Este año Trump reanudó la guerra económica con más vigor que nunca, esperando que los demás países del mundo, incluida China, le “besaran el culo”. No ha sido así.
Lo mismo hizo con otro de sus campos de batalla, la emigración, creyendo que el resto del mudo suplicaría por cruzar las fronteras estadounidenses. Tampco ha ocurrido de la manera esperada.
Ahora su red social Truth Social anuncia un acuerdo con China, el enemigo principal, al que presenta como una victoria para la economía estadounidense. Sin embargo, para Trump todo es siempre una victoria.
La palabra “victoria” rima mal con “negociación”, que es lo que realmente ha ocurrido en Londres de una manera muy discreta.
Lo que Trump ha logrado es frenar el cierre de muchas fábricas, especialmente las militares, porque China va a reanudar las exportaciones de tierras raras a Estados Unidos.
El acuerdo aún lo tiene que firmar el presidente chino, Xi Jinping, y no es solo de una cuestión comercial, sino también de seguridad tecnológica e independencia industrial.
Como es natural, para rebajar la tensión Estados Unidos ha tenido que comprometerse a facilitar la recepción de estudiantes chinos en las universidades estadounidenses. El gobierno de Pekín también espera que Washington levante ciertas restricciones a la exportación de tecnología estadounidense a China.
El acuerdo parece más bien una tregua en la que Estados Unidos cree que el tiempo va a jugar a su favor. Pero China ya ha enseñado los dientes y, desde luego, que en su manual de instucciones no figura besarle el culo a nadie. Eso se acabó en 1949.
Si en Washington piensan otra cosa, están muy equivocados.
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