Sobre la violencia

Jon Iurrebaso Atutxa
Vamos a atrevernos a hacer algunas consideraciones sobre este instrumento, concepto y uso. Sin violencia no habría explotación ninguna, ni siquiera la patriarcal origen del resto de violencias, de la cual el capital hace su pilar fundamental, sobre todo subyugando a la mujer en todos los sentidos posibles. Sin violencia no estaría el capital en la cúspide de todas las pirámides culturales, políticas, sociales y económicas. Sin violencia no habría imperialismo. Sin violencia y capitalismo, la mercancía no estaría en el medio de nuestras vidas.

¿Qué es pues la violencia? Hay quien se empeña en hacer difícil formular algunas de las maneras de entender o explicar qué es la violencia. En los días que nos ha tocado vivir diríamos que tampoco hay que romperse mucho la cabeza para definir la violencia, sobre todo en el sentido que más nos perjudica a los explotados que vendemos nuestra fuerza de trabajo al capital o a cualquiera de sus filiales. La violencia es consustancial a la lucha de clases. A la lucha por el poder de clase.

Es decir la violencia es el antídoto principal (no el único) válido para el capital en cuanto a seguir manteniendo sus privilegios y, aún más, en todo lo que concierne a la propiedad sobre los medios de producción. Sin ese instrumento coercitivo hacía tiempo que las diferentes relaciones entre clases se darían de una manera muy diferente. Por eso el capital se esfuerza en dominar y perfeccionar ese medio tan poderoso y vital. Por eso ha convertido la violencia en estructural y permanente a la vez que se erige como único propietario legítimo de la misma.

Todos los que practiquen la violencia, fuera de las estructuras de poder, con el fin de llegar a ser autónomos, independientes y soberanos de esas mismas estructuras, serán tildados de terroristas. Nos referimos también a la autodefensa feminista que hace frente a la violencia machista la cual tiene un trato privilegiado en tanto que deviene de la cultura patriarcal y elemento de primer orden en el sistema de dominación del capital.

Analicemos, aunque sea someramente, el tema de la violencia que se practica por los Estados español y francés contra una nación como es Euskal Herria. Los Estados que ocupan nuestra nación violentan nuestra cultura, nuestra lengua, nuestro territorio, nuestra historia y, sobre todo, son sordos cuando la voluntad del pueblo vasco reclama su libertad.

Los que nos ocupan y explotan, como clase y como nación, relacionan la reivindicación emancipadora como terrorista. Es decir, todo el que se alce contra los Estados que nos ocupan es terrorista. Este es el mensaje del capital: terror: miedo: demanda de protección: el Estado se hace cada vez mas invencible y sustentado por los que oprime y explota.

En estos casos de independencia nacional y social, en los cuales haya que utilizar la violencia, nosotras y nosotros lo conocemos como violencia revolucionaria. Ni fetichista, ni militarista ni terrorista: violencia revolucionaria.

Esto es, si el capital tiene un estado fuerte (con buenos aparatos de inteligencia y coercitivos), los medios de comunicación, los partidos insertados en el sistema democrático que nos aplasta, el entramado del sistema educativo, etc. tiene ganada su comodidad y nuestro sufrimiento, y el de otros y otras, por muchos años.

¿Qué significa el término terror (terrorismo, terroristas, maligno/a…) en las sociedades judeo-cristianas o en las de las Américas del norte (yanquis) que están destinadas a ser los guías espirituales que conduzcan al planeta hacia el “bien”? Los mensajes son claros. A veces escandalosamente burdos y la mayoría de las veces sibilinos, de tal manera que van penetrando en nuestras mentes, en muchos casos, sin apenas percibirlo.

Esto quiere decir, y es triste reconocerlo, sentirse pobre y estar convencido que lo será para siempre porque Dios o el capital o la Virgen de Lourdes, o “los que saben más que yo”, lo han querido. Y ante esa situación esquizofrénica por una parte, pero también de imposición, explotación y ocupación como nación es de donde nacen razones objetivas suficientes para luchar con los instrumentos que en cada momento se consideren oportunos.

Eso significa que una nación por pequeña o pobre que se sea tiene el derecho a su liberación nacional y social y no puede haber nadie que lo impida argumentando sandeces que finalmente traen millones de muertos (casualidad, siempre de los más parias de la tierra), millonarias ganancias para ciertos emporios, personalidades y establishment en general.

Bajo el mandato de Barak Obama (“I have a dream”) no se cerró Guantánamo (su promesa más progresista) sino que los yanquis invadieron, sembraron el terror, mataron a millones de personas y destrozaron seis países ¿Cómo llamamos a eso? “¿tercera guerra mundial?” ¿O guerras que los yanquis hacen cada año o varias veces en el mismo año para paliar los desastres que origina el capitalismo? ¿No es eso terrorismo?

¿No será violencia saber que hay posibilidades de que no menos de 10 millones de yemeníes estén a punto (o ya lo estén en muchos casos) de contraer el cólera por el cerco que Arabia Saudí, Israel, USA, España (envío de explosivos) hace a poblaciones de civiles yemeníes? Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta el día de hoy se estima que los Estados Unidos de América del Norte han asesinado entre 20 y 30 millones de personas por todo el mundo, sin contar los heridos, destrucción de países enteros etc. ¿Qué es terrorismo pues?

