En México la vacunación se hará a tiro limpio. Los sanitarios irán acompañados de las tropas. El plan que el gobierno ha puesto en marcha implica un despliegue militar sin precedentes. El ejército logrará penetrar por primera vez en años, o lustros, en regiones controladas por grupos armados de narcotraficantes.
Hasta el momento se han desplegado 879 brigadas, pero a finales de este mes o principios de febrero se espera que sean 10.000 las que estén cubriendo todo el país, incluyendo las comunidades más apartadas. El componente militar de las brigadas es evidente.
Las llaman “Brigadas Correcaminos” y están compuestas de 12 personas: un médico, un enfermero, dos servidores de la nación, dos trabajadores de programas sociales, cuatro elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), la Secretaría de Marina (Semar) y/o la Guardia Nacional, y dos voluntarios.
Son las Fuerzas Armadas las encargadas de llevar las dosis. La Secretaría de Salud (Ssa) se montará en el despliegue a cargo de las tres Fuerzas Armadas Permanentes y la cuarta de reciente creación: el Ejército Mexicano, la Fuerza Aérea Mexicana, la Armada de México y la Guardia Nacional. Es una expansión militar por todo el territorio nacional.
El Plan Nacional de Vacunación se aplicará casa por casa en las regiones más apartadas donde haya personas mayores de 60 años de edad –o incluso menos– que no puedan desplazarse. Lo anterior implica la entrada de las Brigadas Correcaminos a regiones controladas por los cárteles del narcotráfico. Se trata de “puntos rojos” sin presencia real de representantes formales del Estado mexicano.
Más que “puntos rojos” en un mapa, son amplias franjas del territorio nacional y hay cientos de ellas en toda la geografía que el narcotráfico controla, con varias guerras entre ellas: Cártel de Sinaloa (CS)-Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG); CS-Nuevo Cártel de Juárez; CJNG-Cártel de Santa Rosa de Lima; CJNG-Nueva Familia Michoacana (NFM); Cártel del Golfo-Los Zetas (reminiscencias y grupos sueltos); Los Ardillos-Los Rojos.
Por regiones, está el triángulo serrano que comparten Sonora, Chihuahua y Sinaloa. Una amplia comarca de la Sierra Madre Occidental regada con masacres como la de Tesopaco o la de los LeBarón: zona de disputa entre los ejércitos privados Los Salazar (Cártel de Sinaloa) y la Línea (Nuevo Cártel de Juárez)
El otro triángulo, el “Dorado”, también implica territorios de Sinaloa y Chihuahua, pero en colindancia con Durango. Aquí hay franjas controladas totalmente por el CS pero en disputas internas entre los grupos considerados de Ismael Zambada Niebla, el Mayo, y los de los Chapitos, Jesús Alfredo, Iván, Ovidio y Jesús Guzmán. También hay incursiones del CJNG y zonas controladas por lo que quedó de los Beltrán Leyva.
La otra región dominada por grupos armados (y en plena guerra) es la de Tierra Caliente de Michoacán y Guerrero. Los retenes son del CJNG y de las “autodefensas”, algunas vinculadas al narcotráfico y otras, las menos, sin vínculos con la delincuencia. En la región operan, además de estos actores, otros que responden al CS y a la NFM, y los grupos que quedaron de Los Caballeros Templarios.
La cuarta región es la de la Montaña de Guerrero, con amplias franjas controladas por los cárteles de Los Ardillos y Los Rojos, antiguas facciones que respondieron a los Beltrán Leyva y hoy, en guerra, han constituido sus propias estructuras delictivas y gobiernan decenas de poblaciones montañeras.
Queda por ver si el narcotráfico simplemente se replegará, dejará pasar a las Brigadas Correcaminos o jugará algún papel en el plan de vacunación.
Otra situación, muy distinta, será la de los territorios autónomos, las comunidades en resistencia y con proyectos de tipo zapatista.