Las últimas propuestas del grupo «de expertos» sobre cómo tratar la última gripe y ahora también para determinar el grado de libertad condicional posterior al confinamiento en Cataluña encabezados por Oriol Mitjà, asumidas por el President de la Generalitat, hacen poner los pelos de punta. En el punto 8 de sus recomendaciones plantean la creación de un “pasaporte de inmunidad” al conjunto de la población y en el punto 9 “poner bozal” obligatorio también, al conjunto de la población. Parece que otros expertos dicen que ellos no han opinado todavía sobre la propuesta que ya ha hecho suya el President Torra, no se sabe en concreto en lo que no coinciden.
Todo amparado en una supuesta “evidencia científica” parecida a la utilizada por los nazis para obtener el ”Ahnenpass” o pasaporte de ascendencia argumentado por los artículos de autores de revistas médicas escritas por los intelectuales de la ”Schutzstaffel” con el argumento de que “la biología y la genética eran las raíces a partir de las cuales la cosmovisión nacionalista ha derivado su conocimiento y de las cuales continúa obteniendo fuerza”.
Así el ”Arienachweis” o certificado ario, era un documento probatorio que una persona era miembro de la presunta raza aria. A partir de 1933 este documento era obligatorio para todos los empleados del sector público y la educación de acuerdo con la ley ”Gesetz zur Wiederherstellung des Berufsbeamtentums” (Ley por la restauración de la función pública).
Nada de nuevo, ya a España, habían existido los ”Estatutos de limpieza de sangre” a partir de 1449 y los que querían acceder a determinados cargos tenían que demostrar que entre sus antecesores no había nadie condenado por la Inquisición o que fuera judío o musulmán. Pero la preocupación más grande era “el estigma” de la persona que no lo podía demostrar lo cual comportaba un temido aislamiento social.
Volviendo a las excelencias del nazismo, obligaban a los judíos a llevar una estrella amarilla. Reinhard Heydrich, jefe llevar una estrella amarilla. Reinhard Heydrich, jefe de la oficina de Seguridad del Reich en 1938 escribía como hacer visibles los “enemigos internos” de Alemania y esto lo facilitaría si cada judío llevara cierto tipo de insignia. El 1 de Septiembre de 1941 entró en vigor el Nuevo reglamento de la Policía: “la estrella de seis puntas, de la medida de una mano, confeccionado con tela amarilla y la inscripción “judío” tendrá que ser visible llevándola cosida al lado izquierda del pecho”.
La superviviente del Holocausto Inge Deutschkron, recordaba, en 2013 en una conmemoración en el Bundestag: «La mayoría de los alemanes que me encontraba en las callas de Berlín apartaba la vista cuando se daban cuenta que llevaba la estrella, o me clavaban la mirada o se apartaban […] Sin duda, la estrella creaba un aislamiento discriminatorio para nosotros”. Aislamiento y discriminación, pero también control. La marca de identificación fue solo la preparación para lo que los nazis llamaron la «solución final» de la «cuestión judía»: la extinción. Además de llevar la estrella, a los judíos no se las permitía salir de sus distritos residenciales sin permiso policial”.
¿Qué relación de estos hechos históricos con las propuestas del “grupo de expertos” hechas suyas por el President de la Generalitat? Mucha. Toda la campaña mediática, apunta a una próxima tentativa de sumisión a los dictados de las corporaciones médico-farmacéuticas para imponer la obligatoriedad de las vacunaciones, o si esta no fuera posible por vulnerar los ya mínimos derechos personales y decisiones que autónomamente pueda tomar cada persona. Actuación que es el paso inicial a otras propuestas que apuntan a un chip biológico epidérmico que dará información biológica de cada individuo, detectable telemétricamente por los miles y miles de sensores que inundarán las calles.
El establecimiento de un “pasaporte de vacunación” impedirá el acceso de la persona que no lo lleve consigo a ciertos espacios, ya sean lúdicos o de ocupación laboral o al sistema de enseñanza o de salud. Habrá que “demostrar” la pertenencia a una “raza vacunada” para ocupar un espacio en la sociedad. Todo a mejor gloria de Bill Gates y la mafia médica. ¿Y, los que se nieguen a vacunarse? Seguramente los cerebros pensantes del “grupo de expertos” ya habrá pensado como colocar una estrella (¿de qué color?) en la solapa de aquellas personas que haciendo uso de su racionalidad y autonomía se nieguen a inocularse cualquier droga sin saber ni siquiera sus efectos, tanto positivos como negativos para su salud física y mental.
