Una invasión para someter a los panameños con nuevas armas sicológicas: los equipos de sonido

Hace 30 años, el presidente Bush padre se dirigió a su país diciendo: “Ciudadanos, anoche di la orden a las fuerzas militares de invadir Panamá. Muchos han sido los intentos de resolver las cosas a través de la diplomacia, pero hemos sido rechazados por el dictador Manuel Noriega, acusado además de narcotraficante”.

Además Bush dijo que quería “proteger la vida de los ciudadanos estadounidenses; salvaguardar los tratados; proteger el canal; capturar y conducir a Noriega ante tribunales de Estados Unidos y restaurar la democracia”. Lo que nunca dijo fue que la violenta invasión llamada Causa Justa, comandada por el general Maxwell “Mad Max” Thurman, usando 26.000 soldados de la 82ª división aerotransportada que llegaron furiosos, también buscaba atrapar a Pablo Escobar al que creían refugiado al lado del general.

Panamá fue un centro de experimentación de armas nuevas como los bombarderos Stealth F-117, invisibles a los radares; helicópteros artillados Apache AH-64 de alta tecnología, bombarderos AC-130 Spectre; vehículos todoterreno tipo Humvee; tanques de asalto Sheridan M-551, blindados M-113, y tecnologías nuevas para combate como chalecos Kevlar y cascos de visión nocturna. En el ataque al cuartel central de la guardia panameña en Chorrillos, en escaramuzas y en los incendios de los barrios adyacentes, murieron entre 600 y 3000 personas porque no hubo cifras oficiales; (la proporción fue de 25 panameños por cada norteamericano), además 18.000 personas perdieron sus viviendas.

Después del descomunal despliegue y de mucha destrucción, al no aparecer Noriega, y menos Escobar por parte alguna, Bush, ofreció 1 millón de dólares a quien entregara al general y 150 dólares por cada fusil recuperado; en respuesta, Noriega alcanzó a transmitir consignas radiales como “vencer o morir, ni un paso atrás”. Los norteamericanos comenzaron entonces la operación complementaria Nifty Package, con 48 miembros del cuerpo élite de la marina que debían destruir el avión privado de Noriega, el mismo que fue un regalo de Escobar, parqueado en el aeropuerto de Punta Paitilla y sabotear ciertos objetivos estratégicos.

La víspera de navidad, Noriega apareció en la Nunciatura amparado por el Nuncio Juan Sebastián Laboa; los soldados gringos que rodearon la embajada acudieron a la tortura sicológica usando el ruido de helicópteros rasantes y enormes parlantes con música estridente; como era navidad comenzaron con villancicos, pero al segundo día repetían una y otra vez episodios del Howard Stern Show y canciones como Panama de Van Halen; Welcome to the Jungle, de Guns N’ Roses y I Fought the law de The Clash, para desesperarlo con el estruendo; luego agregaron Paranoid, de Black Sabbath; Run Like Hell, de Pink Floyd; We’re Not Gonna Take It, de Twisted Sister; You Shook Me All Night Long de AC/DC y Your Time is Gonna Come, de Led Zeppelin, pero todavía aguantó una semana más, aunque hasta los periodistas que vigilaban la sede suplicaban que se apagara la tortura musical.

Luego todos los involucrados opinaban; las fuerzas especiales solicitaron Strange Days, de The Doors, la división canina recomendó Flesh for Fantasy de Billy Idol y los marines repetían una y otra vez Paradise City. El 3 de enero, el nuncio Laboa y el resto del personal casi sacaron a rastras a un Noriega aturdido; fue capturado y trasladado a los Estados Unidos como el más vil de los criminales donde sería condenado luego a 40 años de prisión.

De la invasión de Panamá y la experimentación de armas modernas y tortura con rock

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