Las bombas que se fabrican en Euskal Herria y que la ministra española Celaá dice que no son problema porque son inteligentes, son un problema porque las utilizan contra la población civil porque no pueden vencer militarmente a sus oponentes. Celaá lo sabe. Esta ministra sabe que Arabia Saudí utiliza la inteligencia de las bombas para matar a población civil yemení, para asesinar a sus opositores.

Vergüenza tendríamos que tener en Euskal Herria al colaborar empresas vascas en envíos de instrumentos de guerra para asesinar a población civil. Y, para los de a pie, repetimos que no debiéramos olvidar que el capital no tiene patria, ética ni vergüenza, sea vasco o vasco-español, vasco o yanqui…

Una cosa es el terror del ISIS (DAHES) creado, sustentado y dirigido por las monarquías petroleras del Golfo y Estados Unidos de America del Norte, Francia, Alemania, Inglaterra, la ayuda de España y otros, el sionista y terrorista Israel, etc. Otra cosa bien diferente es el derecho a la cultura, a la identidad, al bienestar social, a la independencia nacional…

Entonces ¿qué ocurre aquí? ¿Es que otros y otras no son tan iguales ni tienen tantos derechos como nosotras y nosotros? ¿Por qué no hacemos ni lo más mínimo para impedir las guerras imperialistas que se suceden año tras año provocando millones de muertos, de hambre, de desplazados, países con infraestructuras destrozadas…?

Planteamos ética y dignidad. Porque de lo que “nuestros” gobiernos roban en Oriente Medio, África y Asia, al final, un poquito “pillamos” todas y todos. Imagino que nos entendemos. Menos posturas ideadas por la burguesía y más compromiso con el género humano sea de donde sea. Y si no, no vayamos sonriendo y tranquilos/as por la vida y, encima, de progres.

Siempre ha habido categorías o niveles de compromiso o de colaboración. Lo que es indecente es colaborar con “tu país” para masacrar a otros (sustentado los gobiernos que hacen las guerras es la manera mas sutil, pero no la única) de los que algunas personas, las menos, podrán huir y pretender acogerlos en nuestra Euskal Herria cuando cierta parte mal duerme en polideportivos, con gente solidaria que enlaza para cambiarlos de barrio ante la inasistencia institucional, etc.

La violencia es un instrumento. Callar es una actitud, sí, pero deviene en violenta mientras que no denuncia y ayuda a ocultar la violencia estructural. No es un instrumento ciego y no es una actitud más. La violencia del capital significa preservar a una clase social determinada para que mantenga su poder y lo utilice contra quien no pertenece a dicha clase. La violencia que el capital y las fuerzas retrogradas utilizan para crear miedo e inseguridad es un crimen de lesa humanidad. Y los que callan, porque entienden que tiene que haber una violencia estructural o porque no se sienten con fuerzas para combatirla, otorgan. De una manera u otra, más o menos gravemente.

Es violencia que ante tamaña crisis haya ricos mucho más ricos y muchísimos más pobres. Es violencia que tus hijas no puedan ir a la Universidad porque no hay dinero para pagar el alquiler del piso, comer, etc. O cuando unos chavales se sientan menos ante otros porque no tienen no sé que móvil de última generación y encima sus padres sientan no poder dárselo. Y eso no es una tontería, es la larga mano del capital que hace a los pobres querer ser como los que les explotan sin darse cuenta de ello.

Queremos decir que los de abajo, y que nadie se equivoque con el piso, nos tenemos que unir, informar, contactar, debatir, mostrar públicamente lo que sentimos, pensar que nadie nos maneja porque periódicamente estamos al tantito de todo lo que ocurre en nuestro barrio, pueblo o tajo. Siempre adelante por la independencia y el socialismo para Euskal Herria y todos los pueblos del mundo, sabiendo que no desecharemos ningún instrumento de lucha para llevar al pueblo trabajador vasco a ser responsable de su día a día y de su destino.

Nota. Extracto del prólogo de Argala al libro de Jokin Apalategi “Los vascos de la nación al Estado”:

“Como resultado de ambos factores -estudio del marxismo y resurgir nacional vasco-, tomé conciencia clara de la existencia de Euskadi como nación diferenciada, integrada por siete regiones separadas por las armas de los estados opresores, español y francés; de la división de la sociedad en clases enfrentadas por intereses irreconciliables; de que Euskadi misma no era una excepción en este sentido, comprendí lo que fue la «evangelización de América» por los españoles y lo que fueron «las cruzadas», lo que fueron «los rojos» y el «glorioso alzamiento nacional»; que no se trata de que los ricos ayuden a los pobres, ni únicamente de que se aumenten los salarios de la clase obrera, sino de socializar los medios de producción; que para lograr la solidaridad social es precisa una profunda revolución cultural, y que, para ello, no basta con la buena voluntad, sino que es precisa una transformación del modo de producción capitalista actualmente dominante por otro socialista; que para ello es preciso que la clase obrera obtenga el poder político; que un aparato de estado no es neutral y que esto obliga a la clase obrera a destruir el estado burgués para crear otro propio; que la burguesía recurre a las armas cuando ve en peligro sus privilegios, lo que induce a pensar que, sí la clase obrera no se plantea el problema en términos semejantes, tendremos ocasión de presenciar muchas matanzas y pocas revoluciones”.

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