El Partido Comunista de España (PCE) renunció a sus principios democráticos e ideológicos (ya lo había hecho mucho antes con Carrillo) y asumió la bandera monárquica renunciando a un referéndum sobre la forma de Estado a cambio de ser legalizado. El PSOE renunció al marxismo (nunca lo fue ni siquiera con un Pablo Iglesias, el fundador, más seguidor de Lasalle que de Marx). En realidad, nadie era lo que decía ser. Todo era una impostura.
Los partidos nacionalistas, catalán y vasco, lo mismo; es más, apenas dieron señales de vida durante el franquismo (lo mismo que un PsoE dopado y «reconstruido» a toda máquina por la Fundación Ebert alemana auspiciado por la CIA y todo supervisado por los poderes fácticos franquistas españoles). Pero, ahora lo vemos, no se dio un cheque en blanco y sin contrapartidas al Régimen franquista. A cambio de tragar, al menos en las formas ya que el contenido capitalista no se discutía para nada, algunos sapos de índole política (la bandera, la monarquía, etc.) se puso una condición no escrita:licencia para robar (aparte de para matar que siempre han tenido y le llaman, los más cínicos, el «monopolio de la violencia» por parte del Estado del que omiten su carácter de clase), a lo que no se opusieron los franquistas.
La cosa era algo así, dicho burdamente, como vosotros, los falangista-opusdeístas-tecnócratas-franquistas ya habéis robado bastante, y ahora nos toca a nosotros, los «demócratas». En otras palabras: que nos bajemos los pantalones no os va a salir gratis (como pasa ahora, por ejemplo, en el escenario vasco), así que reclamamos nuestro «derecho» (?) a nuestras mamandurrias, mordidas y chanchullos. Hay para todos, dijeron los fachas. A los viejos ladrones se unieron los nuevos. A los Villar Mir y los Pujol los Ignacio González, Bárcenas, Granados, Camps, Gurtels, Púnicas, Lezos, etc., etc., etc.
Es tanto lo robado y de tan sistemática y escandalosa manera que el propio Régimen del 39 (o «del 78», concederé para que no se diga) ha tenido que hacerse un «lifting» y calafateado de bajos encerrando a unos cuantos alibabás para salvar el culo y hacer ver que «el Estado de Derecho funciona». Y que «el que la hace, la paga», la última parida de Mariano desde Montevideo tomándose un mate con el felón Pepe Mújica, por cierto. Podría establecerse una ley que ofrezco gratis a nuestros cientos de miles de seguidores, a saber: «La ley del choriceo», que consiste en que la cantidad chorimangada es inversamente proporcional al cumplimiento del Estado de Derecho o, dicho de otra manera, cuánto más trinques más se demuestra la fortaleza de la «democracia». Pues, ¿no acaban de registrar el domicilio de un intocable como Jordi Pujol Soley además de encarcelar a su primogénito Jordi Pujol Ferrussola? ¿Qué más pruebas queréis, descreídos, escépticos, conspiranoicos, santomases (por el apóstol que tocó la llaga del Ungido para creer que había resucitado de entre los muertos)?
En China -me susurran por aquí- los fusilan no sin antes hacer que devuelvan lo robado. Aquí, afortunadamente, somos más «civilizados».
Salve, César, buona sera.
Sos un buen analista político, pero quizá te faltó decir que: sobra teta para todos esos mamones, dado que la nodriza es mansa.
Y eso que dices de los chinos es horriblemente imprudente. Mira que si se enteran los yanquis igual les imponen a esos asiáticos formas más democráticas de ajusticiar a sus reos condenados a la última pena y… ya sabes como se las gastan los amos del mundo y los daños colaterales que indefectiblemente producen.
Y si en una de esas me pillan en un próximo viaje a China y desafortunadamente para el insignificante terrícola que yo soy me toca esa lotería (hago constar que insignificante *sí*, pero *no* un gusano), entonces tendremos que dejar por siempre de reírnos juntos. Hecho lamentable ya que aunque fuese reírse hasta morir de risa por la contemplación del espectáculo, siempre sería más agradable que hacerlo por los daños colaterales de una conflagración de ese tipo si tienes que padecer horrores antes de que al panteísta que yo soy y pese a mis indicaciones en contra me pongan bajo una cruz. Cruz que yo, en uno de mis *delirium tremens,* llegue a calificar de símbolo del diablo, posiblemente en un lapsus de memoria en que no tuve ni remotamente presente que el tal símbolo lo es: un diablo con cuernos, rabo y tridente.
A veces pienso si no estaré siendo también yo víctima del alzheimer, por tener el cerebro cansado de tanto mirar milenios hacia atrás y contrastar la malevolencia de nuestros nobles antepasados grecos latinos (el enemigo interior siempre presente), con la bondad de sus excelencias y santidades católicas (que finalmente se salieron con la suya), que de todo tienen esa buena gente. (No hay más que mirar quienes predominan en el marco de las diversas instituciones y la borreguil mansedumbre de sus hombres de iglesia a los que el Gobierno Zapatero tan lleno les dejó el plato. Y como no soy mal pensado no creo ello que haya sido así para ser invitados al festín, sino que lo fue para que pudieran seguir ejerciendo la caridad con los pobres.)
¡Joder! Voy a tener que ir a dormir la mona.