Forman parte de la Operación Sader y su objetivo es atacar al gobierno de Siria con la excusa de combatir al Califato Islámico. El SAS se une así a los comandos estadounidenses y elementos de la CIA que dirigen los pasos de los takfiristas sobre el terreno.
Durante la guerra de Libia, Gran Bretaña ya desplegó centenares de paracaidistas de las SFSG (Special Forces Support Group), una unidad especializada del SAS, así como membros del SBS (Special Boat Service) para derrocar y asesinar a Gadafi. Además en agosto de 2013 el gobierno británico desplegó 800 marines, que se unieron a los 4.000 marines estadounidenses como tropa de refuerzo.
El año pasado el primer ministro David Cameron ordenó que los cazas británicos se unieran a los de Estados Unidos para bombardear Siria, un medida que había sido expresamente prohibida por el Parlamento británico en agosto de 2013.
Una parte de esta operación clandestina está bajo mando estadounidense. Las unidades “smash” viajan camufladas en camiones “pick-up” capaces de lanzar pequeños drones para inspeccionar el terreno y buscar objetivos para el ataque.
Más de 200 especialistas británicos (y posiblemente estadounidenses algunos de ellos) están implicados en las transmisiones y comunicaciones, según el Sunday Express. El ministro británico de Defensa, Michael Fallon ha reconocido que “nuestras acciones y capacidades de vigilancia liberan a otros países para golpear a Siria”.
Las tropas del SAS están en Arabia saudí, donde entrenan a los terroristas que combaten al gobierno de Damasco con operadores estadounidenses que desempeñan la misma función en Turquía, Jordania y probablemente en Israel.
Estados Unidos y Gran Bretaña se justifican afirmando que sólo entrenan a los rebeldes que califican de “moderados”, lo cual es una cortina de humo para encubrir su implicación directa con los terroristas del Califato Islámico, entrenados, armados y financiados en el exterior, trasladados luego a través de las fronteras de Siria para combatir al gobierno de Al-Assad, apoyados desde el aire por los cazas de Estados Unidos, Gran Bretaña y Canadá y por los comandos especiales sobre el terreno.
El Sunday Express cita a un antiguo general del ejército británico, David Richards, quien asegura que los tanques acabarán entrando en acción en las operaciones militares de Gran Bretaña en Siria.
Otro artículo separado analiza las incursiones aéreas estadounidenses que defienden a los terroristas del Califato Islámico, que cumplen la función de tropas de infantería al servicio de los imperialistas contra Al-Assad.
Por su parte, el Wall Street Journal informa de lo que parece ser un preludio evidente a una operación similar a la de Libia, afirmando falsamente que Obama autorizará bombardeos aéreos contra el ejército gubernamental si ataca a los rebeldes “moderados” que apoya Estados Unidos.
De manera independencia, un periódico turco asegura que, según el presidente Erdogan, Putin ha debilitado su apoyo al gobierno de Damasco y que podría dejar caer a Al-Assad. Obama ha reconocido que en junio le llamó Putin, quien parece haber tomado la iniciativa en los asuntos que conciernen a la guerra de Siria.
El portavoz de la presidencia rusa, Dimitri Peskov, ha confirmado la conversación, pero ha ratificado el compromiso de Rusia en la lucha contra el Califato Islámico: “La posición de Rusia es bien conocida” y ha sido reiterada por Putin. No hay ningún cambio en la línea del Kremlin, que se opone frontalmente a cualquier intervención exterior.
El consejero de Putin, Yuri Ushakov, ha afirmado que “la dirección actual de Siria es una de las fuerzas que realmente luchan y se enfrentan verdaderamente al Califato Islámico”, por lo que no hay nada que indique que el apoyo de Rusia al gobierno de Damasco se haya debilitado.