A su lado, y como profilaxis, no de las dolencias, sino de posibles protestas, nada mejor que obligar a todo el mundo a ponerse un bozal y no poder acercarse a ninguna otra persona a menos de un par de metros de distancia, no fuera el caso que se comuniquen, hablen e incluso se puedan poner de acuerdo con algo que no conviene a los Grandes controladores.
Dos razas, la de los vacunados y la de los no vacunados. La de los infectados y la de los no infectados, junto a la de los amos de los medios de producción y la de los que gastan la salud y la vida para engordarlos. Unos con pasaporte de legitimidad ciudadana, otros con una insignia de rechazo social. Y a continuación, cuando se haya aceptado, en pro de la “salud”, aparecerán dos nuevos pasaportes. Uno para los adictos al sistema y otro para los comunistas, tomando prestado este último por también “evidencias científicas” como las del psiquiatra del franquismo Vallejo-Nágera que, como analiza Esperanza Bosch, su objetivo era:
“Convertir lo odio en ciencia. Tal fue el centro de las investigaciones del psiquiatra militar Antonio Vallejo-Nájera para demostrar que existía un gen rojo, que determinaba la condición y personalidad de los republicanos españoles… Desde finales de la Guerra Civil y durante la primera parte de la posguerra aplicó una metodología ideada por su colega alemán Ernst Kretschmer, que consistía en definir una personalidad “imperfecta”, en base a una batería de preguntas sobre la moralidad, la ideología y los hábitos de los presos y las presas del bando perdedor.
… Fue con hombres encarcelados en diversas ciudades y con medio centenar de mujeres de la prisión de Málaga con quienes intentaron comprobar que existía el “maligno gen rojo”, y como prueba para su exterminio separaron a los hijos de las madres, y a los hombres de las mujeres… Se trataba de verificar científicamente que el bando republicano estaba compuesto por débiles mentales, degenerados y con personalidades inferiores, para evitar su transmisión… La mayoría de las mujeres perdieron a los hijos porque no se los inscribía en las cárceles, y se supone que “o se murieron en orfanatos por falta de cuidados y alimentos, o eran adoptados por familias del régimen” (Esperanza Bosch, autora del estudio “La psicología de las mujeres republicanas según el Dr. Antonio Vallejo Nájera”. La profesora de Psicología de la Universidad de las Islas Baleares, que ha hablado de la eugenesia criminal de Vallejo-Nájera y el trauma transmitido (Lanza Diario de la mancha, 6 de noviembre de 2018).
“El marxismo y la revolución unidos a la mujer debían ser tratados médicamente, no políticamente”. Vallejo-Nágera, coronel militar, médico, fascista, escribió que “la degeneración de la raza española, habría ocurrido durante la República”, postura adoptada también por Juan José López Ibor, Ramón Sarró, José Solé Segarra, Marco Merenciano y otros psiquiatras fascistas, que impusieron la falacia del “gen rojo” y el posterior genocidio, campos de exterminio y deshumanización del enemigo de clase, hasta convertirlo en una NO persona.
“Se le pagó con la Cátedra Numeraria de Psiquiatría, el profesorado en la Universidad de Madrid y el ingreso en la Real Academia Nacional de Medicina. Y la edición de sus 30 libros “científicos” eugenistas, racistas y anticomunistas en varios idiomas” (Todo atado y bien atado, también en la psiquiatría. PRESO.O.S. domingo, 23 de noviembre de 2014).
Ante esto hay que alzarse, rechazar estas propuestas que, tal vez más adelante sepamos con más certeza a que responden, pero de momento denunciar este estado policial y empezar a sentar las bases para una medicina preventiva que junto a la denuncia del envenenamiento de la sociedad por parte del capitalismo, sirva para una autogestión de la salud, pues la explotación, más allá del puesto de trabajo asalariado, se hace patente en todos los ámbitos de la vida, entre ellos, al igual que la “obsolescencia programada”, hay la “dolencia programada”, basada mucha de ella en la ignorancia o la apatía.
Si queremos una sociedad diferente empecémosla a forjar, pero démonos prisa porque el peligro es inminente.