Durante décadas, en sus documentos los oportunistas han tratado de sustituir el capitalismo por el neoliberalismo, caracterizado por una supuesta suplantación de los Estados por los mercados.
La evolución del mundo real ha demostrado muchas veces que esas doctrinas son falsas y la Guerra de Ucrania les ha dado la puntilla. Por ejemplo, Ucrania es un país en quiebra y los acreedores que han prestado dinero no van a cobrar nunca sus préstamos.
El viernes la agencia S&P rebajó la calificación de la deuda de Ucrania y en un comunicado dijo que esperaba un impago “casi seguro”. Pero eso es lo que dictan los mercados; los Estados que sostienen a Ucrania dicen algo muy distinto, y esto último es lo que prevalecerá.
Los que han prestado dinero a Ucrania no han sido los bancos sino los Estados más fuertes, que son un tipo de acreedores muy singulares, ya que no quieren cobrar el dinero que se les debe. Son préstamos “a fondo perdido”, como el dinero que le dejas a un amiguete sabiendo que nunca te lo va a devolver.
Las grandes potencias (Estados Unidos, Alemania, Japón, Francia y Reino Unido) ni siquiera pueden aceptar que la quiebra de Ucrania sea noticia en los medios de comunicación del mundo entero. Deberían explicar a sus contribuyentes por qué dilapidan inútilmente su dinero.
Por eso el 20 de julio los países acreedores acordaron que Ucrania aplazara el pago de los intereses de su deuda, e instaron a los demás a seguir su ejemplo. El acuerdo suspende los pagos de la deuda ucraniana “al menos hasta finales de 2023, con la posibilidad de un año más”.
El Banco Mundial predice que el PIB de Ucrania caerá un 45 por cien este año. No tiene ninguna posibilidad de devolver ni un céntimo del dinero que ha recibido.
Según S&P, Ucrania podría “reestructurar su deuda”, lo cual disimularía la verdadera situación de quiebra y ayudaría un poco a mantener una imagen ficticia de país para consumo de los medios de comunicación internacionales.