Para conjurar este “peligro” el diputado de la Cámara Alta (Consejo de la Federación), Konstantin Dobrinin, propuso en setiembre del pasado año un proyecto de ley contra la rehabilitación de Stalin y de su actividad política al frente de la URSS.
Es bastante frecuente en todos los países: los parlamentarios niegan lo que las personas más desean. La Rusia actual no sólo mantiene bastantes referencias de la desaparecida URSS, sino que ha creado incluso algunos nuevos. Por ejemplo, a un reciente rompehielos lo ha bautizado con el nombre de “Lenin”. Pero el límite al que no puede llegar es Stalin. El georgiano resulta realmente indigesto.
El proyecto de ley del diputado Dobrinin se dirige “contra la rehabilitación de los crímenes del régimen totalitario de Stalin (estalinismo)”. Pretende que las informaciones justifiquen la represión estalinista se consideren extremistas y se prohíba su difusión.
Si no se combate el “stalinismo” la sociedad rusa corre el riesgo de padecer serios reveses. Para ello hay que continuar con el lavado de cerebro de los rusos, que últimamente estaba un poco descuidado. Dobrinin quiere que las instituciones públicas desplieguen más actividades en el seno de la sociedad para borrar el recuerdo de Stalin y crear una imagen diferente de la que los rusos conservan.
Para que vean cómo funcionan las cosas en la Rusia actual: el diputado se ha negado a conceder entrevistas a la prensa de su país para explicar los motivos de su propuesta. Sin embargo, el proyecto de ley va acompañado de una breve explicación que conviene conocer.
Según Dobrinin en los últimos años viene proliferando una propaganda cada vez más amplia que niega o justifica la “represión masiva” de la época de Stalin, lo cual contribuye a popularizar a los movimientos radicales que, a su vez, pueden “desestabilizar” la situación del país y favorecer el acceso al poder de fuerzas proclives a la represión masiva.
Un proyecto de ley de estas características no puede resultar más contradictorio porque, por un lado, dice que los “crímenes stalinistas” tuvieron una amplitud sin precedentes y marcaron a la sociedad soviética en su conjunto. Pero si eso sucedió tal y como lo describe Dobrinin y la historiografía burguesa del mundo entero, la sociedad rusa actual tendría una opinión muy negativa sobre Stalin que no sería necesario cambiar sino, en todo caso, ratificar.
El proyecto de ley de Dobrinin sobra porque tras el desmantelamiento de la URSS en 1990, es decir, hace 25 años, ya se aprobaron las leyes según las cuales hay que escribir la historia en la Rusia actual. Por supuesto, aquellas leyes fueron canónicas, es decir, repitieron el conocido reparto de papeles entre el verdugo (Stalin) y las víctimas (todos los demás) y, además, rehabilitaron a éstas.
Pero si la ley y la historia están tan claras en Rusia, ¿por qué aprobar una nueva? Porque a pesar de ellas la población rusa sigue llevando flores a la tumba de Stalin todos los días, porque su casa natal es el destino turístico más frecuentado de Georgia, porque en las bodas los convidados siguen cantando alabanzas a Stalin entre trago y trago… en definitiva porque no hay manera de erradicar la memoria de Stalin en la conciencia de las masas, ni en Rusia ni en ningún país del mundo.
La burguesía no se puede resignar ante esta realidad, ni tampoco ante la historia; le desagrada profundamente; quiere que todo ocurra de otra manera y sólo puede cambiar el pasado y el presente con un simulacro: aprobando leyes en un parlamento. No puede hacer otra cosa más que esa: aprobar nuevas leyes y esperar que se produzca el milagro.
Stalin hizo lo que debía de haber echo. Fué el que combatió al trotskismo al lado de Lenin, el que logró mantener en pié a la URSS hasta su fallecimiento, el grán triunfador de la 2 GM, logró que el Socialismo Cientifico siguiese su curso aplastando a sus enemigos, Trotski, los oportunistas, los revisionistas y toda la calaña que había hasta su muerte, después ya vimos lo que ocurrió a partir del XX Congréso del PCUS hasta hoy en día, los enemigos de Lenin y de Stalin no quieren reconocerlos ni a ellos ni a su grán obra, son los capitalistas,el enemigo de siempre, tienen pánico de que los rusos y otros pueblos empiecen a espabilar y que se den cuenta de que después del capitalismo hay vida, el Socialismo-Comunismo.
Los ultimos tiempos he estado informandome bastante sobre la polemica Stalin Troski y pese a que soy consciente de la enorme carencia que tengo de tener una vision objetiva del asunto basicamente por falta de tiempo para este estudio me parece que es muy diferente reconocer los logros de Stalin como dirigente o los aciertos de Trosky como teorico a declararse estalinista por un lado y trosista por otro. Conozco gente que se define de ambas maneras y la verdad ambos dejan mucho que desear. Si los primeros tienen comportamientos que rallan el sectarismo, el culto a la personalidad y la incapacidad para lograr acuerdos junto con determinados tics machistoides, los segundos ademas de utopicos pacifistas suelen parecerse mas a una cuadrilla de hippies que a autenticos comunistas. Con los claroscuros de aquella epoca y con una urss en constante acoso pr parte de fuerzas imperialistas y quintacolumnistas que querian desestabilizarls me parece que trasladar a los debates del siglo XIX las tendencias, corrientes y seguramente personalismos fruto del aislamiento que provoca el poder es algo nefasto. Desde mi ignorancia, un saludo