La concepción de los virus y las bacterias que nos han transmitido tradicionalmente, y que nos siguen transmitiendo, especialmente en estos tiempos, tanto comunicadores como expertos, ha cambiado radicalmente desde hace algunos años […]
Los datos sobre la implicación de las bacterias y los virus en la evolución de la vida son verdaderamente impresionantes, pero sería largo de documentar y de analizar aquí. Así que nos limitaremos a mencionar que la fusión de bacterias dio origen a las células eucariotas, las que nos componen, y que sin las bacterias de los suelos no sería posible la existencia de plantas y, por tanto, no existiría la vida terrestre. En cuanto a los virus, toda la información apunta a que fueron los que aportaron las secuencias responsables del desarrollo embrionario de animales y plantas, es decir, de la evolución de los seres vivos.
[…] La valoración del número de virus en las aguas dulces y saladas se realiza mediante la marcación con fluorocromos del ADN y el ARN de los virus que se encuentran en las aguas. Como se ve en la referencia citada en el artículo, en aguas marinas superficiales (en las playas en las que nos bañamos) se han contado 10.000 millones de virus por litro. Los estudios realizados mediante metagenómica (la secuenciación y estudio de los genomas obtenidos de muestras ambientales) en suelos varían según el método de extracción, pero han dado cifras de hasta 5.000 millones por gramo de tierra seca. Incluso estudios en el aire en zonas libres de contaminación arrojan cifras que compiten con las anteriores. Es decir, las bacterias y los virus no sólo son nuestros componentes esenciales, sino que vivimos literalmente inmersos en un mar de bacterias y virus.
Pero no sólo nos rodean, sino que se puede decir que trabajan para nosotros. Como se puede ver en el artículo mencionado, una enorme cantidad de fagos adheridos a las mucosas protegen el organismo de bacterias ajenas, billones de virus controlan el microbioma intestinal y, por tanto, la salud del organismo… A esto habría que añadir que colonias de bacterias controladas por virus están en nuestra piel protegiéndola de bacterias del exterior.
Sin embargo, la presencia y actividades de los virus que más trascendencia tiene en el tema que nos ocupa (el “terrible asesino” SARS CoV2) es la que realizan en los genomas de todos los seres vivos, en nuestros genomas. Y esto es de gran importancia, por lo que ruego la mayor atención: los virus endógenos están integrados en los genomas como parte constituyente, es decir, no se trata de virus que están dentro de la célula. Son las secuencias genéticas que componen los virus que están formando parte de los cromosomas. Las cifras iniciales de cuando se descubrieron calculaban que un 10% de los genomas estaban constituidos por retrovirus endógenos. Pero con los nuevos métodos de análisis y las nuevas evidencias la proporción ha aumentado hasta conformar la práctica totalidad de los genomas. Los elementos móviles (transposones y retrotransposones), los virus ADN, las secuencias repetidas, los elementos dispersos (LINE y SINE), los intrones… incluso los genes codificantes de proteínas, cuyo origen se explicaba (se no explicaba) por “el azar” se está mostrando como formado, en su mayor parte, por secuencias derivadas de virus.
Entonces, si los virus están en nosotros, protegen el equilibrio de nuestro organismo y son parte (la mayor parte) de nuestro genoma ¿Cuál puede ser el motivo de que se hayan considerado nuestros peores enemigos? El marco conceptual es claro: la concepción competitiva de una Naturaleza poblada de enemigos que domina la biología desde hace 200 años. En cuanto al marco empírico, el descubrimiento de virus en tejidos enfermos (el primer virus fue descubierto, según se cuenta, por Stanley en la enfermedad del mosaico de la planta de tabaco), condujo, dentro del marco conceptual mencionado, a considerar a los virus responsables de muchas enfermedades. De hecho, el nombre con el que se los denomina, virus, significa veneno en latín.
Sin embargo, observaciones recientes, ofrecen una explicación muy distinta de la presencia y actividad de los virus en los organismos. Como se puede ver en el escrito precedente el tumor de mama emite partículas retrovirales de carácter endógeno. Es decir, los virus endógenos, los que forman parte de los genomas, cuando hay alguna situación que altera lo que podemos llamar el equilibrio natural (alguna “agresión ambiental” o alguna patología) pueden salir de los genomas y reconstruir su cápsida.
