La revista British Medica Journal se pregunta si toda investigación médica es fraudulenta, salvo que alguien demuestre lo contrario (*). El fraude científico es cada vez más preocupante, admite la revista, aunque eso es algo que no se enseña en las universidades. Los profesores universitarios no imparten cursos sobre el tema, los alumnos se cren que todo el monte es orégano y los profesionales de la salnidad lo mismo.
No hay ningún médico que haya cursado una especialidad en fraude y se imaginan que es algo por completo ajeno a la medicina. A lo máximo se creen que se producen “errores” en ocasiones esporádicas, que son rápidamente corregidos. Se equivocan de plano y por eso han aparecido instituciones, como la Biblioteca Cochran, para depurar el contenido de las publicaciones médicas.
En el capitalismo esto que algunos llaman “ciencia” es un sector productivo que, como todos los demás, cada vez tiene que producir más cantidad y en cualquier proceso de fabricación en masa, una parte cada vez más importante es fraudulenta, ficticia. Por ejemplo, el British Medica Journal asegura que muchas publicaciones se fundamentan sobre ensayos clínicos inexistentes. Los investigadores no se han equivocado: se lo han inventado todo de arriba abajo.
Rebuscar entre las publicaciones científicas es como rebuscar en la basura, dice el British Medical Journal. Las retractaciones van en aumento, pero siguen siendo un porcentaje insigificante del fraude. Algunos cálculos indican que, aproximadamente, el 20 por ciento de los ensayos clínicos referidos en las publicaciones son “zombis”.
Algunos investigadores han inventado técnicas para detectar si una publicación científica es falsa, pero aunque alguien detecte la falsificación, el resto la tiene por fiable. La bola de nieve crece exponencialmente porque esta “ciencia” es una carrera, como la militar. Los trepas que quieren ascender necesitan publicar mucho, sin que a casi nadie le importe el contenido de lo que publican.
A su vez, las publicaciones científicas, que son empresas privadas, deben tener muchos lectores para que su “índice de impacto” suba. El contenido importa mucho menos. Lo mismo que en la telebasura, lo que importa es cuántos espectadores están delante de la pantalla.
Del mismo modo que la telebasura ha acabado saturando a todas las televisión, la basura de las publicaciones científicos está saturando ahora mismo a eso que llaman “ciencia”. A una revista no le interesa reconocer que ha publicado un artículo de mierda, porque se desprestigia. Así que mantiene el fraude contra viento y marea.
Del mismo modo, una universidad no quiere reconocer que uno de sus investigadores ha falsificado sus artículos; también prefiere encubrir la mierda porque ya saben lo que dice el refrán: “los trapos sucios se limpian en casa”.
¿A quién le importa que un médico se apoye en publicaciones científicas fraudulentas para matar a un enfermo o perjudicar aún más su salud?
(*) https://blogs.bmj.com/bmj/2021/07/05/time-to-assume-that-health-research-is-fraudulent-until-proved-otherwise/