Un nuevo corredor ferroviario une a China con Irán

En el corazón de Asia, un nuevo corredor ferroviario está cambiando silenciosamente las reglas del mercado mundial. La reciente inauguración de la línea ferroviaria que une Urumqi, en la provincia china de Xinjiang, con Teherán, a través de Asia Central y Turkmenistán, no solo es una proeza logística, sino un desafío estratégico. Con un tiempo de tránsito de tan solo 15 días, en comparación con los 40 de las rutas marítimas, este corredor permite a China e Irán sortear el Estrecho de Malaca y otras arterias marítimas bajo el control de la Armada estadounidense, abriendo así una nueva era para el comercio de productos chinos y petróleo iraní con los mercados europeos. Este proyecto no solo acorta distancias, sino que también redefine los mapas de poder, desafiando la hegemonía estadounidense sobre el control de las rutas comerciales del mundo.

El Estrecho de Malaca, el cuello de botella marítimo que conecta los océanos Índico y Pacífico, ha sido el talón de Aquiles de China durante décadas. Aproximadamente el 80 por cien de las importaciones de petróleo de China y el 60 por cien de su comercio marítimo transitan por este paso, lo que expone a Pekín a un posible bloqueo naval por parte de Estados Unidos o sus aliados, como Singapur o India. En 2003 el expresidente chino Hu Jintao denominó esta dependencia el “Dilema de Malaca”, un problema estratégico que ha impulsado a China a buscar alternativas terrestres para diversificar sus rutas comerciales y garantizar su seguridad energética. El nuevo corredor ferroviario China-Irán, parte integral de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), es la respuesta más audaz a este desafío.

Con una longitud aproximada de 4.000 kilómetros, esta ruta conecta Yiwu (Zhejiang) con Qom (Irán), cruzando Kazajistán y Turkmenistán. Según la Corporación de Ferrocarriles de China, este corredor podría transportar más de 10 millones de toneladas de mercancías al año para 2030, gracias a la creciente demanda de los mercados euroasiáticos y de Oriente Medio. Para Irán, este proyecto representa un salvavidas económico: las sanciones occidentales, que limitan el acceso a los mercados marítimos y financieros, se abordan mediante la organización del transporte terrestre, lo que ofrece una alternativa menos expuesta a la presión internacional. El petróleo iraní ahora puede llegar a China sin pasar por los estrechos de Ormuz o Malaca, lo que reduce el riesgo de interrupciones debido a tensiones geopolíticas o sanciones.

No es casualidad que este corredor se construya en un momento de creciente tensión entre China, Irán y Estados Unidos. Washington ha redoblado sus esfuerzos para contener la expansión económica de Pekín y limitar las exportaciones de petróleo iraní, consideradas una fuente de financiación para el régimen de Teherán. La Armada estadounidense, con su presencia dominante en el Pacífico y el Golfo Pérsico, representa una amenaza constante para ambos países. Sin embargo, el corredor ferroviario supone un punto de inflexión: no solo permite a China acceder al petróleo iraní sin pasar por aguas controladas por Estados Unidos, sino que también fortalece a Irán como centro comercial entre Asia y Europa, haciéndolo menos dependiente de las rutas marítimas.

El proyecto se enmarca en un contexto más amplio de cooperación chino-iraní. En 2021 ambos países firmaron un acuerdo de asociación estratégica de 25 años, que prevé 400.000 millones de dólares en inversiones chinas en infraestructura, energía y tecnología en Irán. El ferrocarril es un elemento clave de esta estrategia, financiado en parte por el Banco de Desarrollo de China y el Banco de Exportación e Importación de China, con la participación de gigantes como la Corporación de Construcción de Ferrocarriles de China (CRCC). Por parte iraní, Ferrocarriles de Irán (RAI) ha coordinado la expansión de la infraestructura interna, armonizando las normas ferroviarias con las internacionales para garantizar un flujo continuo de mercancías.

Este desarrollo preocupa a Washington. Estados Unidos ha invertido considerables recursos para mantener el control de las principales rutas marítimas del mundo, con bases navales estratégicas como las de Singapur y la Quinta Flota en Baréin. La capacidad de interceptar el comercio chino o iraní a través de puestos de control como Malaca u Ormuz ha sido un arma durante mucho tiempo. Sin embargo, el nuevo corredor reduce la eficacia de esta palanca, ofreciendo a China e Irán una alternativa terrestre fuera del control estadounidense.

El corredor no está exento de obstáculos. La ruta atraviesa países como Kazajistán y Turkmenistán, donde la infraestructura ferroviaria requiere mejoras constantes y la estabilidad política no siempre está garantizada. La gestión transfronteriza requiere acuerdos complejos sobre aduanas, seguridad y normas técnicas, y cualquier tensión regional podría poner en peligro el flujo de mercancías. Además, el volumen del transporte ferroviario, si bien significativo, sigue siendo una fracción de los 144 millones de toneladas que transitan anualmente por el Estrecho de Malaca, lo que convierte a este corredor, a corto plazo, en un complemento, más que un sustituto, de las rutas marítimas.

Para contrarrestar la influencia china Estados Unidos y sus aliados, como India y Japón, están impulsando proyectos alternativos, como el Corredor India-Oriente Medio-Europa. Turquía, con su proyecto de la Carretera de Desarrollo, pretende competir con el Golfo Pérsico y Europa como centro comercial. Estos acontecimientos sugieren una creciente competencia por el control de las rutas comerciales, con Eurasia en el centro.

Al reducir su dependencia de las rutas marítimas controladas por Estados Unidos, China e Irán están construyendo una alternativa que fortalece su autonomía estratégica y la de los países de Asia Central. Para Europa, este corredor ofrece oportunidades comerciales, pero también dilemas: ¿cómo conciliar un acceso más rápido a las mercancías con las presiones políticas de Washington? En un momento de creciente tensión mundial, este proyecto sirve como recordatorio de que el control de las rutas comerciales sigue siendo un elemento central de los mercados mundiales. China, con su visión de la Nueva Ruta de la Seda, e Irán, con su resistencia frente a las sanciones, apuestan por un futuro en el que Eurasia volverá a ser el centro del mundo. Queda por ver si Estados Unidos, guardián del orden marítimo mundial, encontrará una respuesta eficaz a este desafío terrestre. Una cosa es segura: el tren procedente de Urumqi no solo transporta mercancías, sino también un mensaje claro a todo el mundo.

Giuseppe Gagliano https://www.notiziegeopolitiche.net/cina-inaugurata-la-ferrovia-che-arriva-a-teheran-tagliato-lo-stretto-di-malacca/


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