Por eso, se viene asociando erróneamente a virus con enfermedades con un claro origen ambiental, como enfermedades neurológicas producidas por distintos tipos de neurotóxicos, o enfermedades autoinmunes como la artritis. Es decir, si tenemos en cuenta que en todos los tejidos se expresan (existen) multitud de virus endógenos y sabemos, porque se ha comprobado experimentalmente, que “agresiones” ambientales como radiaciones o productos tóxicos movilizan los elementos móviles y los virus endógenos, lo más probable es que los virus que se identificaron inicialmente como responsables de enfermedades no fueran causa, sino consecuencia.
Y así “el virus de la polio” (con todo el aspecto de enfermedad provocada por el uso masivo se de plaguicidas en los cultivos) se encontró en las heces (en las que hay millones de virus) de un niño sano. De hecho es un enterovirus, enterovirus es decir, virus que no son patógenos y que se encuentran en el tracto intestinal. Por eso se nos explica que la transmisión fecal-oral se facilita cuando existen condiciones deficitarias de higiene y saneamiento ambiental, lo cual no no cuadra con el hecho de que la “epidemia”” de poliomielitis alcanzó, alcanzó por ejemplo, en los Estados Unido, a muchos niños, niños incluso adultos, de clase alta. Es más, existe una estrecha correlación entre el uso de pesticidas (fundamentalmente DDT) y evolución (crecimiento y desaparición) de aparición) de la epidemia de polio en Estados Unidos.
Y con estos precedentes comenzó la guerra contra los virus.
Segunda parte
Luchando contra ‘el coronavirus’
En 1916 se produjo en Nueva York una terrible epidemia de poliomielitis. En un laboratorio del Instituto Rockefeller se había cultivado el “poliovirus” entérico en cerebros de mono. El resultado: un virus extremadamente virulento (recordemos que en todos los tejidos animales se expresan una gran cantidad de virus endógenos). Muy pronto se pudo comprobar la consecuencia: el llamado “Desastre de Cutter” fue una epidemia provocada por la vacuna contra la polio de Jonas Salk, proclamado por el presidente Eisenhower “benefactor de la Humanidad” y héroe popular. La vacuna de Salk, aprobada de forma precipitada precipitada consistía en poliovirus virulentos supuestamente inactivados con formaldehído. Causó 40.000 casos de polio, dejando a 200 niños con diversos grados de parálisis y matando a 10. Y así comenzó la fabricación de virus híbridos.
La producción de virus híbridos se puede realizar (de hecho, se realiza) por dos métodos. El más sencillo consiste en practicar infecciones repetidas de virus, por ejemplo, de humanos en cerdo, (lo que se suele llamar “pases”) y seleccionar en cultivos las cepas de alta virulencia.
En este procedimiento no hay manipulación directa del genoma, pero, a pesar de su simplicidad, se pueden obtener con 15 “pases” o cambios que producen una gran virulencia. Este proceso es, sin duda, el que se ha producido accidentalmente cuando se cultivan virus humanos en tejidos o embriones animales.
El más complejo es el de la ingeniería genética, que consiste en la manipulación de virus en laboratorio, por recombinación de RNA de un animal o de dos, tomando como estructura base un tronco de virus humano que puede ser un coronavirus, o por ejemplo, de ratones, para obtener virus quiméricos de gran virulencia.
El primer método tiene mucho que ver con la terrible pandemia provocada por la gripe de 1918 (mal denominada “gripe española”), que provocó, según se asume, 50 millones de muertos. Su origen real fue en los soldados norteamericanos. Según se ha podido documentar, fue la primera guerra en la que todos los soldados fueron obligados a recibir una gran cantidad de vacunas obtenidas mediante métodos tan primitivos como el antes mencionado.
La otra gran catástrofe producida de forma accidental es el nacimiento del VIH. Desde 1992 hasta 1999, el periodista Edward Hooper siguió el rastro de la aparición del SIDA hasta un laboratorio en Stanleyville en el interior del Congo, por entonces belga, en el que un equipo dirigido por el Dr. Hilary Koprowski, el científico que por entonces tenía a su nombre el mayor número de patentes, en una feroz competencia con Jonas Salk y Albert Sabin por conseguir una vacuna contra la polio (y su consiguiente rendimiento económico) elaboró una vacuna utilizando como sustrato riñones de chimpancé y macaco. Recordemos que las dos “cepas” principales del virus del SIDA son el VIH1, híbrido de chimpancé y humano y el VIH2 híbrido de macaco y humano. El “ensayo” de esta vacuna activa tuvo lugar entre 1957 y 1960 mediante un método muy habitual “en aquellos tiempos”, la vacunación de, entre 250.000 y un millón de niños en diversas “colonias” de la zona. Hooper fue vapuleado públicamente por una comisión de científicos que negaron rotundamente esa relación, pero no se consiguió ninguna vacuna para ser analizada. Desde entonces, se han publicado varios “rigurosos” estudios en revistas tan prestigiosas como Nature, que asociaban el origen del Sida con mercados africanos en los que era práctica habitual la venta de carne de mono. Lo que Hooper ni Koprowsky podían saber era que los mamíferos tenemos virus endógenos que se expresan en todos los tejidos y órganos.
