Suiza es un país empeñado en arruinar su tradicional neutralidad. Ni siquiera durante la Guerra Fría enseñó el plumero de la manera en que lo está haciendo ahora. Aunque carece de costas y puertos, el viernes el Consejo Federal se sumó a las sanciones de la Unión Eurpea contra la “flota fantasma” rusa.
Es una flota en la que cabe un poco de todo. Según la Unión Europea son entre 600 y 1400 barcos que permiten a Rusia seguir exportando su crudo burlando las ilegales sanciones occidentales, es decir, que los barcos cumplen toda la normativa del derecho marítimo, a pesar de lo cual están amenazados por la piratería de los países europeos.
Además de los barcos, las sanciones alcanzan a empresas y personas incluidas arbitrariamente en una lista negra sin saber muy bien los motivos. Así, de la noche a la mañana, 22 nuevas entidades y 42 nuevas empresas tienen embargadas sus propiedades, y las personas físicas no puden entrar o transitar por Suiza.
Además, cinco bancos rusos y cuatro filiales de bancos rusos establecidos en terceros países se verán afectados por las prohibiciones de transacción, especialmente porque utilizan sistemas de pago rusos. Es también el caso de ocho empresas de terceros países que socavan el objetivo de las sanciones.
En pocas palabras, las sanciones y embargos son arbitrarios y no es fácil descubrir los motivos de ello, pero es curiosa la manera en la que pretenden que las empresas suizas que operan en Rusia no se vean afectadas por las posibles represalias procedentes de Moscú. Para evitarlo, el Consejo Federal amplía el plazo para hacer excepciones que permitan a las empresas suizas deshacerse de sus propiedades en Rusia y que no les pille el toro.
Por si todo eso no fuera suficiente, Suiza quiere demostrar que las sanciones son de goma y se extienden a Bielorrusia. Dos personas físicas y tres empresas de esa nacionalidad están sujetas al embargo de activos y a la prohibición de entrar o transitar por Suiza.