Ahora Europa va a pasar la ITV a 48 bancos que representan el 70 por ciento de los activos europeos. Algunos periódicos dicen que es para saber si serán capaces de soportar una nueva sacudida como la de hace 10 años, pero no es cierto: en 2008 ningún banco pudo soportar la crisis por sí mismo, sin recurrir al dinero de terceros, la mayor parte de las veces procedente de las arcas públicas.
Por lo tanto, nosotros no necesitamos ningún test; ya lo sabemos: los bancos tampoco podrían volver a soportar ahora un nuevo desplome.
Sin embargo, la Comisión Europea necesita anticiparse a la próxima caída para saber lo que puede hacer para paliar sus efectos, teniendo en cuenta que ahora la situación es mucho peor que entonces.
El experimento es el siguiente: los bancos deberán suponer que el PIB en la Unión Europea cae un 1,2 por ciento el primer año y un 2,2 el segundo. Incluso con una recesión tan pequeña, ¿qué ocurriría con los bancos?
La segunda parte de la prueba es ésta: ¿qué ocurriría si los precios de la vivienda caen un 28 por ciento de aquí al año 2020?
En Bruselas rondan por las cabezas de los “expertos” otras preguntas, como ¿qué ocurriría si la burbuja de deuda pública oi de lasa empresas explotara?, ¿cuál sería la respuesta ante la falta de liquidez para pagar a los clientes?, ¿y si no tuvieran dinero para pagar a los acreedores?
Lo sabremos el 2 de noviembre.
Ya ven que todo es normal. Desde 2014 en Europa ya ha habido tres tests de “stress”. Las finanzas se han acostumbrado a ellos y los bancos se han provisto de buenos sacos de fondos propios para responder ante eso que antes llamaban “imprevistos” en la jerga contable.
Ahora lo normal es que haya “imprevistos”. Todas y cada una de las instituciones capitalistas del mundo ya no tienen otro horizonte que ese: una crisis cada vez más aguda.
