Los imperialistas lanzan tal cúmulo de infundios, como el reciente ataque químico de Jan Sheijun, que acaban creyéndose sus propias fabulaciones, lo cual les conduce a cometer esa cadena de errores: han enfriado definitivamente sus relaciones con Rusia y vuelven a dar otro respiro a los yihadistas, que acaban de felicitar a Trump esta misma mañana por la ayuda que les ha prestado.
Los yihadistas han aprovechado el bombardeo para atacar la ruta Homs-Palmira, en lo que tiene todo el aspecto de una acción coordinada, muy similar al bombardeo “erróneo” de la base de Deir Ezzor en setiembre del año pasado. La diferencia es que ahora no se han disculpado, pero la ONU ha convocado de urgencia al Consejo de Seguridad.
Como ha puesto de manifiesto el portavoz del Pentágono, John Kirby, además de aviones sirios, en la base atacada también había aviones rusos, que han podido resultar afectados por el ataque. El objeto del ataque era, pues, Rusia, y los imperialistas tratan de saber cómo van a reaccionar sus adversarios.
De momento Rusia no ha confirmado ni desmentido la presencia de sus aviones en la base, pero ha denunciado el protocolo de prevención de choques aéreos, por lo que en cualquier momento se pueden producir “incidentes” entre los aviones de unos y otros, cuyas consecuencias son imprevisibles.
La agresión estadounidense se produce en medio de las conversaciones “de paz” de Ginebra por las que nadie da un duro y de la próxima visita del secretario de Estado, Rex Tillerson, a Moscú, también condenada al fracaso. Cualquier otra cosa sería una muestra de debilidad por parte de Rusia, que es lo que esperan en Washington.
Estados Unidos no ha variado su estrategia. Aunque sea de manera momentánea, el bombardeo de Shayrat ha logrado su objetivo: frenar el avance del ejército sirio en la guerra contra los yihadistas, que ahora más que nunca se presentan, como el brazo armado del imperialismo que han sido siempre.
Ya no hay ningún sitio para la paz; ni siquiera lo hay para negociar nada, y mucho menos con el concurso de Estados Unidos, que ha elevado la apuesta a un punto muy alto. Pero, en efecto, en un punto tiene razón el Pentágono: ellos ya han lanzado la provocación y sólo queda saber cómo responde Rusia.
Después de seis años, la Guerra de Siria vuelve a quitarse sus ropajes diplomáticos y regresa al punto de partida.