Y aquí comienza la historia de los “virus de laboratorio”. Como hemos visto la barrera de especie hace que la probabilidad de que un virus animal se hibride en la Naturaleza con su correspondiente humano (a pesar de su correspondiente y diferente receptor celular) es lo más próximo a cero que se puede concebir. La posibilidad de que el “mosaico” sea de tres especies diferentes sería de cero elevado a infinito, es decir, todavía más próxima.
[…] La elaboración de virus “quimera” es muy laboriosa. También sabemos que este tipo de manipulaciones se hace comúnmente en laboratorios de alta seguridad bajo el pretexto de prever apariciones de nuevos virus e, incluso, para elaborar vacunas. Es decir, así como está bastante claro que el paso de virus entre especies en la Naturaleza no es posible, por muchos animales que se hayan comido a lo largo de milenios, la producción de virus híbridos en laboratorio se puede hacer y se ha hecho.
Para tener un marco de referencia parece conveniente mencionar que los coronavirus son virus endógenos de mamíferos que en humanos aparecen asociados al catarro común y, al parecer, en casos de gastroenteritis en lactantes.
Examinemos, pues, las más recientes producciones:
El SARS-CoV es el coronavirus que causó en 2003 la epidemia del “Síndrome respiratorio agudo grave” en los países del sudeste asiático. Se detectó por primera vez en la provincia de Gaundong (China) en noviembre de 2002 y se propagó a más de 30 países, causando un total de 8.098 contagios en todo el mundo y 774 muertes, la mayor parte en China. Según los científicos el SARS saltó de las civetas a los humanos, pero provenía de los murciélagos. Además del estigma de los pobres murciélagos como “reservorio” de todos los males de la Humanidad, es curioso que el coronavirus haya pasado al ser humano a través de la civeta en la que, casualmente, su coronavirus es genéticamente muy parecido al humano. Otra circunstancia muy interesante, de la que hablaremos más adelante es que no se han informado nuevos casos desde 2004, claro que los CDC han aclarado que no se puede considerar erradicado porque el virus causante tiene un “reservorio animal” del cual posiblemente podría resurgir.
El “síndrome respiratorio de Oriente Medio” es una enfermedad respiratoria grave causada por el coronavirus identificado como MERS-CoV y fue informada por primera vez en septiembre de 2012 en Arabia Saudita. Se extendió por 27 países, pero el 80% de los casos se produjeron en Arabia Saudita. En este caso, parece que tampoco se ha exonerado a los murciélagos y se atribuye “quizás a partir de un virus ancestral de murciélagos”. ¿Adivinan cuál es el culpable? Efectivamente: el camello. En octubre de 2015 se habían registrado 1.523 casos en todo el mundo, con 544 muertes.
No he podido encontrar datos de su extensión actual si es que está activo.
Otro caso espectacular es el del terrible Ébola. Pero antes de continuar conviene dejar claro que el Ébola, como los coronavirus, es un virus endógeno de mamíferos. El primer caso conocido de Ébola sucedió en 1976. Se produjeron dos brotes simultáneos en Sudán y la República Democrática del Congo. La epidemia mató a más de 11.000 personas, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud. Naturalmente, el responsable fue un murciélago (algún día sabremos por qué se utiliza tanto el murciélago). Concretamente, según los investigadores, la epidemia comenzó con un niño que jugaba en un árbol hueco donde vivían murciélagos “infectados”. La creatividad de “la ciencia” es prodigiosa. En la actualidad el Ébola ha desaparecido. La explicación “oficial” es que “ha sido controlado”, lo cual es perfectamente plausible dada la “impresionante infraestructura sanitaria” de los países de África ecuatorial.
