Verdades y mentiras sobre los nazis en Argentina

Darío Herchhoren

A partir de la derrota de Alemania en la guerra mundial (mayo de 1945) muchos jerarcas nazis intentaron huir a lugares seguros donde refugiarse y evitar ser capturados para ser juzgados por crímenes de guerra. Entre los países que podían garantizarles refugio e impunidad estaba la República Argentina, que estaba gobernada por un presidente militar que simpatizaba con los germanos.

¿Era eso un indicio de que los argentinos eran nazis, o que estaban de acuerdo con los campos de exterminio? Seguro que no. Lo que pasaba necesita un explicación: Argentina era un país, donde el imperio británico campaba a sus anchas. Hasta el año 1943, la producción agrícola superaba ampliamente la producción industrial; pero precisamente, en ese año, por primera vez en la historia argentina, la producción industrial superaba la producción agrícola.

Esto era consecuencia directa de la guerra mundial, ya que la potencia militar y económica que irradiaba Inglaterra, comenzaba a menguar a manos de otro imperialismo, que crecía en forma exponencial, y desplazaba a los todopoderosos ingleses. Era el imperialismo norteamericano. No hay que olvidar que el territorio inglés había  sido escenario de la guerra aérea que Alemania había llevado y ello había causado enorme destrucción tanto en la industria como en su omnipresente marina mercante. Los bombardeos alemanes contra Inglaterra produjeron el hundimiento de millones de toneladas de naves pertenecientes a su marina y ello contrajo su comercio exterior lo cual fue aprovechado por una semicolonia como era Argentina para aflojar los violentos vínculos que la ataban al imperio inglés.

El pueblo argentino era profundamente antibritánico, y veía con simpatía cómo el imperio inglés era castigado duramente por los alemanes. Funcionaba el sentimiento de  que el enemigo de mi enemigo es mi amigo. Baste para ello ver cómo los argentinos recibieron a la tripulación del acorazado de bolsillo alemán Graff Spee que se había batido con bravura contra tres destructores de la marina británica en la famosa batalla del Río de la Plata, hundiendo a dos de ellos, y como el capitán Hans Lambsdorff ordenó hundir al Graff Spee, antes de que el restante destroyer a su vez lo hundiera, dadas las graves averías que había sufrido. El recibimiento a los marinos alemanes fue apoteósico, y se los trató como a héroes (que lo eran). Hay que tener en cuenta que la industria de la carne, principal renglón de exportación de Argentina, estaba en manos de frigoríficos ingleses, y que los granos que producía la feraz tierra argentina estaba en manos de empresas inglesas como la Forestal, la Guillermina o la Gallareta. Los ferrocarriles de la República Argentina estaban en manos de empresas inglesas, e Inglaterra manejaba la economía del país.

Pero el 4 de junio de 1943, el ejército da un golpe de estado y destituye al Presidente de la República Ramón Castillo, y finalmente  se designa al General Edelmiro Farrell como nuevo presidente, quien elige el nuevo gobierno y nombra ministros y secretarios de estado, entre los cuales está el coronel Juan Domingo Perón, que asume la Secretaría de Trabajo y Previsión. Esto le permite tener un trato permanente con los sindicatos de trabajadores, que le transmiten sus necesidades y anhelos.

Pero volvamos a los nazis.

En 1945 se produce el colapso de Alemania, y la industria argentina que comienza crecer como nunca a raíz del conflicto mundial necesita técnicos de todo tipo que no tiene. Eso hace de acicate para que muchos técnicos, ingenieros, químicos, físicos, y en general investigadores alemanes e italianos, que trabajaron para las industrias de guerra alemanas e italianas, comenzaran a llegar a Argentina por miles, que son acogidos de buen grado. En el mes de febrero Juan Domingo Perón, ya general, gana las elecciones del día 24 del año 1946, por una mayoría abrumadora, y ello hace que la llegada de alemanes e italianos, algunos de ellos nazis y fascistas, se instalen en Argentina, donde se les da nacionalidad y sobre todo seguridad.

Tuve ocasión hace ya muchos años de conversar con el coronel alemán Hans Rudel que había sido piloto de la Luftwafe (fuerza aérea alemana) y con el general Aldo Bianchi piloto italiano y diseñador de los bombarderos italianos Ansaldo y de los cazas Caproni, y los dos que eran excelentes técnicos se hicieron cargo de la dirección de la fábrica militar de aviones de la provincia de Córdoba.

En la misma provincia fueron internados los marinos del Graff Spee, y se emplearon en la fabricación de motores marinos, y en un pueblo de los suburbios de Buenos Aires llamado Villa Ballester, se instalaron muchos técnicos alemanes.

Cabe ahora la pregunta: ¿podía Argentina que necesitaba técnicos para desarrollar su industria desaprovechar la ocasión de utilizar a los alemanes e italianos simplemente por su posible pasado nazi o fascista? Creo sinceramente que no. El gobierno de Perón, no tenía otros, y en ese año de 1946 en que asume la presidencia de la República Argentina, crea más de mil escuelas técnicas en todo el país; pero los estudios duran seis años, y hasta ese momento no se podía reemplazar a los técnicos extranjeros por los nacionales. Quiero dar un dato que es significativamente elocuente: A la caída de Napoleón Bonaparte, centenares de oficiales franceses quedan sin trabajo, y el General José de San Martín los acoge en el ejército que estaba creando para luchar por la independencia de Argentina. ¿Debió rechazarlos acaso porque eran bonapartistas? Que cada uno saque sus propias conclusiones.

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