‘Somos esclavos modernos’, dicen los jornaleros cuyo salario no llega ni al mínimo

Farid trabaja desde 2014 en la misma empresa, como jornalero en el campo de Alicante. No cobra el nuevo Salario Mínimo Interprofesional. A pesar del Decreto del Gobierno la empresa para la que trabaja sigue pagando lo que aparece en el convenio del sector. No llega a los 900 euros al mes. “Lo que quieren son esclavos modernos. Antes los esclavos no cobraban, ahora sí, pero poco”, dice Farid. “No cobra lo que dice la ley o lo que marca el Estado, pagan lo que al empresario le da la gana, como si nos estuviera regalando algo, haciéndonos un favor”.

Vive con su mujer en un piso por el que paga 320 euros al mes, gastos aparte. “A veces no llego al fin de mes. Llevo dos años sin poder ahorrar nada. Ni 1.000 euros. Nada”.

El salario es lo que más le preocupa de una larga lista de abusos laborales que lleva sufriendo años. Los abusos empiezan en el camino al tajo: “Nos meten en una furgoneta como ovejas. A 15, a 20, les da igual, no hay límite. No hay asientos y vamos ahí con las herramientas. Cuando nos meten ahí sentimos que no valemos nada. Si hay un accidente, nos matamos. Y si no quieres subir, a la calle. Si no aceptas lo que te dicen, te vas fuera. Así se solucionan los problemas”.

Allí, en el campo, han estado años sin baños. 60 hectáreas de zona de trabajo sin un baño, ahora tienen dos. “Teníamos que alejarnos de nuestros compañeros y hacer nuestras necesidades ahí, donde sea. Nos daba mucha vergüenza, porque además es una zona de carreteras y también hay casas… No sé lo que pensaría la gente”.

Tampoco tienen el material necesario para trabajar, a pesar de que el convenio así lo exige. “Nos tenemos que comprar nosotros los zapatos. Nos dan unos guantes, pero no protegen bien y si se te rompen o se te mojan, no te dan unos nuevos. A veces trabajamos de noche, con la luz del tractor y de la furgoneta. De noche y con cuchillos. Eso no es normal”.

Farid (es un nombre ficticio) describe la relación con los empresarios comparándola continuamente con la esclavitud, como una relación entre amo y esclavo. “Lo único que les importa es sacar el pedido. Lo demás da igual. Da igual la salud de sus trabajadores. Hay gente que tiene 25 años y tiene problemas de espalda, pero a nadie le importa. Solo ganar, ganar y ganar”. De hecho, también les niegan los reconocimientos médicos: “Nos hacen firmar un papel diciendo que nos negamos a tener reconocimientos médicos, pero en realidad no nos negamos, queremos hacerlo, pero si no firmamos el papel, nos echan”.

La empresa juega con ventaja. Farid es marroquí, como la mayoría de sus compañeros y los empresarios se aprovechan. “Cuando encontramos un trabajo nos tenemos que aguantar y el empresario lo sabe muy bien. Sabe que necesitas un trabajo, que tienes una residencia que renovar, que tienes una familia, que tienes que pagar el alquiler… Sabe que podemos perder nuestra documentación”. Farid habla español, pero muchos de sus compañeros no. “No saben leer, ni escribir… Y de eso también se aprovechan. Contratan a extranjeros porque saben que no conocen la ley, que no sabe defender sus derechos, no saben ni las vías que pueden utilizar… Saben que no tenemos estudios, que esto es lo que sabemos hacer”.

Farid estuvo años sufriendo día tras día estos abusos hasta que se hartó. Decidió dar la cara y luchar por sus derechos. En 2017 se afilió a Comisiones Obreras y consiguió que se celebrasen unas elecciones sindicales justas, hasta entonces controladas por la empresa. Pero desde entonces, todo ha ido a peor. “Quieren trabajadores que trabajen y callen. No quieren a nadie que reclame sus derechos. Trabajar, callar y dar las gracias”.

Los que se afiliaron al sindicato están contratados como fijos discontinuos. La empresa solo cuenta con ellos para una temporada, la de invierno. En verano, están en el paro. “Nos dicen que no hay trabajo, pero los que no están afiliados a Comisiones Obreras sí están trabajando. Nos mandan al paro y contratan a eventuales”. Eso, a pesar de que el convenio del sector regula que los fijos discontinuos tienen preferencia en el caso de que haya que contratar trabajadores eventuales. No les llaman para hacer horas extra e intentan que trabajen lo mínimo que marca el convenio: seis días cada dos semanas. “Cuando entré a trabajar en la empresa pagaban 5,40 la hora, ahora pagan 6,63 y cobro menos. No llegamos a las 40 horas semanales que marca el convenio. Nos están castigando solo por haber reclamado nuestros derechos. Por plantarle cara al empresario. Somos una máquina en sus manos que apagan y encienden cuando quieren”.

Echa en falta, también, más controles. Asegura llevar años trabajando sin ver un control: “Alguien que nos pregunte cuánto cobramos, cuántas horas trabajamos, si tenemos reconocimientos médicos”. Farid no pide mucho, dice, solo que se cumpla la ley. “No queremos que pierda el empresario, queremos ganar los dos. Queremos que el empresario entienda que el trabajador forma parte de su proyecto, que no lo puede dejar al margen. No puede ser que él se haga año tras año más rico y el trabajador año tras año más débil. ¿Por qué nos siguen tratando así, como esclavos?”.

El gobierno aprobó el 21 de diciembre la mayor subida del Salario Mínimo Interprofesional, situándolo en 900 euros al mes, pero medio año después no termina de llegar a todos los sectores. Los representantes de los trabajadores denuncian que hay, al menos, tres vías para eludir el pago de esos 900 euros. Hay empresas que suben el salario base, pero también el número de horas de trabajo. Otros que suben el base, pero bajan los complementos, por lo que sigue sin reflejarse en la nómina. Y la tercera forma que se da, sobre todo, en el sector agrícola: los empresarios siguen aplicando el convenio del sector sin subir el salario. Es el caso de Farid que cobra 6,63 euros la hora, a pesar de que, según los sindicatos, debería cobrar 6,99.

https://cadenaser.com/ser/2019/06/04/economia/1559642199_966526.html

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