Algo similar ha ocurrido con el virus H1N1, conocido como virus de la gripe porcina, y como vimos, mosaico de virus de cerdo, ave y humano, concretamente del virus de la mortífera gripe del 18, candorosamente “resucitado” para su estudio. También ha “desaparecido”. ¿Y qué decir del SARS-Cov-2, el malvado Coronavirus? Las explicaciones que nos dan no son precisamente un modelo de concisión científica: “Evolucionó en la naturaleza y después saltó entre especies”… “Probablemente pasó de un murciélago al hombre a través de un pangolín como intermediario”… La cuestión es que es un virus “quimérico” que contiene secuencias de murciélago, pangolín, y algo más…
Pero antes de seguir sería interesante preguntarse por qué este extraño virus tiene secuencias de un animal tan exótico como el pangolín. Veamos esta noticia: “Los pangolines, mamíferos salvajes que se parecen a un oso hormiguero con escamas, carecen de dos de los genes de detección de la entrada de virus en el organismo como paso previo a una respuesta inmune, algo que es común a la mayoría de los mamíferos”.
Este hallazgo es significativo porque, si bien los pangolines pueden ser portadores de coronavirus, parecen ser capaces de tolerarlo a través de algún otro mecanismo desconocido. Comprender su ventaja evolutiva puede apuntar a posibles opciones de tratamiento para el coronavirus en humanos, según un estudio publicado en Frontiers in Immunology. ¿Una magnífica condición para un virus quimera?
Una información más concreta es la que nos ofrece Luc Montagnier, Premio Nobel por su descubrimiento del virus del Sida, tiene claro que es un virus de laboratorio. Y sabe muy bien de qué habla: “Trabajando con mi colega y amigo Jean-Claude Perrez, matemático, hemos analizado en los mínimos detalles la secuencia del descubrimiento y propagación del Covid-19. Y creemos bastante plausible que el genoma completo de este coronavirus tiene secuencias muy semejantes a las del VIH, el virus del sida.
Una opinión compartida por un grupo de investigadores del Instituto Indio de Tecnología de Nueva Delhi, que halló “un parecido extraño” y que “tiene pocas posibilidades de ser fortuito” en las secuencias de aminoácidos de una proteína de SARS-CoV-2 y del VIH-1. La respuesta de lo que se conoce como “comunidad científica” ha sido una copia de la que se desencadenó contra Hooper sobre el origen del virus del SIDA. Las sentencias descalificadoras fueron de un gran nivel, tales como “El parecido con el virus del sida es superficial” o “Todos en la comunidad científica están de acuerdo en que la COVID-19 es un coronavirus” o “Es una visión sobre una conspiración que no se relaciona con la ciencia real”. Pero la desacreditación definitiva fue que “el doctor Montagnier tiene un punto de vista crítico con las vacunas”. Una condición tan terrible que recibe los más graves insultos y descalificaciones por parte de científicos y divulgadores.
Sin embargo, este hecho (la inserción de fragmentos del virus del Sida) podría justificar la aparición de unos síntomas en los infectados por el SARS CoV-2 que van más allá de una afección respiratoria, como trombosis, lesiones en la piel, pérdida del olfato y el gusto y afecciones neurológicas. De todos modos, el buen doctor Montagnier nos deja un mensaje optimista: El SARS CoV-2 desaparecerá a no muy largo plazo. El motivo, igual que el de la desaparición de los virus del Ébola y el resto de los virus de laboratorio que hemos visto, es que, lo mismo que pasa en los organismos transgénicos, los virus construidos artificialmente son inestables, y en los procesos de replicación van perdiendo las secuencias introducidas hasta quedar inactivados. Por eso, cuando los sabios oficiales nos amenazan con que “el coronavirus ha venido para quedarse” y nos anuncian nuevos rebrotes, hay que advertirles de que la única posibilidad de que esto ocurra es “que vuelva a efectuar el triple salto mortal murciélago-pangolín-humano” o, en su defecto, que lo vuelvan a soltar.
El doctor Montagnier opina que el virus artificial pudo escapar de un laboratorio por error. Con el debido respeto, yo le preguntaría: ¿y el SARS CoV? ¿y el MERS CoV? ¿y el Ébola? ¿y el H1N1? ¿Todos estos virus de origen artificial se han podido “escapar por error” de los laboratorios en que se han elaborado mediante técnicas muy complejas? ¿No son demasiados “errores” en laboratorios de alta seguridad?
