con motor de combustión interna en Wolfsburg, que se trasladará a México. La planta alemana seguirá produciendo los modelos eléctricos ID.3 y Cupra Born.
Los malos tiempos para Volkswagen empezaron en 2015, cuando se descubrió que había manipulado las emisiones de CO2 a gran escala. La multinacional instaló deliberadamente una aplicación informática en sus vehículos diésel para falsificar las pruebas de emisiones.
La aplicación informática, conocida como “dispositivo de desactivación”, permitía a los vehículos detectar cuándo se les estaban realizando pruebas de emisiones y ajustar su rendimiento en consecuencia para cumplir con las normas ambientales.
Sin embargo, en condiciones reales de conducción, estos vehículos emitieron niveles significativamente más altos de contaminantes, como óxido de nitrógeno (NOx), que lo permitido por la normativa ambiental.
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