Tras el batacazo de Syriza en las dobles elecciones de mayo y junio de este año, Tsipras dimitió de mala gana. Durante las elecciones internas, presentó a Stefanos Kasselakis como candidato para sucederle.
Ganó con el 56 por cien de los votos una nueva “estrella” que hasta hace poco no era miembro del partido ni tenía ningún vínculo con ningún movimiento progresista. Es un lacayo del imperialismo de manual. Procede de una familia capitalista, creció en Estados Unidos, donde trabajó para Goldman Sachs y se movió entre los armadores griegos. También colaboró con el Partido Demócrata en la campaña en favor de Biden.
Es un político de diseño, de imagen y campaña publicitaria de las grances cadenas de comunicación de Grecia. Durante varias semanas se coordinaron para convertir cada palabra o gesto del lacayo en primicia informativa.
La victoria de Kasselakis fue obra del círculo de los asociados más cercanos a Tsipras, que trata de reconstruir un partido en ruinas con unos ladrillos gastados por el cúmulo de traiciones que acumula.
El plan es asociarse al PASOK, que ya no es tampoco el viejo PASOK sino un refrito de cuatro partidos coaligados que mantienen el nombre de la socialdemocracia griega.
En suma, se van a agrupar dos ruinas helénicas para tratar de aparentar algo nuevo, una coalición de esas que llaman “amplias” y que no tiene ningún signo distintivo de las tradiciones progresistas. Ni siquiera alardeará de ser de “izquierdas”. Puro siglo XXI, puro pragmatismo en una época en la que Grecia está sumida en el fango.
Los precios de los alimentos suben a un ritmo del 12 por cien anual. La mitad de los trabajadores ha reducido la compra de alimentos para poder pagar sus facturas de electricidad y calefacción. El 75 por cien de los trabajadores ha reducido el uso de calefacción y la mitad el de agua caliente. Un tercio acusa problemas de salud relacionados con las condiciones de la vivienda.
Por el contrario, la jornada de trabajo se alarga hasta límites insospechados, en un país donde el tiempo medio de trabajo semanal es de los más largos de Europa. Ahora el gobierno ha legalizado el trabajo los 7 días de la semana y abre el camino a una jornada laboral diaria de hasta 13 horas.
Como consecuencia, los accidentes de trabajo se disparan a causa del agotamiento físico y sicológico. Con 122 obreros muertos en el lugar de trabajo, el año pasado se batió el récord de siniestros laborales. Durante los primeros nueve meses de este año ya se ha superado el máximo: 135 obreros muertos.
Lo que menos necesitan los trabajadores para frenar la avalancha es partidos como Syriza y personajes como Kasselakis, especialistas en extender la frustración y la desmoralización.