[…] Los virus que son realmente patógenos son los virus recombinados, ya sea accidentalmente o premeditadamente […]
Tercera parte
¿Quid prodest?
[…] Otra observación que apoya mi sospecha de que existe un control científico sobre la información relacionada con los virus, es, por ejemplo, el hecho que pudimos ver en el artículo precedente de la desaparición de la base de datos públicos de las secuencias derivadas de virus encontradas en el genoma codificante de proteínas.
[…] La más terrible de estas informaciones es la existencia de una agenda para la reducción de la población mundial […] De lo que nos informan es de que existen personas muy poderosas (pueden encontrar sus nombres en la red) que, ante el imparable aumento de la población y la pobreza mundial no piensan en la posibilidad de cambiar este modelo económico depredador, que sería la solución obvia, sino reducir drásticamente la población mundial. Al parecer, hay dos corrientes dentro de este movimiento: uno que pretende eliminar a los “indeseables”, se supone que a los países empobrecidos (se podría esperar que una pandemia mundial sería mucho más mortífera en estos países). La otra, más “democrática”, pretendería diezmar a la población en todos los países. Lo cierto es que hay datos absolutamente fiables, porque se descubrió y se analizaron las vacunas, de esterilización mediante vacunas de mujeres en Filipinas y en indígenas mejicanas. También se puede encontrar información sobre el origen del Ébola en campañas de vacunación en África (al parecer, la epidemia del Ébola en África occidental se originó en las instalaciones de NBS-4 de Estados Unidos localizada en Sierra Leona). Incluso, se puede encontrar en la red sin dificultad un grupo de científicos queridos y prestigiosos que, a pesar de su brillantez, no han pensado en cambiar el modelo económico pero sí la reducción de población para mantenerlo. Agrupados en la organización “Optimun population”, ahora denominada “Population Matters”, propugnan una población mundial “óptima” de entre 2.700 a 5.100 millones de habitantes.
Por eso, a las personas malvadas nos da mucho miedo cuando un famoso psicópata, perteneciente al grupo de los poderosos que propugnan la agenda de reducción de población, disfrazado de, y aclamado por los medios de comunicación como filántropo, y que, al parecer, ha conseguido el control de la OMS, anuncia la necesidad (o la imposición) de una vacunación universal. Una vacuna que, según nos dicen, probablemente ya esté dispuesta, y que es esperada con ansiedad en todo el mundo.
Otro factor implicado parece ser el económico. Los enormes beneficios para las compañías farmacéuticas de campañas de vacunaciones masivas son obvios. Por cierto, existe una información (no sé hasta qué punto fiable porque parece demencial) de un poderoso laboratorio farmacéutico en la que se nos anuncia que las próximas vacunas contra la gripe se fabricarán haciendo crecer el virus de la gripe en células renales de perro porque “crecen más rápido que en los huevos de gallina”. Es decir, es posible que en los próximos años los ciudadanos no “cogerán” la gripe, sino el moquillo.
En cuanto a la economía, disciplina de la que me declaro no sólo ajeno, sino objetor, parece que el sistema económico ha entrado en crisis y le solución sería dejarlo hundirse y comenzar de nuevo (una especie de “reseteo”). De paso, se aprovecharía la situación para llevar a cabo una especie de “ingeniería social”. Sería lo que Naomi Klein denomina “La doctrina del shock”. La angustia y el miedo a que está sometida la población propicia la legitimación de medidas que atenten contra derechos y libertades y para profundizar en la doctrina económica ultraliberal. “Una sociedad en la que estén prohibidas las reuniones y en la que los ciudadanos estén recluidos en sus casas conectados a internet o a la televisión y que sólo salgan para realizar su trabajo con la menor comunicación humana directa posible sería el sueño húmedo de cualquier tirano ultracapitalista”.
Desde luego, y esto si es de mi cosecha, creo que no ha existido en la historia de la Humanidad una “uniformación” (que sería uniformidad forzada) de pensamiento como el que se ha producido con esta crisis. Parece claro que no es necesario ser un experto para pronosticar que el daño sicológico producido por esta situación va a ser tremendo. Nada será igual en las relaciones humanas cuando acabe “la lucha contra este virus asesino”.
[…] Ya ven qué mala es la Naturaleza. Pero no se preocupen. Nos van a vacunar.
www.somosbacteriasyvirus.com