Parece que hemos retrocedido 200 años en la historia. Es un absurdo propio del feudalismo que un obrero necesite permisos y papeles para poder trabajar, aunque en realidad es la esencia misma de un capitalismo en su etapa moribunda.
Ya no hay diferencia entre un activo y un parado. Es la esencia de la precariedad: todos estamos a medio camino entre una cosa y la otra. Tampoco hay tanta diferencia entre un autóctono y un emigrante. Los papeles te los dan por un tiempo; luego te los quitan. Tienes un pie aquí y otro allá.
Ocurre lo contrario que con los títulos nobiliarios: si eres marqués, el título es para siempre y pasa a tus herederos durante siglos.
Con la clase obrera ocurre todo lo contrario. Los obreros ya no saben ni de dónde son porque aunque hayan nacido aquí, si sus padres son “moros”, él siempre será “moro”, aunque le concedan la nacionalidad. En Francia el mismo que te da la nacionalidad, te la puede quitar, por ejemplo, porque eres yihadista, o porque visitas páginas web yihadistas, o tienes amigos yihadistas…
Hoy la condición de obrero es como la del conductor que, además de permiso necesita tener “puntos”. Hay que ganárselo. Por eso un día trabajas y otro no. Un día te dan permiso de residencia y otro no. Eres español pero luego te quitan los papeles. Vives aquí pero te puede pillar la policía y te deporta a Camerún si tus papeles no están en regla, o han caducado, o no los renovaste…
En setiembre el fiscal general de Estados Unidos, Jeff Sessions, anunció que el gobierno pondría fin a lo que allá califican como DACA (Acción Diferida para los Llegados en la Infancia), un programa de los tiempos de Obama para evitar la deportación a millones de esos que allá califican como “soñadores”: trabajadores indocumentados, o mal documentados, por más que hayan vivido y trabajado siempre, desde niños, en Estados Unidos.
El miércoles, antes de salir para Davos, Trump afirmó que estaba dispuesto a conceder unos papeles y permisos precarios a los obreros emigrantes indocumentados.
Vivimos tiempos de precariedad; todo es temporal, cambiante. Los papeles los concederían sólo por un plazo de entre 10 y 12 años. Luego volveríamos otra a ser salvadoreños, hondureños, colombianos o brasileños. Incluso nos quitarían nuestra vivienda en San Diego para conducirnos hasta Tijuana.
Hay una condición importante: los papeles te los conceden siempre que no tengas antecedentes penales, lo que en Estados Unidos es una proeza. Casi todo el mundo los tiene, 70 millones de personas, porque allá no se cancelan nunca.
Además, están investigando a los emigrantes que consiguieron sus papeles con triquiñuelas y malas artes, que son la inmensa mayoría, para privarles de ellos y devolverlos a sus países de origen.
Ítem plus: en un país capitalista todo tiene su precio y valor de cambio. A cambio Trump quiere que el Congreso apruebe 30.000 millones de dólares en seguridad fronteriza, incluidos 25.000 millones para construir su muro de 1.290 kilómetros en la frontera de México.