Tras largas negociaciones, Turquía admite la incorporación de Suecia a la OTAN. Pero si Suecia ha negociado es porque la decisión no le ha salido gratis, lo cual explica bastante bien la naturaleza actual de la Alianza imperialista, donde las decisiones se toman por unanimidad y cada vez hay más países miembros y, en consecuencia, más derechos de veto.
Por lo demás, los vetos no tienen nada que ver con la seguridad, como ha demoestrado Turquía. Es un mercadillo donde el precio se regatea todos los días.
Otra puntualización: la incorporación de Suecia a la OTAN es puramente formal y no tiene que ver con la Guerra de Ucrania ni con la “amenaza rusa” porque hace décadas que el país se coordina con Estados Unidos y demás ejércitos de la Alianza.
Por ejemplo, uno de los capítulos negociados con Suecia es el levantamiento del embargo de armas, que fue impuesto a Turquía en 2019, mucho antes del inicio de la Guerra de Ucrania.
Además de negociar con Suecia, Turquía ha obligado a negociar a Estados Unidos la compra de cazas F-16 y, posiblemente, también F-35. En este caso la parte perdedora es Grecia, que acusa a los cazas turcos de violar su espcio aéreo.
También pierden los dirigentes kurdos refugiados en el país escandinavo, que ya no tendrán tantas facilidades para obtener los permisos de residencia.
Más complicado será que el Parlamento de Estocolmo criminalice las provocaciones de los nazis nórdicos contra el islam y la quema del Corán en público, que ha sido el argumento que Erdogan ha lanzado a sus seguidores como carnaza para consumo electoral.