“Que este crimen contra la Humanidad no se olvide”
Décadas después hay quien sigue removiendo la historia para que este “crimen impune contra la Humanidad” no caiga en el olvido porque las consecuencias, según dice De Feo, aún se advierten en Africa. Son dos los supervivientes cuyas vivencias recoge el documental ‘Arrash’ (Veneno), dirigido por el español Javier Rada y el marroquí Tarik el Idrissi, los que han revivido esa memoria histórica. Sus obras están agotados.
”Nuestro objetivo es evitar que con la muerte de los pocos que sobrevivieron aquello se esfume y el recuerdo de un crimen que cometimos nosotros y que siempre ha silenciado la historia y los libros de texto se borre. Mientras, por otro lado, nos explayamos en contar otros conflictos en que hubo amplio empleo de supuestas armas químicas tales como la Gran Guerra, Abisinia ¿y las otras?”, se lamentaba Rada.
Desde 2001, el centro bautizado como «Instituto Tecnológico”, sigue desarrollando labores en el campo de las armas químicas, biológicas y nucleares, mientras grupos de veteranos y de pacifistas luchan por su desaparición.
El historiador Juan Pando -que asegura que el uso de la iperita fue muy común y que también se dio en Libia (contra los senusíes) por parte de la aviación italiana y el Rif, gaseado por Francia, España y hasta por Hassan II, que se adueñó del Sahara occidental cuando se retiraron las tropas españolas, esclavizando a su población sin que Naciones Unidas logre arreglar el problema. Argelia ha brindado refugio a parte de la auténtica poblacion sahariana.
Sobre la relación causa-efecto de las armas químicas y el cáncer en el norte de Marruecos no existen demasiados datos fiables, pero se habla. Juan Pando asegura que la iperita no es radioactiva, por lo que sus graves secuelas no pueden transmitirse de padres a hijos. Por el contrario, Sebastián Balfour afirma que, según cifras del único hospital de cáncer infantil en Marruecos, “donde van sólo los niños cuyos padres puede sufragar los gastos del tratamiento”, la incidencia de esta enfermedad en el norte es mucho más alta que en cualquier otra parte del país.
España cometió crímenes contra la humanidad
El problema es que, según la Asociación de Víctimas de Gas Tóxico en el Rif, el estado marroquí impide la recolección de datos. Su presidente, Ilias el Omani, se pregunta si no será porque a su Gobierno “le preocupan más las sardinas que nosotros” en relación con los posibles problemas diplomáticos sin resolver con España.
“España cometió un crimen en el Rif. Nos colonizó, nos lanzó gas, y después reclutó a nuestro pueblo para su guerra civil”, se lamenta Abdelsalam Bouteyeb, del Foro Hispano Marroquí para la Memoria Común y el Porvenir. Según sus datos, “la mayoría de marroquíes que padecen cáncer de pulmón proceden del Rif”.
Hace unos años, durante la presentación del libro ‘Abrazo mortal’, de Balfour, el ex ministro español de la Defensa, Narcís Serra, dijo que “el Gobierno español (durante la guerra del Rif) creó una idea sintética de un Marruecos demonizando al enemigo y esto nos da claves para entender la situación actual”.
“Venenos de Estado” de Giancana de Feo es casi providencial porque permite seguir los primeros rastros documentales y testimonios que prueban que el régimen fascista (1922-1942) experimentó y produjo además armas todavía más infames y monstruosas: las bacteriológicas.
Virus y bacterias transformadas en bombas
Un grupo selecto de científicos fascistas, dirigidos por un veterinario famoso llamado Giuseppe Morselli y apodado El Doctor Germen, incubó decenas de virus raros y de altísima eficacia en un laboratorio militar romano secreto. Un horror concebido con una única misión, explica De Feo: “Diezmar las poblaciones de las ciudades enemigas con pestilencias de todo tipo, ántrax, tifus, peste amarilla, aviaria y otras enfermedades que todavía hoy siguen en el centro de los secretos inconfesables de las grandes potencias”.
Morten Heiberg ha reconstruído con detalle la tentativas del empleo de armas químicas italianas usadas por el bando franquista y los fascistas, durante la guerra civil española. Los italianos y los españoles las conocían de sobra por haberlas empleado profusamente en sus guerras coloniales de Libia y Abisinia y Marruecos que Franco y Mussolini, respectivamente, usaron, más de diez años antes. Ellos valoraron seriamente a fines de 1936, al terminar el Duce el 4 de julio de ese año su victoriosa la campaña de Abisinia, y aliarse para una próxima guerra contra el bolchevismo en tierras de España y la posibilidad de usarlas contra la República española.
Entre los documentos hallados por Gianluca De Feo, hay varios muy novedosos que se refieren a España. Se trata de varios escritos a máquina fechados el 3 de agosto de 1944, que muestran que Mussolini durante la guerra civil española no se conformó con hacer experimentos teóricos, sino que probó sus armas bacteriológicas en varios frentes de la Guerra Civil en ayuda de sus 50.000 voluntarios y ejército regular que luchaban al lado de Franco junto a cientos de aviones Fiat, Arado, Savoia, tanques ligeros, ametralladoras y morteros, bajo el mando del general Mancini.
En la guerra civil española, en la zona republicana, el tétanos llegó a representar una verdadera emergencia, tambien hubo difteria. Los documentos hallados apuntan a lo que podría ser único sobre la guerra bacteriológica registrado en Europa después de la guerra europea- 1914-18.
Guerra química contra los antifascistas
Ya en marzo de 1934, Antonio Goicoechea y Emilio Barrera, se habían entrevistado con Mussolini e Italo Balbo en Roma. El comunicado de la entrevista decía: “Después de recibir detallada informacion de la triste situacion politica en España y los deseos del Ejército y la Marina, así como de los monárquicos, Mussolini declara estar dispuesto a ayudar por todos les medios para hacer caer el régimen bolchevique actual español y sustituirlo por una regencia que prepare el camino para la restauración de la monarquia”.
Esta declaración fue ratificada solemnemente dos veces por Mussolini y fue recibida con signos de gratitud por los que preparaban un complot contra la república española. Como demostración practica de sus intenciones, el Duce afirmó estar preparado para mandarles de inmediato 25.000 fusiles, 20.000 granadas de mano, 250 ametralladoras y millón y medio de pesetas en papel moneda.
Esto -dijo- sería solo un acto preliminar, seguido de envíos más importantes si el trabajo llevado a cabo y la circunstancias lo requieren. Las personas presentes se pusieron de acuerdo en la forma de pago y la distribución del material entre diversas organizaciones de derecha. Agradecido Franco después de los envíos, se dirigió a Mussolini por medio de los jefes monárquicos para decirle si sería posible “el envío de algo más contundente contra esa barbarie”.
“Franco y su patrocinador de Roma concebían la guerra química como la solución más barata y factible para sus ambiciosos planes inmediatos”, dice Morten Heiberg. Y desde el principio de la guerra civil civil Franco la incluyó en una estrategia en todo lo que pudo. Así para responder a un supuesto ataque químico republicano en la lucha por la posesión de Zaragoza en octubre de 1936, Franco le pidió al Duce “algo”, para animarle a dar el primer paso antes que Mussolini.
A las 5 de a mañana del 18 de julio de 1936, el general Franco que se encontraba en las Palmas, lanzó un manifesto radiado por todas las radios canarias y del protectorado marroqui, dirigido al “honrado pueblo” español en que que proclamaba el triunfo seguro de su alzamiento y saludaba al gorioso Ejército de Africa que él encabezaba por muerte accidental del general Sanjurjo que era el jefe nato del complot. Franco decía que “la sublevación estaba en marcha y hacía referencia al lema de “la fraternidad, la libertad y la igualdad” que él venía a preservar.
Al mismo tiempo remitía un telegrama a los cuarteles generales de la ocho Divisiones y centros militares de la península bajo los términos ”Gloria al Ejército salvador, España por encima de todo. Fe ciega en nuestro triunfo.!Viva España con honor¡”.
Al enterarse del comienzo de la sublevación, el dictador italiano envió de urgencia gas tóxico a España, pero este se quedó custodiado por el general Mario Roatta, jefe del SIM. Su falta de uso inmediato obedeció a varias razones, ninguna humanitaria, esencialmente la falta de datos sobre las reservas republicanas por si había represalias rojas y, además, la repentina y eventual escalada bélica de Franco, que vulneraba los protocolos de Ginebra que prohibían el uso de armas químicas y hubieran disgustado al Comité de Control de la No-Intervencion. Además había la complejidad de cómo hacer la entrega y el control del gas tóxico de Mussolini a Franco.
El apoyo italiano
La investigación de periodistas italianos revela que el fascismo tenía la experiencia reciente de guerra química a base de gases letales no sólo de Abisinia. Los periodistas antifascistas tenían que guardar silencio o escribirlo desde fuera de Italia, cosa que ya habían hecho tanto el escritor sudafricano George L.Steer como el Dr Junod, de la Cruz Roja. Al primero en su documentada “Caesar in Abissinia”, se le calificaba en Roma como “un vulgar criminal inglés”, era corresponsal en la guerra de Etiopía del The Times de Londres y estaba condenado en Roma por el fascismo italiano por “haber difamado a los supervivientes y a los caídos en Africa Oriental” y el periódico ” Il Reduce d´Africa” (El Veterano de Africa) le dedicó un editorial con el título “Vientos locos de Antipatria” condenando juntos a Steer y Junod.
Ya antes el periodista Herbert L. Matthews, del New York Times, había pronosticado lo que le podía pasar a Italia si se metía en la Guerra Civil al lado de Franco. Eran los tres autores muy amigos de los vascos y los tres compartieron sus simpatías por la guerra desesperada de los gudaris en los montes de Euskadi y en Asturias como antes Steer lo había hecho en Abisinia y Etiopía.
Jon Melly, conductor de ambulancia en Etiopía, les había servido de testigo, en cuanto a las heridas de armas químicas y gases de los bombardeos de la aviación legionaria italiana. Llevaba un detallado récord de las víctimas, la cura dispensada, el número de muertos, y su testimonio fue útil para periodistas e historiadores de aquella guerra.
El secreto de la existencia de documentos publicados por Gianluca Feo fue revelado mucho después por un célebre médico y científico, Dr Ugo Cassini, a un pequeño grupo de investigadores norteamericanos enviados a Roma en 1944 para interrogar a médicos militares italianos que presuntamente habían colaborado con el III Reich alemán en la invención de armas letales de Hitler, en el curso de la guerra total. Los virus para el frente se probaban antes sobre cobayas humanos- prisioneros rojos- en la guerra de España o gitanos y judíos en Alemania, Polonia y Austria.
El hombre moderno necesita vacunarse contra las locuras de nuevas armas toadas de libros de química de ayer y de mañana.